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Luis Bárcenas, a la derecha con barba, durante una travesía de alta montaña. En las fotos pequeñas, Fernando Garrido, Bárcenas y Luis Fraga. /La Verdad
Dos meses con Bárcenas en el Tíbet
HISTORIA SINGULAR

Dos meses con Bárcenas en el Tíbet

El extesorero del PP ya se reveló como «un genio de las finanzas» en la expedición española al Everest de 1987

JOSÉ MARI REVIRIEGO

Lunes, 25 de febrero 2013, 21:15

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En el campo base del Everest, a más de 5.000 metros de altura, Luis Bárcenas ya se reveló como «un genio de las finanzas». La entonces joven promesa de la contabilidad de Alianza Popular preparaba en el verano de 1987 el ataque a la montaña más alta del mundo al frente de una ambiciosa expedición española, formada por algunos de los escaladores más potentes del momento. Entre otros figuraban Bixen Itxaso, un tipo fibroso y con dedos de acero que, años más tarde, se ha convertido en parlamentario vasco del PSE-EE, y Fernando Garrido, célebre alpinista e hijo del ex gobernador militar de Gipuzkoa Rafael Garrido, asesinado por ETA unos meses antes de iniciar la aventura en el Tíbet.

En declaraciones a este periódico, Itxaso y Garrido han accedido a repasar aquel ascenso del que apenas han hablado en público en estos últimos 25 años. Entre otras razones, porque Bárcenas había obligado a todos los componentes del equipo a firmar una cláusula de confidencialidad por la cual se reservaba el derecho a las explicaciones y la propiedad de todo el material gráfico. Como responsable financiero de la expedición, lo controlaba casi todo. Las donaciones, los patrocinios que permitieron financiar el proyecto, el sueldo de los sherpas y hasta el cobro de casi 6.000 euros a un escalador francés interesado en unirse al grupo en el campo base.

Bárcenas, entonces un mocetón de 31 años, buscaba una gesta con tirón. Quería abrir una nueva ruta de ascenso, hollar la cumbre para poner la bandera española, como le había prometido al Rey en La Zarzuela ,y descender luego en parapente. Todo un hito que el Everest se encargó de desbaratar. Nadie logró hacer cima y él bajó «medio ciego, dando tumbos», recuerda Itxaso.

Luis Fraga, su mano derecha

Este relato, que dibuja al extesorero del PP e imputado en el 'caso Gürtel' como «un buen compañero de cordada» del que uno se puede fiar en una situación límite, mezcla la aventura humana con el reto deportivo. Se trataba de la primera expedición española que buscaba pisar la cumbre del Everest (8.848 metros) sin el empleo de oxígeno, siguiendo la estela de los éxitos cosechados antes por vascos, catalanes y navarros. Pero con un desafío extraordinario: pretendía abrir una nueva vía de ascenso por la imponente Pared Norte, en mitad de una fuerte expectación internacional por el objetivo.

Los organizadores de la empresa fueron Bárcenas y su mano derecha, el bilbaíno Luis Fraga Egusquiaguirre, sobrino del fundador del AP. Aficionados al montañismo, trabaron amistad en la Universidad Pontificia de Comillas, donde cursaron Ciencias Empresariales. «Los 'luises'», que es así como les llamaban en el equipo, utilizaron esos conocimientos para montar el viaje al Himalaya.

Primero, trataron de reclutar a los mejores escaladores. Ficharon al aragonés Fernando Garrido, que venía de hacer el récord de permanencia en altura:62 días seguidos en la cima del Aconcagua (6.962 metros), en un calvario que terminó el 27 de febrero de 1985. Y realizaron al guipuzcoano Bixen Itxaso una oferta que un montañero no puede rechazar: «Ir gratis al Everest». Itxaso, pese a su juventud, era un reputado escalador en roca. Ya había atacado el Naranco de Bulnes por su difícil cara oeste y conocía los peligros del hielo continental de la Patagonia, en una travesía en la que coincidió con Luis Fraga. En el Cerro Torre, una púa de granito vertical, se curó de todos los espantos al descender en mitad de una tormenta descomunal. La cuerda, en vez de caer al vacío, salía disparada hacia el cielo por la fuerza del vendaval. Tuvo que atar la mochila para hacer de contrapeso.

Meses antes de partir hacia China, Bixen Itxaso y Fernando Garrido pretendían entrenar juntos en las rocas calizas de Santa Bárbara, en Hernani. Sin embargo, Garrido no pudo acudir a la cita. ETA asesinó el 25 de octubre de 1986 a su padre con la colocación de una bomba en el coche en el que viajaba por San Sebastián, en un atentado que también costó la vida a su madre y a un hermano. Parte de ese calvario lo rumió después en las faldas del Everest, entre el crujido del hielo de los serac y las explosiones desatadas por los aludes.

Con el equipo ya seleccionado, formado finalmente por ocho integrantes, Bárcenas ofreció toda una lección de marketing empresarial. Con los apenas 600 euros de subvención donados por la revista con la que AP difundía sus ideas, montó una rueda de prensa en la sala Florida Park de Madrid, en la que presentó la aventura e invitó a comer a los periodistas. Les habló del reto, del paracaídas, de la gesta. Al día siguiente, los medios recogieron al detalle la expedición. Con un grueso 'pressbook' bajo el brazo, llamó a la puerta de posibles empresas patrocinadoras: Pryca, Sanitas, cajas de ahorro confederadas.... El resultado fue que logró fondos por valor de 37 millones de las antiguas pesetas para financiar el viaje, bien en metálico o en material.

Por la temible Cara Norte

El grupo partió dividido en dos. Los luises aterrizaron en Pekín, mientras que el resto del equipo llegó a Katmandú. En la capital china, Bárcenas decidió cambiar de planes. La idea era subir al Everest por el collado norte, pero se enteró de que había un permiso libre para hacerlo por la temible Cara Norte debido al fallecimiento de su titular, el canadiense Roger Marshall, lo que podría acentuar la heroicidad de la ascensión española.

Subir por una vía inédita en paredón de casi 3.000 metros de altura exigía más cuerdas, tornillería para los enganches, piolets cortos y mucho esfuerzo. Eso lo pusieron en grandes dosis Bixen Itxaso y el tinerfeño Antonio Ramos, los dos 'curritos' de la expedición. «Aclimatados como rebecos», montaron las tiendas y ayudaron a apilar los más de 60 bidones en lo que se almacenaba el material, trasladado por porteadores, camiones y yaks, un bóvido lanudo que, cruzado con vaca, se usa como dócil animal de carga en el Himalaya.

«La bronca» vino cuando los sherpas se dieron cuenta de la salvaje ascensión y reclamaron ajustar sus contratos al reto. Bárcenas lo arregló frente al «temperamental» Fraga; no se sabe si con sobresueldos. El hecho es que la expedición pagaba por cada porteador diez dólares al día, aunque sólo uno llegaba de verdad a su bolsillo. El resto, para el Gobierno chino. Sin romanticismos en el Everest, conocido por esas latitudes como Quomolangma (madre del Universo). Business is business.

En la tarea de equipar bien la ruta, Itxaso se jugó el pellejo junto a Ramos. Por la noche, a 30 grados bajo cero, trepaban para desbrozar la vía y asegurarla antes de la salida del sol, que incrementa el riesgo de avalanchas de nieve. En los descansos se organizaban animadas tertulias en el campamento. Itxaso, vecino de Pasaia y simpatizante en su juventud de movimientos revolucionarios de izquierda como EMK, «hablaba mucho de política» con Bárcenas y Luis Fraga. Al no ser nacionalista, los 'luises' le veían como «un vasco simpático». De los libros intercambiados, el escalador guipuzcoano cita especialmente uno de Luis Bárcenas titulado La nueva derecha, una texto «premonitorio» que aludía a la necesidad de la derecha de reformularse tras las dictaduras. La Penthouse que rulaba por el campo la tenía siempre a buen recaudo el oficial chino de turno, recuerda con sorna.

Antes de atacar el paredón, Bárcenas volvió a demostrar sus dotes para la gerencia. Reforzó el equipo con la incorporación del himalayista francés Pierre Beghin, interesado en unirse a la expedición porque viajaba en solitario con un permiso de trekking. El extesorero del PP le aceptó en el grupo previo pago de cerca de 6.000 euros, desembolsados en un cheque que presumiblemente no fue a parar a la caja común. Itxaso, licenciado en Derecho, se encargó de redactar en unas cuartillas el contrato. El negocio es el negocio.

El grupo venció la Cara Norte el 3 de septiembre de 1987. Según Fernando Garrido, sus integrantes abrieron un itinerario inédito y luego empalmaron con las rutas japonesa y norteamericana. Es decir, una vía «parcialmente nueva» tras dos meses de ecalada. Garrido y Beghin se lanzaron al ataque final desde el último campamento, instalado a 8.000 metros. Respiraron oxígeno para dormir y tiraron hacia arriba, en una penosa tarea en la que se hundían en la nieve hasta la cintura. A 150 metros de la cumbre, dieron media vuelta. «Decidimos vivir», cuenta ahora.

En el regreso a casa, Bárcenas y Luis Fraga solaparon el fracaso con el logro de la nueva vía, en una gesta que fue cuestionada por el Comité de Expediciones de la Federación Española de Montañismo. Bixen Itxaso, amante de la montaña por encima de todo, se remite a lo que Pierre Beghin declaró en un télex enviado en 1988 a los luises. En el escrito, avaló la apertura de una ruta nueva entre los 6.000 y los 7.600 metros. «Bárcenas era buena persona, pero no un alpinista», declara.

Beghin murió en 1992 al despeñarse por la cara sur del Annapurna. Garrido es hoy guía profesional de montaña y firmante de un documento conjunto por la convivencia con víctimas de ETA, los GAL y de abusos policiales. Hace dos años se reencontró en el monte Muztagh-ata de China con Bixen Itxaso, concejal del PSE en Pasaia y parlamentario. Juntos se acordaron de la aventura y de las vueltas que da la vida.

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