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Judíos ultraortodoxos preparan pan ácimo en Jerusalén. /Reuters
La mula de Belén no es kosher
ARCA DE NOÉ

La mula de Belén no es kosher

Los híbridos están prohibidos por las normas de pureza de las leyes sagradas de los judíos. El mercado mundial de los productos 'correctos' factura 458.000 millones de euros

PEDRO ONTOSO

Miércoles, 19 de junio 2013, 21:38

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Los chinos bautizan su calendario lunar con nombres de animales. El actual corresponde al mitológico y poderoso dragón, que ha sucedido a la rata astuta, al laborioso buey, al tigre combativo y al precavido conejo. El próximo será el de la serpiente de agua, un símbolo de buena suerte para los ciudadanos del gigante asiático. Salvando las distancias, el occidental calendario gregoriano 2012 pasará a la historia como el año de la mula, por los ríos de tinta que ha generado el libro del Papa sobre la infancia de Jesús. Y por estos lares, cuidado que nos ponemos tercos y soltamos coces a diestro y siniestro, sin saber dónde y por qué damos. Tampoco nos gusta mucho pisar por donde pisa el buey, como le gustaba decir al lehendakari Juan José Ibarretxe cuando dirigía los destinos de este país.

La polémica sobre el buey y la mula de Belén ha abierto un ángulo distinto cuando algunos especialistas han reparado en el carácter híbrido del segundo animal, lo que le invalidaría para estar en el pesebre. «Tendría que ser un asno, porque los híbridos de toda clase están prohibidos en las normas de pureza del Levítico», escribía recientemente el biblista Rafael Aguirre, siempre atento a los enfoques originales de la actualidad. El Levítico es el tercer libro del Pentateuco, que recoge las prescripciones rituales que debían poner en práctica los sacerdotes de la tribu de Leví. En el marco narrativo se cita que se trata de una orden dada por Dios a Moisés en el Sinaí.

Los preceptos sobre lo que es apto o no apto, puro o impuro, han pasado de generación en generación. Las leyes del kashrut definen los alimentos que son aptos para el consumo de un judío. Están prohibidas las mezclas de cárnicos con lácteos, así como el cerdo y el marisco. Se pueden consumir especies rumiantes y con pezuña partida y la carne de un animal puro debe ser sacrificada de una forma especial. El animal debe ser sacrificado de un certero corte, para que no sufra. Y que el matarife sea un shojet. Se permiten las especies acuáticas con escamas y aletas.

Comida kosher, sobre todo, pero afecta también a ropa, calzado y otros objetos. En la nevera no se mezcla la leche con la carne. Una camisa no puede ser de lino y algodón. En el campo tampoco se puede sembrar cebada y trigo. La víspera de la Pascua, los judíos preparan pan ácimo sin levadura para comerlo en recuerdo del éxodo. La pureza se amplía, incluso, a la condición sexual de las personas (la homosexualidad).

La puerta a la salvación

El certificado kosher no solo abre el camino del cielo para los judíos, también supone una puerta a la salvación para muchas empresas en un segmento que va en aumento. El mercado mundial kosher factura unos 600.000 millones de dólares (458.000 millones de euros), el 40% en Estados Unidos, donde 12 millones de consumidores declaran comprar esos productos, sobre todo en las zonas Este y Oeste, según datos ofrecidos recientemente por la Cámara de Comercio España-Israel. Las empresas españolas también han comenzado a entrar en ese apetitoso mercado gracias a un convenio suscrito por la Federación de Comunidades Judías y la Ortodox Unión, la mayor empresa certificadora mundial de productos kosher.

Una obervancia férrea en el caso de los judíos, pero que ha traspasado las líneas de las creencias religiosas y ha enganchado a otros colectivos. Solo un 20% de los compradores de EE UU son judíos, ya que muchos asocian el término kosher a una mayor calidad en la elaboración. Los musulmanes también lo adquieren, así como los adventistas. También los vegetarianos, los veganos y los celíacos. Incluso existen dietas kosher para mantener la línea, más allá de los preceptos.

Las normas de pureza del Levítico se blanden, en algunos casos, con mano de hierro. En su día, la comunidad ultraortodoxa israelí boicoteó a la compaía aérea El Al, que une de manera frecuente Tel Aviv con Nueva York, París, Londres y Bruselas porque sus aviones funcionaron durante las horas de descanso del shabat. La aerolínea nacional se ve obligada a observar el día sagrado de los sábados, porque podría perder el certificado kosher y con ello un colectivo importante de viajeros. La radicalidad con lo correcto y lo apropiado, con lo impuro y lo puro se lleva también al terreno de la pureza étnica del pueblo de Israel. Y eso son ya palabras mayores.

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