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El look de colegiala les encanta a las adolescentes.
Tokio, el caos ordenado
la ciudad más poblada del mundo

Tokio, el caos ordenado

En la servicial nueva sede olímpica, las chicas usan sus piernas como escaparate publicitario y la cerveza cuesta 7 euros

YOLANDA VEIGA

Lunes, 23 de septiembre 2013, 09:53

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¿Pues saben qué? Que se van a quedar sin ese "relaxing cup of café con leche" que ha estado tan de moda las dos últimas semanas. En una terraza de la Plaza Mayor de Madrid cuesta 2,75 euros (1,40 si lo toman en la barra), pero prueben a pedirlo en un restaurante de Tokio... De 3 euros no baja. O una cerveza, que en la capital de Japón tiene precio de champán: 7 euros.

Tokio, la ciudad que ha arrebatado el sueño olímpico a los madrileños y que organizará los Juegos de 2020, tiene muchos récords además del de vender la cerveza más cara del mundo (o casi). Es también la urbe más poblada del planeta, con 15 millones de habitantes en el centro y el doble sumando toda la población del área metropolitana. Y el lugar con más parques y más árboles, unos 400.000. Mucho verde... y mucho cemento, aunque allí los minipisos que quería hacer la ministra Trujillo no habrían sorprendido a nadie. Un español que apareció en el programa "Españoles en el mundo" (TVE) vivía en 16 metros cuadrados -pagaba 800 euros al mes- y sabía de otro que habitaba un minipiso ¡de cinco metros! "Están muy bien pensados, sin pasillos y con puertas correderas. Prefieren vivir en pisos pequeños que compartir casa con alguien", explica Manuel Escudero, un español que trabaja en el hotel Sakura de Tokio.

En todo caso, no es lo habitual. Lo normal son 50 ó 60 metros. "El alquiler oscila entre los 40.000 yenes (300 euros) si es pequeño y está lejos y 150.000 (1.150) por uno mejor comunicado y más nuevo". En el centro, la cosa se dispara y "una casa de 80 metros puede costar 340.000 euros" (el 61% de los tokiotas son propietarios de una vivienda y el resto vive de alquiler). Con un salario medio de 2.500 euros al mes es como para pensárselo. Claro que tienen una seguridad laboral mucho más grande que la nuestra. Mientras que aquí sufrimos una tasa de paro de casi el 27%, allí roza el 4% (6,4% entre los menores de 25 años). Y encima no piden experiencia. Lo contaba por televisión un estudiante de empresariales gaditano de 21 años, que llevaba dos en Tokio y acababa de recibir una golosa oferta de empleo por 6.000 euros al mes.

Se fue a celebrarlo a un karaoke, una de las principales alternativas de ocio de los japoneses, junto a los fotomatones. Se meten en la cabina por grupos, ponen caras y luego modifican las imágenes con un programa informático. Claro que casi no les hace falta porque ellos ya exhiben, de por sí, una pinta cuanto menos curiosa. Hace tiempo que a nadie le sorprenden los pelos de colores (rojo especialmente), ni los atuendos infantiles con minifaldas y calcetines largos que visten muchas adolescentes -hay chicas que usan la parte del muslo que queda a la vista como escaparate publicitario y exhiben pegatinas de promoción de productos. Cobran 85 euros por llevar la propaganda pegada ocho horas-. Y nadie se vuelve con los otakus, los fanáticos de la animación japonesa.

Peras para los americanos

Puede chocar, pero no se asusten porque la excentricidad en la apariencia no está reñida con el carácter profundamente servicial y educado que les define. "El otro día llegaron al hotel donde trabajo dos clientes americanos acompañados de una japonesa de unos 50 años. La mujer los llevó hasta la recepción y nos dijo que los había encontrado en la calle mirando un mapa y con cara de perdidos. Luego se fue, pero al cabo de un minuto regresó con una bolsa llena de peras, que le costarían 4 ó 5 euros, y se las regaló a los americanos». Y todo esto sin hablar una palabra de inglés. Según un estudio de Education Firts, Japón ocupa el puesto 22 de 54 países en cuanto a conocimiento del inglés (cada chaval recibe una media de 736 horas de inglés durante su etapa escolar, obligatoria entre los 6 y los 15 años). El nivel es similar al de España, que ocupa la posición 18 en este mismo ranking.

La señora del hotel se despidió de los americanos con una inclinación de cabeza, la forma preferida para el saludo. Evitan los besos y el contacto físico (si acaso te dan la mano), aunque en hora punta han tenido que destinar vagones de metro solo para chicas para evitar los tocamientos de los hombres. "En estos vagones han colocado pegatinas en el cristal de las puertas a modo de espejo para que las chicas se maquillen y se peinen", cuenta Oihana Martínez, una turista bilbaína que viajó a la capital japonesa el verano pasado. Más que los templos (dicen de los japoneses que "nacen sintoístas y mueren budistas") y los rascacielos interminables (la Tokyo Skytree, una torre de radiodifusión con restaurante y mirador inaugurada el año pasado se eleva 634 metros), le sorprendió que había un barrio (Akihabara) que era un paraíso de la electrónica. "Tienen artilugios para todo. Usan unas bolsitas que al abrirlas se calientan y se las ponen en invierno en los pies, en las manos, en los bolsillos..." -los inviernos son fríos, con temperaturas entre 2 y 10 grados, y los veranos calurosos, con termómetros a 30 grados y con un 80% de humedad-.

"También tienen muchas tiendas de cómics, incluso de cómics porno, con historias de escolares con señores mayores. En una tienda había una máquina como esas de sacar peluches, pero expedía... ¡bragas de colegiala!".

Los móviles, en silencio

En la cuestión gastronómica responden a la idea que nos hemos hecho de ellos. Cualquier menú incluye sashimi (marisco y pescado crudo), noodles, algas y sushi y tienen uno de los índices de obesidad más bajos del planeta (cuatro veces menos que España). Un menú del día modesto sale por 10 euros -"pero si pides una cerveza te puede costar 7 euros más"-, aunque la cesta de la compra se dispara. Un kilo de tomate cuesta más de 20 euros, el arroz no sale por menos de 3 y una barra de pan hay que pagarla a 1,5 euros.

Cualquier dependiente, el que le venda el arroz, el atún o el pescado deshidratado, le dará protocolariamente la bienvenida al entrar a su tienda. Porque las buenas formas allí son norma. Aunque Tokio tiene una de las redes de metro más grandes (268 kilómetros) y caóticas del mundo (2.500 millones de usuarios al año) los viajeros, pacientes y silenciosos, respetan la fila y no molestan al de al lado. Cuando están constipados usan mascarillas para no contagiar, se quitan los zapatos antes de entrar en casa y si a alguien le suena el móvil se pasa un apuro tremendo.

Pero de nada de esto se ha hablado en los últimos dos años. Japón ha quedado asociado inevitablemente al desastre de Fukushima, ocurrido en una central nuclear a 200 kilómetros de Tokio en marzo de 2011 a consecuencia del peor terremoto que ha sufrido el país en su historia. "Hay miedo a que vuelva a suceder una cosa parecida y a las fugas de agua radiactiva que se siguen produciendo desde la central nuclear y que van a parar al mar y al subsuelo. Viven constantemente prevenidos a todos los niveles, en cualquier momento puede producirse un terremoto de considerables dimensiones", alerta un español residente en la capital nipona, a más de 14.000 kilómetros de Madrid. Y otro compatriota en el exilio asiente: "En cuatro meses ya he vivido tres".

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