¡Un cubata baratito para el diputado!

Se da por hecho que los diputados no van a la Cámara Baja a comer y beber, sino a trabajar, pero con el chollo de precios que ofrece su servicio de cafetería -reservado a ellos, a sus visitas y al personal de este organismo- sería más que comprensible que acudiesen allí sólo para matar el hambre y tomarse copas. Los menús del día básicos cuestan nueve euros, los gintónic de Larios 3,45 euros, los Bloody Mary, 3,45, y los cubatas, 3,40... como mucho, ya que las tarifas están sujetas a estos límites en el pliego de condiciones para la concesión del servicio, publicado el pasado viernes en el Boletín Oficial de las Cortes Generales tras ser aprobado por la Mesa del Congreso, que ha asignado un máximo de 4,2 millones de euros (sin IVA) a sufragar este contrato en los próximos cuatro años. De este modo, compensaría con fondos públicos a la empresa que logre la adjudicación por las bajas tarifas que está obligada a ofrecer, tan inferiores a las de las calle.

En el anexo del pliego hay más de un centenar de productos a precio tasado. Hasta Cheetos y bollos de la Pantera Rosa. Los cafés, por ejemplo, cuestan 0,85; la cerveza de barril en copa pequeña, 0,95 euros; la Coca-cola, un euro. Pero lo que más llama la atención de todo el listado de viandas y bebidas es el apartado de los combinados y las consumiciones de alta graduación. Primero, porque un Congreso no parece el lugar más indicado para tomar este tipo de copas -no es como poner tequila al catering de los pilotos de avión, pero tampoco resulta muy presentable ni profesional, la verdad- y segundo porque, encima, les salen muy baratitos, mucho más que a las personas que representan. Si los diputados tienen un día muy malo, pueden beber algo fuertecillo para olvidar, como un whisky DYC Reserva 8 años (4,20 euros) o escocés reserva (9,90), si han 'triunfado' pueden celebrarlo con cava brut (total, a 1,70 euros la copa...) o, si lo prefieren, pueden empezar con un aperitivo más que asequible, como un 'Bloody Mary' (3,45 euros) o un Dry Martini (3,10). Además, estos precios -que, por cierto, suben poquísimo respecto a la licitación actual- deberán mantenerse inamovibles hasta 2015. Da igual si varía el IPC y el coste de las materias primas. Otra condición "básica" del contrato.

Secreto, secreto

El pliego incluye también otros requisitos que ha de cumplir la empresa adjudicataria. Algunos son más que lógicos -por ejemplo, tienen que ajustarse a la normativa de seguridad del Congreso- y otros, siendo de alguna manera comprensibles, no dejan de dar lugar a especulaciones de todo tipo. Porque a la firma que lleve el negocio también se le exige que cumpla cláusulas de confidencialidad "de toda la información a la que tenga acceso" y también otra de protección de datos de carácter personal, ya que tienen "deber de secreto" y pueden incurrir en "infracciones legales" si hay indiscreciones. Terminado el contrato, ni el personal ni la empresa podrían desvelar detalles sobre lo que sus señorías hacen y deshacen en el bar o el restaurante. Desde luego, es normal que no se desvelen secretos de Estado, en el caso -esperamos que improbable- de que se aireen en la barra o ante el mantel. Y luego está el puro cotilleo. ¿Imaginan las memorias de los camareros contando cuántas copas de vodka a palo seco (3,40 el más barato) se bebe tal o cual antes de una importante sesión o que fulanito es un gorrón que se deja invitar siempre, que aquella de más allá es la reina de la tacañería con las propinas o que hay un diputado que le echa los tejos a una adversaria de la oposición entre asequibles cañas? Dicen que hay cosas que es mejor no saber... pero éste no es el caso. Igual es mucho imaginar, pero sería apasionante conocer detalles como estos, que quizá incluso cambiarían algún voto de urna.