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Diosa de la música disco

Adiós a la reina de la pista

Donna Summer, encarnación del erotismo en la música, ha muerto de cáncer a los 63 años

CARLOS BENITO

Viernes, 18 de mayo 2012, 13:00

En ese reparto de títulos nobiliarios que tanto gusta a cierto periodismo musical, a Donna Summer le tocó ser la Reina de la Música Disco. No deja de ser injusto, sobre todo para los demás artistas implicados en aquel género sensual y hedonista, pero también para ella misma, condenada a que se identifique su carrera entera con un periodo muy concreto, deslumbrante pero parcial. La nombraron reina en los 70, conservó el título el resto de su vida y ya nunca lo perderá en nuestra memoria ni en las historias de la música popular: Donna Summer ha fallecido esta mañana a los 63 años, víctima de una larga lucha contra el cáncer.

Donna, cuyo nombre auténtico era LaDonna Adrian Gaines, parecía una candidata improbable para sexualizar la música hasta convertirla en una pulsión casi coital: sus padres eran cristianos fervientes y la educaron en unos estrictos principios morales. Como sucede con tantas estrellas negras, la iglesia fue su primer escenario, la escuela recatada y devota donde aprendió la técnica que después aplicaría a estilos más pecaminosos: primero fueron grupos de chicas como las Supremes, a las que solía imitar junto a su hermana y su prima; después, descubrió la psicodelia y se enroló en un grupo de rock llamado The Crow. Pero el gran salto le llegó con el musical Hair, ya que consiguió un papel en la versión europea y se trasladó a Alemania. La bostoniana Donna Summer conquistó el mundo desde el Viejo Continente, donde adquirió también el nombre que la haría inmortal: se casó con Helmut Sommer, un actor austriaco, y el matrimonio duró muy poco, pero así se hizo con ese apellido tórrido y festivo que después decidiría traducir al inglés.

Llegó a reina gracias a su alianza con los productores Giorgio Moroder y Pete Bellotte, con los que facturó un puñado de canciones que rompieron moldes, llenaron pistas e incluso indignaron a las mentes biempensantes. Ahí están I Feel Love, Hot Stuff o la inevitable Love To Love You Baby, en su versión radiofónica de tres minutos o en ese largo éxtasis de 17 minutos que solían pinchar los clubes gays para prolongar el goce: dice la leyenda que Moroder y ella la grabaron sentados en un sofá a oscuras, para que los gemidos y jadeos de la diva brotasen de manera más natural. «Suena divertido desmitificaría ella años después en una entrevista con la revista Penthouse, pero durante aquella grabación yo tenía pensamientos mucho más románticos de lo que el disco te puede hacer pensar. Hay momentos en la vida que son físicos, como un orgasmo». Incluso se atrevió a poner como ejemplo la experiencia de «tocar a un hijo», pero cualquiera que piense en eso al escuchar Love To Love You Baby, puro fuego carnal, ha de estar un poco enfermo. Hoy, al oírla 37 años después de su grabación, se hace difícil creer que esa mujer voluptuosa, encarnación del erotismo en la música, haya dejado de vivir.

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