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Aoki da más de doscientos bolos al año.
El próximo 1 de noviembre

El salto a la fama de Steve Aoki

El DJ estadounidense, una estrella mundial que gana nueve millones al año, vuelve a Fever para la fiesta del séptimo aniversario

CARLOS BENITO

Martes, 23 de octubre 2012, 18:31

Allá por la segunda mitad de los noventa, Steve Hiroyuki Aoki era un estudiante de la Universidad de California apasionado por el hardcore, y con lo de hardcore nos referimos a la derivación más agresiva y acelerada del punk. Aoki, de hecho, era un convencido seguidor de la corriente straight edge (es decir, ni bebía alcohol ni tomaba drogas) que, cuando salía de la facultad, se transformaba en promotor de modestos conciertos: al principio, los organizaba en su propia casa de alquiler, y se cuenta que hubo alguno tan underground que solo asistió un espectador. Nuestro protagonista lo hacía por amor al arte, fiel a una ética que resultaba coherente con sus inclinaciones políticas de izquierda muy extrema. Y en este apresurado perfil de su yo juvenil tampoco deberíamos olvidar que fue miembro de varias bandas de hardcore e incluso llegó a editar un álbum como vocalista de This Machine Kills, bautizados según la famosa inscripción en la guitarra de Woody Guthrie, aquella que decía «esta máquina mata fascistas».

Si apretamos el botón de avance rápido hasta situarnos una década y pico más tarde, en este presente nuestro, nos encontraremos a Steve Aoki transformado en uno de los discjockeys más importantes del mundo. Lo de la importancia siempre es relativo, claro, y más en esto de los escalafones de discjockeys, porque los ortodoxos de la escena se espantan al ver en las listas de los últimos años a gente como Aoki, Skrillex o el inevitable David Guetta. Pero el caso es que Steve Aoki se ha reinventado como discjockey y productor de electrónica de baile hasta convertirse en una de las figuras principales de eso que en Estados Unidos llaman EDM, electronic dance music. Da más de doscientos bolos al año (la pasada primavera, recorrió cincuenta y cinco ciudades de EE UU y Canadá en sesenta días) y tiene uno de esos calendarios propios de las estrellas de la cabina: tras empezar noviembre en el séptimo aniversario de Fever, donde ya pinchó en junio, su agenda para el resto del mes incluye citas en Austria, Suiza, Rusia, Brasil, México y EE UU. Y, por supuesto, aparece en la lista de DJs mejor pagados que este año ha publicado por primera vez Forbes, a la que quizá habría que empezar a llamar de una vez por todas revista de cotilleo. Según los cálculos de la publicación, Aoki ganó en un año nueve millones de euros, lo que le sitúa en el quinto puesto de un top encabezado por Tiësto.

Ah, Steve Aoki también suele alternar con celebridades como Lindsay Lohan, aunque el famoseo no le pilla de nuevas, porque su hermana es la modelo y actriz Devon Aoki y su padre, exluchador japonés, fundó la cadena de restaurantes Benihana. ¿Por qué este éxito casi abrumador? Más allá de la inmediata efectividad comercial de su música, no hay que despreciar el factor del espectáculo: Steve Aoki es uno de esos artistas que han sabido dar a la electrónica algo del componente visual del rock, alejándola del clásico ascetismo de un tipo encorvado que maneja misteriosos controles. Incluso ha creado para sus actuaciones un ritual un tanto excesivo que incluye un paseo en lancha hinchable por encima del público y el lanzamiento de una tarta sobre las primera filas. Este año, por cierto, se filtró en internet el rider de Aoki, es decir, las exigencias que plantea a los promotores, y eso ha permitido descubrir que las tartas no las trae el artista sino que son de producción local. También se supo que pide, o al menos pedía, un bote de colutorio Listerine, tres camisetas negras con cuello de pico, seis pares de calzoncillos y otros seis de calcetines. Quizá eso sorprenda más que las dos botellas de Dom Pérignon en un tipo que gana nueve millones al año, pero ya ha aclarado en su blog que a él y a sus acompañantes les gusta viajar ligeros de equipaje y, claro, necesitan una muda.

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