Borrar
El rey Arturo en combate, en una ilustración del siglo XIV.
En busca de Camelot
entre columnas

En busca de Camelot

Un grupo de arqueólogos británicos propuso en los años 60 que el yacimiento de Cadbury Hill pudo haber sido el castillo del rey Arturo

JULIO ARRIETA

Sábado, 27 de abril 2013, 11:45

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

En 'Héroes, maravillas y leyendas', el medievalista Jacques Le Goff explica que la cultura medieval produjo tres clases de héroes: los históricos convertidos en legendarios (Carlomagno y el Cid), los puramente legendarios (Robin Hood) y aquellos "que evolucionaron a partir de orígenes oscuros, y a veces inciertos, hacia un estatus de héroes". El más famoso de este tercer grupo, y probablemente de todos ellos, es el rey Arturo, monarca fabuloso modelado por siglos de literatura épica a partir de un ignoto guerrero britano del siglo VI. Como todos los grandes personajes, el Arturo literario forma parte de un complejo universo ficticio en el que tienen importancia los lugares, aquellos sitios en los que suceden sus aventuras, amores y batallas. El más conocido de todos ellos es Camelot, su castillo y corte. Del mismo modo que numerosos estudiosos discutieron sobre la historicidad de Arturo, otros tantos intentaron localizar la famosa fortaleza. En los años 60 un grupo de célebres arqueólogos llegó a la conclusión de que la había localizado en South Cadbury Hill, un castro situado en el condado de Somerset, al suroeste de Inglaterra.

El Arturo histórico, el que posiblemente existió, es un personaje oscuro como pocos. Aparece mencionado en la 'Historia Britonnum', del cronista galés Nennius, en el siglo IX. Este primer Arturo no es un rey, es un guerrero, un 'dux bellorum' que combate contra los sajones junto al rey de los britanos en 12 batallas, en la última de las cuales, la de Monte Badón, acaba con 960 enemigos, nada menos. Como señala Le Goff, "el verdadero nacimiento de Arturo" se encuentra en la obra de Godofredo de Monmouth, un canónigo de Oxford que escribió una 'Historia de los reyes de Bretaña' entre 1135 y 1138. El libro, que no destaca por su rigor histórico pero sí por derrochar fantasía y fabulación, cuenta la historia de estos reyes desde la llegada de los romanos a las Islas Británicas. El Arturo de esta 'Historia' ya es el monarca legendario, el que todavía vive en la cultura actual a través del cine, los musicales, la animación, las novelas y los cómics: un rey magnífico que llega al trono ayudado por las artes mágicas de Merlín, está casado con la reina Ginebra y será traicionado por su sobrino Mordred.

En la misma época en la que escribió el imaginativo cronista de Oxford, otros escritores abordaron las historias del rey Arturo desde la ficción pura. Uno de los más importantes fue Chrétien de Troyes, poeta de la corte de Champaña, que escribió una serie de novelas entre 1160 y 1185 en las que enriqueció el universo artúrico añadiéndole elementos tan fundamentales como el Santo Grial o caballeros como Perceval y Lanzarote, el mejor compañero de Arturo pero también el amante de su reina. Es precisamente en la novela centrada en este personaje, 'Lanzarote del lago o el caballero de la carreta', escrita entre 1177 y 1181, donde Camelot aparece por primera vez. La mención es brevísima y figura al principio del relato: "En un día de la Ascensión vino desde Carlion el rey Arturo y tuvo su corte, muy rica en Camaalot, tan rica como a un rey convenía. Después de la comida se quedó el rey con sus compañeros. En la sala había muchos nobles barones, y con ellos también estaba la reina. Además había muchas damas bellas y corteses que hablaban con finura la lengua francesa".

En las novelas de Chrétien y los demás autores que escribieron sobre la llamada 'materia de Bretaña', la corte de Arturo no está en un lugar fijo, es itinerante, como era habitual en la época. En todos estos relatos son varios los nombres que se repiten, como Carduel, Caerleon y Camelot, pero poco a poco es este tercer lugar el que se impone. Ya en el siglo XV, Sir Thomas Malory, un caballero bribón y asaltaconventos que combatió en los dos bandos de la Guerra de las dos Rosas, cambiando de uno a otro varias veces según le conviniera, aprovechó su encarcelamiento para escribir un libro monumental, 'La muerte de Arturo', en el que fundió todos los relatos sobre el legendario rey que pudo reunir y leer. El libro fue y sigue siendo un éxito. En 'La muerte de Arturo' no solo se sitúa la corte del monarca en Camelot, sino que además se dice dónde está. Malory quiere que sus lectores identifiquen los lugares en los que suceden las aventuras que relata, así que localiza Camelot en Winchester, en el condado inglés de Hampshire.

Un siglo después, John Leland, un poeta y anticuario que recorrió Inglaterra anotando todas las antigüedades y monumentos que le parecieron interesantes, se detuvo en South Cadbury, en Somerset. En 1542 escribió: "Justo en () Cadbury del Sur está Camelot. Este sitio fue una vez una ciudad o un castillo notable, situado en la cumbre de una colina, y con maravillosamente fuertes defensas naturales. Los trabajos de labranza han sacado a la luz grandes cantidades de monedas romanas de oro, plata y cobre, y también en los campos, a los pies de la colina, sobre todo en el lado este. () La única información que la población local puede ofrecer es que se han enterado de que Arturo venía con frecuencia a Camelot".

Estas tradiciones populares animaron a muchos curiosos a acercarse a la colina de Cadbury, en la que saltaba a la vista que en algún momento se levantaron varias líneas de fortificación y cuya cumbre había sido aplanada. Primero fueron los anticuarios y después llegaron los arqueólogos. Según citan varios autores, un grupo de excavadores victorianos llegó a ser abordado por un anciano nervioso y preocupado por la posibilidad de que se "llevaran al rey". Las leyendas locales hablaban de una cueva mágica, sellada con unas puertas doradas, en la que Arturo y sus caballeros permanecían dormidos hasta que llegara el día en el que debieran volver a gobernar Inglaterra. Los lugareños se referían a la planicie artificial que corona la colina como "el palacio de Arturo".

En 1913 H. St. George Gray excavó en lo que parecía haber sido la entrada suroeste del recinto fortificado, donde encontró materiales arqueológicos que indicaban que el castro estuvo habitado al final de la Edad del Hierro. 40 años después, en 1955, la arqueóloga local Mary Harfield encontró varios restos de cerámica que fueron datados en el siglo VI, la época del supuesto Arturo histórico, por lo que pidió ayuda a Ralegh Radford, entonces pionero de la arqueología de las llamadas 'Dark Ages', las épocas oscuras, y que había excavado en Tintagel, en Cornualles, otro castillo del mundo artúrico, donde quiso demostrar que el lugar había sido reforzado y transformado por algún 'personaje poderoso' en el siglo VI.

El doctor Radford comparó los materiales encontrados por Harfield en Cadbury con los extraídos por él en Tintagel y llegó a la conclusión de que eran idénticos y de que Cadbury Hill había sido un lugar tan importante como Tintagel. En su 'The Quest for Arthur's Britain' ('La búsqueda de la Bretaña de Arturo'), escribió que los objetos encontrados por Mary Harfield suponían "una interesante confirmación de la identificación tradicional del sitio (Cadbury Hill) con el Camelot de la leyenda artúrica". Es entonces cuando entra en escena el Camelot Research Committee.

En su estupendísimo libro 'Arturo Rey', Felipe Mellizo detalla la historia de esta curiosa institución arqueológica fundada en 1965 por un grupo de arqueólogos animados por los trabajos de Radford. Los promotores del Camelot Research Committee no eran una cuadrilla de exaltados románticos y de hecho entre ellos se encontraban algunos de los grandes arqueólogos británicos del momento. El presidente, sin ir más lejos, era Sir Mortimer Wheeler (1890-1976), "un escocés de cabeza óptima para un retrato, padre de la moderna arqueología británica y héroe de aventuras científicas notables en la búsqueda de ls viejas civilizaciones del Indo", como lo describe Mellizo. Como explica en 'Teoría y práctica de la excavación' Steve Roskams, de la Universidad de York, en cuanto a metodología, "Wheeler ocupa un lugar de honor, no solo por su conocido libro 'Archaeology from the Earth' (1954), sino más aún, por sus artículos técnicos (1945-1946) sobre el uso del sistema de cuadrículas de excavación".

El director de excavaciones del Camelot Research Committee era el inglés Leslie Alcock (1925-2006), otro personaje notable. Al igual que Wheeler, Alcock había sido militar: combatió en la Segunda Guerra Mundial como oficial de los temibles gurkhas, lo que le sirvió de punto de partida para aprender varias lenguas orientales, entre ellas el urdú y el panyabí. Fue el primer director del Servicio Arqueológico de Pakistán, puesto que abandonó porque no le pagaban, y excavó con Wheeler en Mohenjo-Daro, también en Pakistán. De vuelta a Gran Bretaña, enseñó Arqueología en la Universidad de Cardiff durante veinte años y después, hasta su retiro en 1990, ocupó la cátedra de Arqueología de la Universidad de Glasgow. Durante la época de las excavaciones de Cadbury, Alcock era uno de los arqueólogos británicos más conocidos.

Debido al prestigio y popularidad de sus responsables, así como al propio atractivo del 'asunto Arturo', las excavaciones del Camelot Research Committee en Cadbury Hill (varias campañas durante los 60 y 70) contaron con unos medios y recursos excepcionales: las universidades de Gales, Bristol y Columbia Británica, entre otras, aportaron fondos y estudiantes en prácticas a la excavación, que además contó con el apoyo económico de Kodak y el mediático del periódico 'The Observer'. Los arqueólogos también recibieron la ayuda del 30 Regimiento de Transmisiones del Ejército Británico. Las de Cadbury Hill fueron de las primeras excavaciones arqueológicas -si no las primeras- en las que se utilizaron ordenadores, unos rudimentarios English Electric KDF9 que los excavadores usaron para registrar los datos obtenidos mediante también novedosas técnicas de teledetección del subsuelo y análisis de resistividad del terreno.

Wheeler, Alcock y el famoso historiador Geoffrey Ashe, miembro también del Committee, eran muy buenos y eficaces divulgadores que supieron mantener la atención de los medios de comunicación, por lo demás encantados con la idea de una búsqueda 'científica' de la corte del rey Arturo. Los tres expertos defendieron la relación de Cadbury Hill o, como lo llamaban entonces Cadbury Castle, con el Arturo histórico y protagonizaron titulares llamativos en este sentido. Alcock en particular escribió una serie de libros entusiastas sobre el yacimiento, entre los que destaca '¿Fue esto Camelot? Excavaciones en Cadbury Castle, 1966-1977'.

En cualquier caso, los resultados de las excavaciones fueron muy interesantes. El lugar estuvo habitado en el neolítico, en torno al 3.000 aC. Tabién fue ocupado durante el final de la Edad del Bronce y a lo largo de la del Hierro. Los arqueólogos identificaron evidencias de destrucción del 'hill fort' (castro), probablemente relacionados con la ocupación romana, en torno al año 50 aC, momento a partir del cual el lugar se convirtió en un oppidum habitado por britanos romanizados. Tras la retirada de Roma de las Islas Británicas Cadbury Hill no solo no fue abandonado, sino que creció, fue reconstruido y se convirtió en una población llamativamente próspera entre los años 470 y 580. Alcock y sus colaboradores descubrieron que las defensas de madera del castro habían sido reforzadas y dotadas de puertas de acceso fortificadas más complejas de lo habitual para la época. Las empalizadas que defendían la colina habían sido reforzadas con una base de mampostería.

También localizaron varios edificios, entre ellos una especie de gran sala ('great hall', lo llama Alcock) de 20 por 10 metros, que muchos periodistas identificaron alborozados -cómo no- con la sala de la Tabla Redonda. Además, el hallazgo de restos de cerámica proveniente del Mediterráneo oriental demostraba que sus habitantes tenían la capacidad de mantener relaciones comerciales a muy larga distancia. A todas luces, Cadbury Hill era un yacimiento excepcional y el 'hill fort' alto medieval más grande conocido.

Aunque Alcock y sus compañeros mantuvieron, sobre todo al principio, su visión de que Cadbury Castle era el centro de los dominios del Arturo histórico, muchos arqueólogos e historiadores se mostraron cordialmente escépticos. Sobre todo desde el campo de los segundos, se hacía notar que antes de salir a buscar su castillo convendría demostrar fuera de toda duda que, efectivamente, hubo un rey Arturo de verdad. En Cadbury Hill no apareció nada que relacionara el lugar con el personaje directamente. El hecho de que el castro hubiera crecido espectacularmente en el siglo VI lo único que indicaba es que la población de Cadbury Hill fue próspera en el siglo VI, pero... ¿bajo el gobierno de quién? Las propias publicaciones del Camelot Research Committee ganaron en cautela con el paso de los años y Alcock acabó descartando la relación del lugar con el rey Arturo en sus últimos libros.

Pero, si no fue Arturo, ¿quién 'reinó' en Cadbury Hill? El arqueólogo David Nash Ford, editor de la muy recomendable web 'Early British Kingdoms', propone que la clave está en el propio nombre del lugar. 'Cadbury' ha sido interpretado como un topónimo sajón-britano que significa algo así como 'castro de la batalla' ( 'battle-fort'), pero Ford sugiere que podría significar 'el fuerte de Cado'. El nombre haría referencia a Cado ap Gerren, rey de Dumnonia, uno de los reinos britanos post romanos que existió del siglo IV al VIII.

A pesar de todo, la identificación de Cadbury Hill con Camelot tuvo éxito y hasta llegó al cine: en el mapa del reino de Arturo que aparece al principio de la película 'Camelot', de Joshua Logan, la legendaria ciudadela aparece situada en Cadbury, Somerset. En cuanto al castillo que se puede admirar en en el filme, es el Alcázar de Segovia.

Ver todos los artículos de Entre Columnas.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios