Cuando alguién piensa en salir a tomar algo por Times Square, en Nueva York, difícilmente se ve sentado en la barra de un pub tomando un kalimotxo. Uno puede optar por beber una cerveza, un cubalibre o una bebida sin alcohol, pero ¿un kalimotxo...? no pega la verdad. Es una bebida que parece exclusiva de nuestra tierra, igual que sucede con el bollo de mantequilla y el pastel de arroz. Así, sorprende encontrarse con un artículo en 'The New York Times', en el que se dedica un espacio curioso a la bebida a la que casualmente dio nombre una cuadrilla durante unas fiestas del Puerto Viejo en la década de los setenta.
Pero así son las cosas y así se las contamos. En la columna mensual sobre bebidas que Rosie Schaap tiene en el medio del popular diario estadounidense no faltan elogios para la "popular bebida vasca". Es más, la periodista la califica de "placer inconfesable", aunque lamenta que cada vez que la pide en los bares de Nueva York le miran con mala cara. "He recibido más de unas cuantas miradas escépticas cuando me lo he pedido en los bares de Nueva York. Pero no siento ni un ápice de arrepentimiento cuando tomo este clásico vasco", confiesa.
Como si del último invento del siglo XXI se tratara, la redactora titula su artículo con un '¿Vino y cola? Funciona', a lo que añade que "No podría ser más sencillo: partes iguales de vino tinto —algunos dicen que el más barato es el mejor, pero eso depende de usted— y cola". Y, por si fuera poco, para darle un toque más personal, también se atreve a ofrecer algunas variaciones, como añadir un poco de zumo de limón o algunas rodajas de limón y naranja que adornen el kalimotxo. Es "maravillosamente refrescante", concluye.