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Desfile de patos en Las Playitas.
Fuerteventura, tiempo muerto
VIAJES | LA BRÚJULA

Fuerteventura, tiempo muerto

Viento, calor y arena modelan la más torturada de las Islas Afortunadas, un paraíso para geólogos y aficionados al windsurfing

SERGIO GARCÍA

Viernes, 21 de junio 2013, 14:25

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Vista desde el aire, Fuerteventura parece un caballito de mar al que le hubieran cortado la cabeza. La segunda isla más grande del archipiélago es una meseta de basalto sobre la que se elevan conos volcánicos, azotada por el viento, el calor y la arena que llega desde África; donde las escasas lluvias desatan torrenteras que han abierto grietas en forma de barrancas y desniveles. Una tierra de penuria, soledad y resignación, salpicada de higueras palestinianas que sacan jugo a la escueta roca, decía Unamuno, que pasó allí una temporada por obra y gracia de Primo de Rivera. Claro que las cosas han cambiado y no son pocos quienes suspiran todo el año por un destierro semejante, ahora que la isla se ha convertido en un paraíso para los aficionados al windsurfing y el submarinismo. Desde luego no es sitio para quien guste de los bosques frondosos ni los verdes prados. Aquí se estila más la palmera, el tarajal, los juncos y carrizos, al tiempo que los reptiles y las cabras se disputan un terreno extremo, torturado y, por paradójico que resulte, rico en endemismos. Solo la isla de Lobos -llamado así por las colonias de focas monje que habitaban la roca hasta los años 50- encierra 130 especies vegetales, entre ellas la siempreviva canaria.

Fuerteventura pasó desapercibida hasta comienzos del siglo XV, cuando el noble normando Jean de Betancourt decidió labrarse un nombre combatiendo para el rey Enrique III de Trastamara. Su celo militar le llevó a principios del siglo XV a embarcarse, ávido de conquistas, rumbo a las Canarias, ese archipiélago donde Platón situaba la Atlántida y que hoy es el paraíso de los touroperadores. Sea como fuere, por aquel entonces las islas no se habían ganado todavía el calificativo de afortunadas: se asomaban al fin del mundo y encima las habitaban guanches, gente extraña y orgullosa que vivía en cuevas y entre los que no era extraño encontrar individuos de pelo rubio y ojos azules. A diferencia de las demás islas canarias, el litoral de Fuerteventura es bajo y desértico, y los arenales tienen dimensiones gigantescas. Aquellos nativos no tardaron en desaparecer de escena y su lugar lo ocupan ahora descendientes de castellanos y europeos atraídos por el reclamo de sol, playa y aguas cristalinas.

La isla ofrece rincones espectaculares, desde las dunas de Corralejo, un arenal marino de 12 kilómetros con Lanzarote a la vista, hasta la península de Jandía, entre paisajes resecos como Tuineje y puertos pesqueros como Ajuy y Morro Jable, escenario además de campeonatos del mundo de windsurfing. Es tierra de carreteras interminables -el perímetro costero ronda los 250 kilómetros- con múltiples excusas para echar el freno: Caleta de Fuste, con su castillo, sus hornos de cal y las salinas del Carmen; o Antigua, con sus molinos majoreros, tierra de tomates y aloe vera. Conforme se avanza hacia el sur, uno atraviesa Tuineje, Gran Tarajal, Las Playitas, pueblos todos ellos con tendencia al pintoresquismo, cruzando barrancas como la de Tarajalejo, donde sentarse a una mesa y probar un cherne con papas arrugás, el sancocho con gofio, o una vieja, como le dicen a ese pescado de carne blanca y suave, la cumbre de la gastronomía local si se acompaña con un poco de mojo. El municipio más meridional es Pájara, con playas como Cofete o Sotavento, esta última de 28 kilómetros. Si volvemos luego sobre nuestros pasos, la carretera nos conduce hasta Betancuria, donde se levanta la iglesia de Santa María y el Museo Arqueológico, la montaña sagrada de Tindaya y las playas del Cotillo, justo a tiempo de torcer hacia la derecha y enfilar La Oliva, donde destaca la Casa de los Coroneles. Allí, entre tarajales y paisajes ocres, uno se pregunta si será cierto que nadie es una isla, completo en sí mismo. Si en el fondo no encontramos lo que vamos buscando.

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