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Una vecina, todavía sobrecogida por el atentado, muestra los daños causados en su vivienda. / IGNACIO PÉREZ
ETA cambia cartas postales por coches bomba
POLÍTICA

ETA cambia cartas postales por coches bomba

FLORENCIO DOMÍNGUEZ

Jueves, 30 de julio 2009, 04:28

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L os planes elaborados por ETA en diciembre de 2008 preveían desarrollar a lo largo del año en curso una campaña de ataques contra el PNV. Para mañana, incluso, habían previsto hacerle llegar al EBB, al lehendakari Ibarretxe (sí, a Juan José Ibarretxe) y a los miembros de la Asamblea Nacional del PNV sendas cartas para recordarles que cincuenta años atrás -el 31 de julio de 1959-, José Luis Alvarez Enparantza, 'Txillardegi', le había escrito otra carta al lehendakari en el exilio, José Antonio Aguirre, informándole de que siete meses antes -en las navidades de 1958- se había constituido una nueva organización denominada Euskadi ta Askatasuna.

La dirección etarra tenía elaborados planes con calendarios precisos, que contemplaban la realización de atentados, asesinatos incluidos, contra los «sectores españolistas» (sic) del PNV y al mismo tiempo enviarles «cartas escritas de forma conciliadora», redactadas «de un modo cercano y abertzale».

Todos esos planes esquizofrénicos se vinieron abajo el 1 de marzo, día en que el PNV no consiguió mayoría absoluta en las elecciones, ni socios para alcanzarla. ETA tuvo que reconducir la estrategia sobre la marcha y dejar de lado al PNV porque ya no tiene el poder que tenía. Hacerle llegar una carta al ciudadano Juan José Ibarretxe carece del impacto propagandístico que tiene enviársela al lehendakari. Ni siquiera tendría el poder de evocación del aniversario de la misiva enviada a José Antonio Aguirre.

Los esquemas de ETA, que hablaba del «antagonismo genético» que tenía con el PNV, partido al que achacaba la responsabilidad principal de que continuara el terrorismo, se convirtieron en fantasías de terrorista adolescente en apenas dos meses. Su conflicto ha sido reorientado hacia lo de siempre, el enfrentamiento contra el Estado, atacando a sus instrumentos policiales, a sus intereses económicos o al partido que ejerce el poder en el conjunto de España que, además, ahora lo ejerce también en el País Vasco. Y las cartas postales que pensaba enviar las ha cambiado por un coche bomba.

ETA, buscando provocar víctimas, ha atacado en los últimos meses a la Guardia Civil, al Cuerpo Nacional de Policía y a la Ertzaintza y ha amenazado a la Policía Foral de Navarra. En apariencia es la forma de responder a la persecución legal implacable que aplica el Estado, tanto contra ETA como contra su entorno político, pero en el fondo lo de menos es la estrategia que invoca la banda para justificar el terrorismo. Unas veces lo ha hecho para provocar la insurrección general, otras para conseguir la negociación, otras para alcanzar la construcción nacional, otras, simplemente, para lograr el cierre de filas. En realidad, casi siempre es para demostrar que ETA existe. La violencia es el dato constatable, la teoría es el disfraz utilizado en cada momento para justificarla.

En situaciones como la actual, en la que aparecen descreídos en las filas de ETA y de su entorno, los atentados, y más si son espectaculares como el de ayer, lo que buscan es que los jefes de la banda puedan sacar pecho ante sus bases. No importa que sean manotazos de ahogado. Nadie piensa en eso cuando ve las impactantes imágenes de un gran edificio arrasado por cientos de kilos de explosivo.

Si no se tienen escrúpulos, no es difícil provocar ese tipo de imágenes con un coche bomba. Si no importan los efectos ni las víctimas que se puedan causar y se está dispuesto a usar explosivo a mansalva, las fotografías salen solas. Es el 'efecto City londinense', la imitación del atentado perpetrado por el IRA el 24 de abril de 1993 en el corazón financiero de la capital británica con la explosión de un coche bomba que causó un muerto, 36 heridos y daños materiales valorados en 1.200 millones de euros. Un efecto que ETA ha buscado en repetidas ocasiones, la última de ellas el 30 de diciembre de 2006 en la Terminal 4 de Barajas.

Pero los etarras y sus bases sociales saben que no basta con un coche bomba para doblegar al Estado. Lo escribía el abogado Txema Matanzas en una carta que le fue interceptada recientemente: «Si vamos a inventar algo técnico que nos permita meter, no sé, veinte coches bomba al año para reventar la economía española y mientras tanto no nos disuelven, pues tira, a probar. Pero si no, dejemos de engañarnos, mirémonos las tripas, lloremos como niños lo que no supimos defender como hombres».

Pero ETA no tiene capacidad para colocar veinte coches bomba al año (en 1987 consiguieron poner 19, pero eran otros tiempos) y, además, aunque pudiera, les fallaría la segunda parte del silogismo de Matanzas, porque no quedarían políticamente impunes. De momento, en siete meses han colocado dos coches bomba. Faltan dieciocho. f.dominguez@diario-elcorreo.com

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