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Los hosteleros coinciden en que la recesión ha azotado lo mismo a los locales del centro, como el de la imagen, que a los de los barrios periféricos. / IOSU ONANDIA
La crisis arrastra al poteo
ÁLAVA

La crisis arrastra al poteo

Los hosteleros alaveses dicen que sus ingresos han caído un 20% en los últimos meses El sector ha perdido uno de cada diez empleos

ROSA CANCHO

Sábado, 14 de marzo 2009, 03:23

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La caja de buena parte de los bares de Vitoria se ha encogido un 20% en los últimos meses. En sus barras ya no hay codazos por pillar la mejor banderilla, mientras sus dueños asisten con «inquietud» a la constante bajada tanto del poteo como de las consumiciones de noche. La Asociación de Empresarios de la Hostelería de Álava dibuja un panorama sombrío para estos negocios, que han perdido ya un 10% de sus empleos. Tras el verano han pasado a engrosar las listas del paro entre 400 y 450 camareros, algunos incluso con contratos fijos.

El diagnóstico es similar se llame donde se llame: «en época de ERES -expedientes de regulación de empleo- de lo primero que prescinden los afectados es del ocio», repiten dueños de bares y pubs, algunos en situación tan extrema que están a punto de echar la persiana. «No es posible saber cuántos han cerrado, porque en la mayoría de los casos en lugar de un cese de actividad lo que ha habido es un traspaso», explica un letrado de la agrupación hostelera.

Entre los nuevos empresarios de la barra empiezan a ocupar un lugar importante los inmigrantes, los ciudadanos hoy por hoy más animados a la hora de intentar buscarse la vida con este tipo de negocios.

La hostelería tradicional, mientras tanto, trata de capear el temporal a base de trabajo y todo tipo de jugosas ofertas y rebajas para atraer clientes. Miguel Ángel Ruiz, dueño del bar más antiguo de Vitoria, el Bujanda, abre doce horas cada día para intentar llegar a fin de mes. A su juicio, la crisis no ha hecho más que agravar la situación de una zona de poteo, la de la calle Independencia y aledaños, castigada por las obras del tranvía, por el traslado de la sede central de la Caja Vital a Salburua y «por el mal tiempo de este invierno». En los últimos meses calcula haber servido un 60% de cafés más de lo normal. La explicación es muy gráfica: «antes los mismos tomaban una cerveza o un refresco y un pincho».

El ocio nocturno, peor

El negocio de Ruiz, al ser familiar, aguanta de momento las volteretas de la recesión. Pero está convencido de que quienes hoy tengan camareros a su cargo «estarán con la soga al cuello». Uno de los responsables de La Malquerida, el último templo del poteo vitoriano en la Correría, comparte algunas de sus reflexiones. El local que comanda Juanjo Guerrero se libra de momento de los efectos de la recesión, dado que su clientela, un tanto selecta, no es precisamente la más afectada por las regulaciones de empleo. Pero no deja de observar cierto cambio. «Antes la gente gastaba con mayor alegría y ahora se nota más contención».

El virus de la crisis se ha propagado con idéntica virulencia por el centro y los barrios periféricos, según la patronal del sector. No discrimina por zonas, sí por horarios. Entre los empresarios algo más afectados están los que se dedican a amenizar el ocio nocturno. Los dueños de conocidas tabernas y pubs del Casco Viejo y del Ensanche consultados por este periódico corroboran que la crisis está hundiendo más si cabe la noche vitoriana.

Luismi Varona, responsable de Dublín y Falerina, es incluso categórico. «El bajón ha sido brutal», sentencia. Mientras mantiene el tipo en su local de la Virgen Blanca en el de Montehermoso, dice, se ha visto obligado a reducir camareros y funcionar con el personal «imprescindible». Incluso él mismo se plantea en volver a trabajar tras la barra.

Para muchos del sector, la marcha nocturna de lunes a jueves no existe, los viernes «nos arrastramos como podemos» y «todo se concentra en el sábado», apunta Varona. Y ese día, asegura, «la gente sale de casa cenada, el que se tomaba cuatro copas ahora bebe dos y se va a casa a las tres de la mañana en lugar de a las cinco». Para luchar contra esto, se suma a quienes apuestan por las ofertas. En su caso, ha dado origen a la campaña 'Bajada del euvinor' de manera que el tinto en lugar de 0,90, vale 0,70 en sus establecimientos. «Estoy a favor de bajar los precios, pero sin perder». defiende.

Para Intxo Pérez de Arenaza, propietario de El Estitxu, la crisis económica no es más que otro lastre para los hosteleros vitorianos, agobiados por los estrictos horarios de cierre. Y pone un ejemplo de cómo, a su juicio, una decisión institucional juega en contra del sector. El sábado de Carnaval, único día grande de estos festejos en Vitoria, la Policía Local se encargó de que las tascas del Casco Medieval echaran la persiana a las cuatro, relata. «Teniendo en cuenta que estamos en crisis esto es como si yo me caigo a un río y me ahogo. Entonces viene una agente, lee el cartel de que estaba prohibido el baño y en lugar de lanzarme un salvavidas me pone una multa», dice. A su juicio, de igual manera que a las fábricas se le ayuda a reflotar, el Ayuntamiento debería ayudar a empresarios como él con más flexibilidad de horarios.

El síntoma del cotillón

El responsable de las discotecas 'The Cool'' y 'Santa Fe', Jorge Pérez, cree por el contrario que alargar los horarios a los bares perjudica su negocio. Al margen de esta discusión, admite que la caja de sus negocios empieza a resentirse. «La gente sigue saliendo igual, pero se nota que consume menos y que aguanta más tiempo con la misma bebida».

Un síntoma inequívoco de que se avecinaban épocas difíciles para el ocio nocturno fue la caída de los cotillones de Año Nuevo. Pérez recuerda que «no había demanda y hoteles y restaurantes que antes organizaban estas fiestas no lo hicieron. Esa era una señal de que esto iba a pasar».

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