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Patricia Álvarez sueña con París, Isabel Berganza aún no sabe si algún día se irá a vivir a Vitoria.
Bajo el asfalto hay tierra
PATRICIA ÁLVAREZ URBANITA / ISABEL BERGANZA AGRICULTORA

Bajo el asfalto hay tierra

Ambas mujeres miran al cielo para saber de qué forma el tiempo afectará a sus negocios

LUCÍA MARTÍNEZ ODRIOZOLA

Domingo, 5 de abril 2009, 05:15

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Suena el teléfono.

-Isabel Berganza: Sí. -Un largo silencio-. Bueno, déjame, que estoy haciendo una entrevista.

Al colgar el teléfono, se lo larga a Patricia Álvarez.

-Patricia Álvarez: ¿Qué quieres?, ¿que lo apague del todo?

-Isabel: Por favor.

Acaban de conocerse. Isabel Berganza vive en un pueblo, Antezana, que pertenece a Ribera Alta, en Álava. Según un sitio de Internet, Antezana tiene 27 habitantes; pero según la Wikipedia, tiene 11, y 6 más los fines de semana. Cinco de ellos son agricultores. La víspera de la entrevista, Isabel ha escrito en una hoja de un cuaderno escolar un texto: «Este año ha sido crítico para la agricultura por los precios de los productos por debajo de los costes de producción y por la subida de los fertilizantes, el gasoil, la maquinaria, etc».

Patricia Álvarez también se ha preparado para la cita -«Como no me decidía, he traído dos pares de sandalias para la foto»-. Es propietaria de las tiendas Moca de Bilbao: dos de ropa y una de complementos. Trabaja desde primera hora de la mañana hasta la medianoche. Vive donde trabaja. Se mueve en el asfalto.

-¿Qué cosechan?

-Isabel: Trigo, cebada, avena, patatas, remolacha y alubia seca. Además, tenemos cerdos, gallinas, conejos, pollitos, perros truferos y una burra.

-¿Cómo se llama?

-Isabel: ¿La burra? Petri. Tendrá unos 14 años.

-¿Siempre ha vivido en el campo?

-Isabel: Donde nací.

-¿Y usted?

-Patricia: En Bilbao, en la clínica San Francisco Javier, en Indautxu.

-¿Ha vivido alguna vez en el campo?

-Patricia: No, pero mi abuela paterna sí era de campo y en los veranos andaba en burro, segaba la yerba... Bueno, íbamos allí a enredar. Había animales y una huerta, pero de subsistencia. Más pequeño que lo vuestro.

-Isabel: Nosotros también tenemos huerta. Ahora hay habas, guisantes, ajos, cebollas, alguna lechuga. En mayo pondremos el pimiento y el tomate, porque si no se hiela.

-¿Cuál es el momento de más trabajo de todo el año?

-Isabel: Son todos iguales. Hace años, cuando más trabajo había era en la cosecha, en julio y agosto. Ahora es julio, porque se empieza antes a cosechar.

-Patricia: Yo lo tengo bastante repartido. En las tiendas antes eran las navidades, pero ahora con la sección de novias, también tenemos mucho trabajo en primavera. Como compradora, porque lo que más hago en la tienda es comprar.

-Venderá tanto como compra, ¿no?

-Patricia: Al menos, eso intento, pero siempre se compra un poco más. Las épocas de más actividad son septiembre y octubre y febrero y marzo, por las ferias, los desfiles. Entonces viajo a París, Milán Nueva York, Madrid y Barcelona un montón de veces. En Bilbao también veo mucho muestrario. Ésta es la época de más estrés.

-¿La preparación del campo, entonces, no es tan dura?

-Isabel: Es un trabajo fuerte, pero como se hace con maquinaria es más desahogado. Este año ha hecho tan malo, con lluvia desde octubre a febrero, que hemos tenido que hacer la labor ahora, tarde, mal y nunca. Todavía tenemos en la finca la remolacha que se tenía que haber sacado el año pasado, en octubre y noviembre y la tenemos en la tierra, sin recoger.

-Patricia: Para que se seque o.

-Isabel: Porque la azucarera, donde nos la recogen, en Miranda, no ha podido abrir hasta que ha dejado de llover. La recibe poquito a poquito y nosotros tenemos montones enormes, helándose, secándose. Esperamos a que nos digan que les bajemos un par de camiones. La remolacha está mejor en la tierra, porque en el montón pierde peso, se recalienta y se pudre.

-En la tierra, ¿siguen creciendo?

-Isabel: No y ahora se les irá la riqueza que tienen ellas, porque les saldrán brotes. A nosotros nos pagan por peso y riqueza.

-Patricia: Yo suelo decir que parezco un agricultor, porque lo primero que hago cada mañana es mirar el cielo. Dependemos mucho de él porque a la venta de ropa le afecta mucho. En una primavera fría, no se venden ni tirantes ni sandalias. Te obsesionas aunque después se ve que la gente compra plumíferos en agosto y biquinis en invierno. O sea que hay otros motivos de compra.

-Las dos pendientes de la lluvia.

-Patricia: Nos afecta mucho, porque no apetece salir, y el paraguas y la ropa: es muy incómodo.

-Y ustedes, ¿venden toda la cosecha?

-Isabel: Estamos en una cooperativa de cereal y ahí entregamos el trigo, la cebada y la avena. Luego, recogemos el abono y la simiente. También compramos el gasoil, porque es más barato. Vender, vendemos, pero tan pronto está bien como baja un montón. ¿Por qué no lo habré vendido la semana pasada?

-Patricia: Como la bolsa.

-Isabel: Nos gustaría tener precios estables para saber lo que sembrar. De remolacha solo podemos poner la que nos mandan; la de la patata es una ventolera, porque un año la vendemos bien y el siguiente la dejamos en la finca porque vale más recogerla que lo que pagan por ella.

-Patricia: ¡Qué barbaridad!

-Para qué vamos a disimular: una vergüenza.

-Isabel: Los intermediarios. Habría que hacer algo para evitarlos. Nos pagan a 12 o 14 céntimos y en la tienda están a euro.

-Patricia: Es complicado. Yo soy intermediaria y mis gastos de intermediación son elevadísimos. Quizá mayores que el fabricante. Tengo mucho riesgo y aunque venda con un margen comercial, no obtengo una gran rentabilidad. No me forro. Tener una tienda en la Gran Vía de Bilbao tiene un coste.

-¿Físicamente, es un trabajo duro?

-Isabel: Lo ha sido más, pero aún lo es. Es sucio, se pasa frío, calores... Cuando era cría, aún se usaban bueyes, pero ya se metieron tractores y cosechadoras. Tenemos tres tractores, una cosechadora y otra de patata. Cuando el hijo me dice que le lleve el tractor a tal sitio, me falta tiempo. Para mí es como que sirvo para algo.

-Patricia: Mi trabajo es estresante y muy extenso en horario, porque trabajo con americanos y las diferencias horarias son tremendas.

-Isabel: Nos pasa a todos. Tan pronto nos levantamos a las siete como a las nueve y después nos llaman a las doce de la noche para pedir una habitación del agroturismo.

-Patricia: Yo soy la última persona en decidir todo. Y si suena la alarma, tengo que ir de madrugada.

-¿Roban?

-Patricia: Sí, es difícil pero lo hacen. A éste, que robó 100 euros y destrozó mucho más, lo juzgaron y lo condenaron. No merece la pena. Es más fácil robar delante de tus ojos, con la puerta abierta

-Isabel: A nosotros también nos han robado los paneles solares. Incluso mientras los estábamos instalando. Otra vez nos saltó la alarma de noc he. Hay que ir, claro.

Cua ndo comienzan las despedidas, Isabel me da el texto que había escrito, seguramente en la mesa de la cocina, la víspera.

-Isabel: Toma, guárdalo en el bolso.

Concluye así: «Otros agricultores hemos decidido hacer de los pajares y casas viejas, agroturismos. Y así, tenemos otra ayudita más».

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