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Intervención de un paciente en el quirófano de la Unidad de Grandes Quemados de Cruces./ L.A. Gómez
En busca de una segunda piel
SANIDAD

En busca de una segunda piel

La Unidad de Grandes Quemados de Cruces, centro de referencia del Norte, atiende a unos 50 pacientes cada año

MARÍA JOSÉ CARRERO

Sábado, 8 de junio 2013, 20:45

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Sin piel no se puede vivir. Es el mayor órgano del cuerpo. Y no se puede vivir sin piel porque es la barrera natural contra las infecciones. Por eso, un paciente con grandes quemaduras es un enfermo tan especial que solo se puede tratar en determinados hospitales: Getafe y La Paz, de Madrid; VallHebron, de Barcelona; La Fe, de Valencia; Virgen del Rocío, de Sevilla; Miguel Servet, de Zaragoza; Carlos Haya, de Málaga; Juan Canalejo, de La Coruña y el vizcaíno de Cruces, que es el de referencia para el País Vasco y para las comunidades limítrofes.

¿Qué es un gran quemado? Es el paciente cuya vida corre peligro. Esta es la explicación más sencilla porque definir a este tipo de paciente no es fácil. Según los protocolos médicos, es la persona que tiene el 10% de piel afectada por quemaduras profundas o un 20% de superficiales. Estos porcentajes son orientativos porque un gran quemado también pueden ser alguien con lesiones más pequeñas, pero en zonas muy comprometidas, como la cara. Otros parámetros a tener en cuenta a la hora establecer la gravedad son la edad del enfermo o las patologías previas que pueda tener.

¿Cómo se salva a un gran quemado? «Proporcionándole una segunda piel porque sin piel es imposible la vida», resalta Javier Gabilondo, jefe del Servicio de Cirugía Plástica de Cruces, del que depende la Unidad de Grandes Quemados. Para conseguir renovar el 'envoltorio' del cuerpo deben pasar muchos meses y se precisa de la intervención de médicos de diferentes especialidades en función de los órganos afectados. La tarea a la que se enfrentan los especialistas no puede ser más compleja. El primer paso es limpiar la piel quemada para después quitarla porque «la quemadura mata y quitarla es difícil», comenta Gabilondo. Por ello, esta tarea requiere de varias intervenciones porque «no se pueden eliminar los tejidos de una vez. Se necesitan de varias intervenciones. A continuación, las zonas que se van quedando sin 'pellejo' deben cubrirse con homoinjertos, es decir, de piel procedente de cadáver que ha sido donada y conservada mediante la técnica de criopreservación (congelación a temperaturas por debajo de los 80 grados negativos). La misión de este material, facilitado por el Banco de Tejidos Humanos de Galdakao, es proteger al paciente de las infecciones hasta que se le pueda colocar la que va a ser su segunda piel.

Cultivo de células

El nuevo órgano cutáneo se obtiene de dos maneras. Si el paciente tiene zona suficiente sin quemar, se opta por el autoinjerto. Esta solución es la ideal, dado que facilita el prendimiento de la piel. Cuando esto no es así, hay que elaborar piel. ¿Cómo? «Mediante el cultivo de queratinocitos, que son las células más presentes en la epidermis», explica Javier Gabilondo. Para ello, es preciso realizar una biopsia. La muestra se remite para su cultivo al Centro Comunitario de Sangre y Tejidos de Asturias, toda una 'fábrica' de epidermis a partir de las células del paciente. Transcurridos alrededor de unos veinte días, llegan a Cruces las láminas de queratinocitos que se van colocando a modo de apósitos sobre las zonas afectadas. A partir de ese momento, hay que esperar a que el cultivo de piel prenda en el cuerpo.

Explicado así, parece un proceso muy simple, cuando en realidad se trata de uno de los tratamientos más complicados que existen porque el paciente requiere continuas curas. Pasados unos quince días de la 'siembra' de queratinocitos, la tasa media de prendimiento de esta piel cultiva es del 65%, según un reciente informe de los profesionales de la Unidad de Grandes Quemados.

Los pacientes que sobreviven a un pronóstico de 'gran quemado' tienen por delante meses de hospitalización (se calcula que suelen pasar un día ingresados por cada 1% de piel afectada) y años para su recuperación, que nunca llega a ser definitiva porque las secuelas son para siempre. Su calidad de vida depende mucho del área afectada. «Las zonas peores son la cara, las manos y las partes articuladas, como rodillas, axilas y cuello» porque la nueva piel no tiene la flexibilidad de la originaria.

Javier Gabilondo señala que los niños que sufren grandes quemaduras tienen aún mayores complicaciones porque «la piel injertada no crece igual». Por ello, el cirujano advierte a los padres de que nunca deben dejar a sus hijos sin vigilancia en la cocina. «Los hornos, la plancha, una olla o simplemente una cafetera puede provocar un accidente importante».

En este sentido, el cirujano plástico comenta que cualquier éxito terapéutico con estos pacientes «parte siempre de un fracaso en las medidas de prevención». Por ello, considera que deben extremarse la protección en las fábricas. «La vigilancia de estas medidas debe ser obligatoria», resalta.

Un hombre joven

El perfil de un gran quemado es el de un joven que sufre un accidente laboral o de tráfico. De hecho, de los 41 pacientes ingresados en el hospital de Cruces el pasado año, 31 eran varones. Según la estadística de 2012, los ancianos son también un colectivo vulnerable. Nada menos que diez personas mayores de 70 años fueron hospitalizadas. Respecto a la procedencia, 31 eran vizcaínos, 7 guipuzcoanos, 5 alaveses, 3 cántabros, un coruñés, un madrileño y un burgalés.

Uno de los casos que más ha impactado a Javier Gabilondo es el de un joven cuyo vehículo se incendió mientras conducía. El fuego llegó a alcanzar el cinturón de seguridad y le fue imposible quitárselo, de modo que las llamas le quemaron las manos y la cara. Logró vivir.

En el polo contrario, figura una mujer de 67 años que, hace unas semanas, fallecía por las graves quemaduras que sufrió en un incendio en la localidad cacereña de Valencia de Alcántara. Lourdes, que así se llamaba, se vio envuelta en llamas cuando limpiaba rastrojos en los alrededores de una ermita. El fuego afectó el 90% de su cuerpo. En un primer momento fue trasladada en helicóptero al hospital de Getafe y, días después, al de Cruces dado que era vecina de una localidad vizcaína. Los intentos de los cirujanos plásticos por sacarla adelante fueron en vano. Dada la gravedad de las lesiones que sufrió, esta mujer forma parte del 14,5% de los pacientes que fallecen en la Unidad de Grandes Quemados de Cruces. El 85,5% restante, aunque sea con grandes secuelas, sobrevive.

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