Cedo casa a familia en apuros
Un matrimonio bilbaíno pone un anuncio en el periódico para ofrecer un piso vacío en Gijón a cualquiera que lo necesite
ISABEL F. BARBADILLO
Domingo, 2 de diciembre 2012, 17:28
Huyen del protagonismo. Ni fotos que les identifiquen, ni nombres que les delaten. Prefieren aparecer como José e Isabel para preservar un anonimato que, de repente, se ve amenazado por su gesto solidario, plasmado en un anuncio de periódico. La decisión de ceder su casa, en el centro de Gijón, a una de las miles de familias zarandeadas por la crisis, ha hecho que se vean desbordados por decenas de llamadas de potenciales beneficiarios.
El reclamo apareció el pasado sábado en un diario asturiano y rezaba así: «Cedemos gratuitamente piso a familia necesitada en Gijón». ¿A qué se debe tanta generosidad?, se preguntarán. Ellos lo tienen muy meditado: «Porque hoy más que nunca no podemos cerrar los ojos a las desgracias que surgen a nuestro alrededor». Es la explicación que ofrece José, un ejecutivo que nació y estudió en Asturias y que ha recorrido medio mundo de máster en máster (Estados Unidos, Londres y Japón) hasta recalar en un empresa privada con sede en el País Vasco, en la que desempeña un alto cargo directivo y cobra un sueldo envidiable. Isabel, su mujer, es de Alicante y funcionaria de la Administración del Estado. Después de transitar algunos años por varias capitales de provincia ha conseguido plaza en Bilbao. Tienen una hija y viven de forma desahogada. Y aunque matizan que no son millonarios, sino «trabajadores con buenos salarios», creen que su «obligación moral» pasa por compartir su suerte («esa que no han tenido otros») con quien lo necesite. Porque José está convencido de que ellos no son mejores que esos nuevos desheredados, personas de su edad, cualificadas, algunas con una formación excelente, como la suya, «a quienes la vida se les ha torcido mucho».
La idea de prestar la casa de Gijón surgió el día en que Amaia Egaña, de 53 años, saltó por la ventana de la suya cuando iban a desahuciarla. Ocurrió el pasado día 9 en Barakaldo. «El suceso nos impactó muchísimo; vivimos cerca, fue tremendo, tremendo», recuerda aún conmovida Isabel. Acostumbrados a demostrar su solidaridad con distintas ONG, ese fatídico día les hizo reflexionar sobre el drama de los desahucios. «Un problema real al que se ven abocadas muchas familias», agrega José. Demasiadas. Los datos asustan: en España se registran una media de 517 desalojos diarios por el impago de la hipoteca. El 85% de esas familias tienen menores a su cargo. Desde que comenzó la crisis, en 2007, ya rondan los 400.000 y el decreto ley aprobado por el Gobierno y que el Congreso convalidará este jueves no parece que vaya a solucionar la vida a los que están a punto de perder la vivienda. Solo una minoría en condiciones muy extremas podrá beneficiarse de la medida: los bancos paralizarán el pago de la deuda durante dos años a los que ganan menos de 19.000 euros.
Para entrar a vivir
Isabel y José, que siguen de cerca lo que ocurre en el país, han optado por aliviar a alguien de ese sufrimiento. Pensaron que, en realidad, el piso de veraneo de Gijón no lo necesitaban mientras hubiera familias en busca de un simple techo, «o de la vivienda digna a la que nos da derecho la Constitución», precisa Isabel. Un claro guiño a las autoridades competentes, «para que tomen nota de que hay miles y miles de familias en la calle mientras los bancos acumulan miles y miles de pisos vacíos».
La vivienda, amueblada y situada en pleno centro de Gijón, en la Plazuela de San Miguel, tiene dos habitaciones y está en perfectas condiciones para entrar a vivir. Pero estos buenos samaritanos ponen condiciones a los futuros inquilinos: preferible que tengan niños o personas dependientes a su cargo (la población más vulnerable) y que vivan en Gijón para evitar el desarraigo, facilitar la asistencia al colegio y conservar las relaciones familiares y de amistad. Aunque la geografía de procedencia no es requisito imprescindible. Se cede en Gijón porque es donde está la casa y porque observan «que la crisis está apagando la ciudad» que ellos conocieron con otro esplendor.
La cesión se hará por contrato y por un año, con posible renovación. «Si la situación de esas personas ha mejorado, confiamos en que nos lo comuniquen para proceder a adjudicar la vivienda a otros que pasen por un mal momento», explica Isabel, que se empleará a fondo para registrar las solicitudes y estudiar junto a su esposo el curriculum de desesperación e indigencia de cada unidad familiar.
Han pasado solo tres días desde que se divulgó el gesto altruista y la pareja está sorprendida, o más bien descorazonada, no solo por el número de llamadas recibidas, sino, y sobre todo, por las carencias y los dramas de muchas familias que les lanzan un SOS al que saben que no pueden responder. «Es que nos hemos dado cuenta de que es muy duro tener que hacer feliz al más desgraciado de los desgraciados. Eso es lo más terrible», susurra Isabel con cierta impotencia. «Ojalá tuviéramos más casas para poder cederlas. Es fácil renunciar al dinero del alquiler con tal de llevar un poco de sosiego a esas personas tan necesitadas». La pareja tiene otra casa en Alicante, pero no puede disponer de ella debido a un antiguo contrato de arrendamiento.
«Salir juntos de esto»
El hecho de que las redes sociales hayan divulgado la noticia les ha complicado aún más las cosas. Y eso que el sábado pasado salía publicado el teléfono con una errata. En lugar de comenzar por 616, lo hacía con 615. El error, subsanado al día siguiente, ha causado buenos quebraderos de cabeza a los que contestan al otro lado del 615448453, que corresponde a un bufete de abogados madrileños y que no acaban de reponerse de la confusión: «Por favor, no volváis a llamar que no nos dejáis trabajar. Llevamos toda la mañana (por ayer) atendiendo el teléfono y estamos saturados», comentaba una voz femenina al otro lado del hilo telefónico, armada de paciencia por saber muy bien del caso del que se trataba.
La pareja quiere decidir pronto, pero, ante todo, no quiere dar ejemplo de nada. «Somos muy humildes. Sería muy pretencioso pensar que podemos servir de ejemplo, solo deseamos que cambien las cosas en el país y que, independiente de las medidas políticas que se adopten, podamos salir de esto juntos», remata José, quien hubiera preferido no tener que hablar de este asunto que considera privado. Como esa persona anónima que la pasada semana donó 8.500 euros a una familia gallega con tres hijos, uno de ellos enfermo, para saldar la deuda que les impedía alcanzar la dación en pago de la vivienda y el alquiler social de la misma. O como ese ejecutivo bancario, también de Bilbao, que ha buscado casa y trabajo a una madre que tuvo que robar un pollo para dar de comer a su prole. Gestos que salvan de la angustia a familias que ya creían tenerlo todo perdido.