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ENTRE COLUMNAS

¿Estuvo Jesús en la torre Antonia?

Una tradición de origen medieval sitúa en este edificio de la antigua Jerusalén la sede del pretorio donde Pilato juzgó al profeta de Galilea

Julio Arrieta @Julioarrietasan

Viernes, 18 de abril 2014, 12:08

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Es muy poco lo que se sabe a ciencia cierta sobre la vida de Jesús de Nazaret. Tan poco que algunos estudiosos han llegado a negar su existencia. Aunque esta corriente es minoritaria y la mayoría de los historiadores no pone en duda que el fundador del cristianismo fue un hombre real que nació, vivió y murió en la Palestina del siglo I, no hay gran cosa que se pueda decir sobre él que esté libre de dudas e incertidumbres. De hecho, lo único incuestionable del Jesús histórico es su muerte. Como escribió Geza Vermes en 'La Pasión' (Ares y Mares), la muerte de Jesús de Nazaret en la cruz es un hecho probado, seguramente el único hecho probado sobre él. Las circunstancias de esa muerte son otro cantar. Algunas de ellas han sido objeto de estudio de los arqueólogos, como los lugares por los que pasó entre su prendimiento, juicio y ejecución en la cruz.

Los Evangelios cuentan que este drama tuvo lugar en varios escenarios. Uno de ellos fue el pretorio, el lugar en el que Jesús fue juzgado y condenado a muerte por Poncio Pilato. Una tradición medieval situaba este tribunal en la torre Antonia, una fortificación construida por Herodes junto a una de las esquinas del complejo del Templo de Jerusalén y de la que hoy apenas se conserva la roca que le servía de base. Pero un enlosado encontrado debajo de lo que ahora es un convento fue identificado en los años 30 del siglo pasado con el patio de la fortaleza y con el suelo que el Evangelio de Juan identifica con el tribunal. ¿Qué hay de cierto en ello?

La construcción de la torre Antonia formó parte del ambicioso programa arquitectónico emprendido por Herodes el Grande (74/73aC - 4), que incluyó la reconstrucción y ampliación de todo el complejo del Templo de Jerusalén, la construcción de la ciudad de Cesarea Marítima y el levantamiento de varias fortalezas, como el Herodium y Maqueronte, y la fortaleza palacio de Masada. La torre Antonia fue construida sobre una fortificación anterior, la de Baris, levantada por Juan Hircano. El edificio completaba el gigantesco conjunto del Templo de Jerusalén, que incluía una gran explanada cerrada por columnatas, a la que se accedía por varias puertas, escaleras y arcos, y el mismo Templo, que estaba en el lugar donde ahora se alza la Cúpula de la Roca (Qubbat as-Sajra).

La fortaleza Antonia estaba en el ángulo noroeste del complejo del Templo. El nombre fue un homenaje de Herodes al triunviro Marco Antonio. Conocemos el aspecto de la torre gracias a Flavio Josefo (37-100), estupendo historiador judío romano de lealtad muy variable. Josefo la describió en 'Antigüedades de los judíos' y sobre todo en 'La guerra de los judíos', donde además narró al detalle su destrucción por los romanos, comandados por Tito, durante el asedio de Jerusalén en el año 70. Josefo, partidario de los romanos en aquella ocasión, trató de hacer las veces de mediador con sus compatriotas sitiados sin éxito alguno, pero fue testigo directo de los hechos, por lo que su relato es muy valioso.

Josefo explica en el libro V de 'La guerra de los judíos' que la torre Antonia estaba () construida sobre una roca, escarpada toda ella, de cincuenta codos de altura. Era una obra hecha por el rey Herodes, en la que especialmente hizo demostración de su natural magnificencia. Efectivamente, la roca estaba cubierta desde su pie por lisas placas de piedra para contribuir a su belleza y para que resbalara todo el que intentara subir o bajar por ella. Además, delante del edificio de la torre había un muro de tres codos y por dentro de él se alzaba toda la construcción de la Antonia a una altura de cuarenta codos.

Tenía la disposición de un palacio

En cuanto al interior, tenía la extensión y la disposición de un palacio, pues estaba dividido en estancias de diversos tipos y usos, pórticos, baños y amplios patios para el ejército, de forma que por tener todos los servicios parecía una ciudad y por su magnificencia se asemejaba a un palacio. Todo el conjunto de la construcción ofrecía la forma de una torre, aunque tenía otras cuatro almenas en sus esquinas. Tres de ellas presentaban una altura de cincuenta codos, y la que se hallaba en el ángulo sudeste setenta codos, de modo que desde ella se podía ver la totalidad del Templo. La fortificación estaba unida a las cubiertas de las columnatas que rodeaban el gran patio en cuyo centro se alzaba el Templo. Había sendas escaleras, por donde bajaban los centinelas.Ya que siempre estaba en la Antonia una cohorte romana, que se distribuía por los pórticos con armas durante las fiestas y vigilaba al pueblo para que no se sublevara. El Templo, como si fuera una fortaleza, dominaba la ciudad, la Antonia dominaba el Templo y en ella se hallaban los guardianes de estos tres lugares. Por su parte, el palacio de Herodes era la fortaleza particular de la Ciudad Alta.

Por fuera, la torre era el punto de partida de la segunda muralla de la ciudad. Además, escribe Josefo, estaba separada de la vecina colina de Bezeta por un foso, que había sido excavado a propósito para que la base de la torre Antonia, que estaba junto a la colina, no fuera de fácil acceso ni tuviera una altura poco elevada. Frente a uno de sus ángulos se abría también la llamada cisterna de Estrution. Además de ser una base privilegiada para vigilar a los lugareños más levantiscos en el Templo, el edificio servía para que los sumos sacerdotes estuvieran también bajo control. Como señala Geza Vermes en 'La Pasión', los gobernadores romanos de Judea también deseaban tener conocimiento previo de los planes del sumo sacerdote (por ejemplo, de su intención de convocar el Sanedrín), para los que, debe suponerse, la costumbre exigía que llevara las togas solemnes. Con motivo de las festividades religiosas, los mantos eran entregados en el Templo siete días antes. Mientras tanto eran custodiados bajo llave y triple sello en la fortaleza Antonia.

Según los cuatro Evangelios, después de ser prendido, Jesús fue objeto de un vaivén desquiciante entre las diferentes autoridades de la ciudad. Las cuatro narraciones difieren en cuanto al recorrido del prisionero. Los relatos no encajan entre sí. Por ejemplo, y como señala Vermes, mientras que en el Evangelio de Juan Jesús es interrogado por Anás, en la narración de los sinópticos los guardias judíos lo llevan directamente a la casa del sumo sacerdote, que no tiene nombre en Marcos y en Lucas, pero al que Mateo identifica como Caifás, al igual que Juan. El resumen es que el galileo fue conducido ante Anás, exsumo sacerdote, Caifás, sumo sacerdote y el Sanedrín. Pero lo fundamental es que todos coinciden es que Jesús fue llevado ante Poncio Pilato, la máxima autoridad romana:

Marcos (15,1): Pronto al amanecer prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato.

Mateo (27,1-2): Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Y, después de atarle, le llevaron y le entregaron al procurador Pilato.

Lucas (23,1) Y levantándose todos ellos, le llevaron ante Pilato. Después añadirá un interludio con el envío del prisionero a Herodes Antipas y su devolución a Pilato (Lc 23, 6-11).

Juan (18,28) De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua.

Pilato estaba en el pretorio. Tres evangelistas mencionan esta palabra: Mateo, Marcos y Juan (Mt 27,27; Mc 15,16; Jn 18,28 y 33; 19,9).

El pretorio

El pretorio es la palabra técnica que designa el lugar desde el que el gobernador romano ejerce su función administrativa y judicial, explica Joaquín González Echegaray en 'Arqueología y Evangelios' (Editorial Verbo Divino). Aunque la palabra se refiere directamente al cargo de pretor, se utilizaba también cuando el gobernador no tenía ese rango y era un legado pro-pretor, un procónsul, un procurador o un prefecto. Por tanto, el pretorio se hallaba tanto en la tienda del general dentro del campamento militar como en el palacio de algún antiguo rey, donde se hospedaba el nuevo gobernador romano, como en un edificio de nueva planta 'ad hoc' en las ciudades en que éste existía. Es decir, que el pretorio estaba donde estuviera el pretor o el magistrado de más alto nivel que cumpliera sus funciones. En este caso, Poncio Pilato.

Pilato fue un personaje histórico, aunque existe cierta incertidumbre acerca de su cargo. Tácito se refiere a él como procurador. En los Evangelios se le llama 'gobernador' (aunque en las traducciones figura como 'procurador'). Mateo y Lucas así lo hacen, mientras que en los demás no se le da título alguno, solo se le menciona por su nombre. Sin embargo, una estela encontrada en las excavaciones del anfiteatro de Cesarea Marítima en 1961 lo menciona como prefecto de Judea. ¿A qué se debe esa confusión? Tras el exilio de Herodes Arquelao en el año 6, Jerusalén tuvo un sistema administrativo especial, creado probablemente para permitir el control de una ciudad que por motivos diversos no era fácil de gobernar, explica Paolo Sacchi en 'Historia del Judaísmo en la época del Segundo Templo' (Trotta). Judea fue anexionada a la provincia imperial de Siria y por tanto el gobernador de esta provincia ejercía la autoridad suprema sobre ella. En la práctica otro funcionario imperial, con el título puramente administrativo de 'procurator', residía en la Cesarea Marítima, pero en realidad con el cargo de comandante de las tropas estacionadas en Judea. Este procurador era responsable tanto del cobro de los tributos como del mantenimiento del orden público. No está claro si sólo a él competía decretar las condenas a muerte. Es probable que se tratara de un poder que le estaba reservado solo en caso de delitos por rebelión o de carácter genéricamente político.

Sacchi añade que las fuentes no concuerdan respecto al título del gobernador romano de Judea. El de 'praefectus' está documentado para Pilato en la inscripción descubierta en 1961. Después, sin embargo, prevaleció el título de 'procurator', que originalmente tenía un valor puramente administrativo y que fue utilizado por los representantes de los emperadores. Al robustecerse la administración de la casa imperial por encima de la administración oficial del estado, el título de 'procurator' se hizo más frecuente que el de 'praefectus', pero fue un cambio de nombre y no de sustancia. Además, las fuentes contemporáneas usan estos y otros títulos sin ninguna distinción clara. Más o menos a partir de la época de Claudio el título de 'procurator' parece ser el preferido.

El pretorio estaba donde estuviera el prefecto, en este caso Pilato. Éste vivía en Cesarea. Pero, ¿dónde residía cuando se encontraba en Jerusalén? Los Evangelios no lo aclaran. Josefo dice que el gobernador de Judea solía alojarse en el palacio de Herodes, un edificio lujoso y fuerte, muy bien defendido con tres grandes torres, situado en la Ciudad Alta. Pero una tradición medieval, surgida en el siglo XIII, situó la residencia de Pilato en la torre Antonia, fortificación de la que apenas quedó rastro alguno tras la toma de Jerusalén por Tito y la posterior refundación de la ciudad por Adriano.

Como todo el entorno de la explanada del Templo, el lugar fue explorado desde la llegada de los primeros arqueólogos a Jerusalén, ya en el siglo XIX. Las primeras excavaciones notables llegarían en el XX. González Echegaray explica que entre los años 1931 y 1937 se hicieron excavaciones arqueológicas en lo que hoy es convento de las Damas de Sión, dirigidas por M. Godeline y P. Vincent, hallándose numerosos restos (un suelo empedrado, aljibes, materiales arqueológicos, etc.), con los que se trató de reconstruir lo que sería la torre. El hallazgo del enlosado potenció la creencia de que Jesús fue juzgado en la fortaleza Antonia pues, según Juan (Jn 19,3), el lugar en el que se encontraba el tribunal se llamaba 'litostrotos', es decir, el enlosado. No hubo que atar muchos cabos. Estos descubrimientos también dieron como resultado numerosas reconstrucciones idealizadas de la fortaleza que la mostraban como un enorme palacio fortificado.

El enlosado equivocado

Pero estas imágenes desmesuradas de la torre y su identificación con el pretorio que acogió el juicio de Jesús se vinieron abajo tras las investigaciones realizadas en 1972 por Pierre Benoit (1906-1987), un exégeta y teólogo dominico que dirigió la Escuela Bíblica de Jerusalén entre 1964 y 1972. Benoit demostró que el patio enlosado y los demás restos hallados en las excavaciones de los años 30 no eran del siglo I, sino del II. El suelo formaba parte de un pequeño foro de la Aelia Capitolina de Adriano. De hecho, cubría parte del estanque de Estrution, que tuvo que ser rellenado por las tropas de Tito para construir encima las rampas de asedio que sirvieron para destruir la torre Antonia.

En su artículo 'De la forteresse Antonia: la reconstitution archeologique', publicado en varios medios (e idiomas: francés, inglés, hebreo...) en 1972, Benoit afirma que no hay duda alguna de la existencia de una fortificación en el ángulo noroeste de la explanada del Templo renovada por Herodes, pero que la torre Antonia no puede reclamar el dudoso honor de haber visto la condena de Jesús. Tras el estudio de la roca tallada que sirvió de base a la fortificación, Benoit llega a la conclusión de que las reconstrucciones que muestran el edificio como un gran castillo cuadrado con cuatro torres en las esquinas no se basan en ninguna evidencia. De hecho, se refiere a una de estas recreaciones como fortaleza imaginaria. Pero hubo de hecho una fortaleza Antonia -aclara el dominico-. ¿Dónde estaba? En mi opinión, más al sur, sobre la gran masa de roca de 120 metros por 45 metros. Benoit añade que, de estar en lo cierto, la fortaleza sería más pequeña de lo señalado por Josefo, por lo demás, y como casi todos los autores antiguos, muy dado a la exageración. La torre Antonia no era un gran palacio fortificado, era un cuartel. En la misma línea, González Echegaray asegura que la torre Antonia debió ser algo menor de lo que hasta ahora se había supuesto y estuvo emplazada ligeramente más al sur, coincidiendo con la escuela musulmana (Mádrasa al-Malakiya), donde comienza el Via Crucis, y no en el convento de las Damas de Sión ni en el Estudio Franciscano de la Flagelación. Este autor calcula que el edificio debía de ocupar un área de unos 4.000 metros cuadrados y tenía capacidad de acoger a unos 4.000 soldados. Los investigadores siguen discutiendo las medidas del edificio. En cuanto a las que dio Josefo, equivalen a una altura de 20 metros para el cuerpo principal de la torre, de 25 metros para tres de las torres de las esquinas y de 35 metros para la más alta. La roca base alcanzaba los 11 metros de altura, algo menos de la mitad de la indicada por Josefo.

En cuanto al pretorio, debió de coincidir con el palacio de Herodes en la parte alta de la ciudad. Algunos de los muros de este palacio, situado junto al actual barrio armenio de Jerusalén, salieron a la luz en 2001, durante unas excavaciones dirigidas por el arqueólogo israelí John Seligman. Si efectivamente Jesús fue juzgado y condenado a mrir en la cruz por el prefecto Poncio Pilato, este tuvo que ser el lugar. Quizá los peregrinos que en la actualidad recorren la Vía Dolorosa partiendo desde donde se alzaba la torre Antonia tendrían que modificar su recorrido. Pero la tradición es la tradición.

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