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Una enfermera coge de la mano a un paciente. / E. C.
Entre lo ético y lo humano

Debate al final de la vida

Encuentros con la Salud de EL CORREO regresa mañana con 'Humanizar el proceso de morir', una reflexión sobre los cuidados paliativos frente al suicidio asistido

FERMÍN APEZTEGUIA

Miércoles, 1 de octubre 2008, 12:18

«La sociedad, a veces, es un poco hipócrita. Uno va a tirarse por la ventana y se ponen todos los medios para impedirlo. Las fuerzas sociales intentan evitarlo. Acuden la Policía, Protección Civil, psicólogos especializados, los vecinos, incluso le traen a algún amigo para convencerle de que desista. No sabemos si la decisión que ha tomado se debe a un cuadro depresivo o un arrebato puntual. Lo que nos planteamos es 'salvemos su vida y luego ya estudiaremos el caso'. Sin embargo, la misma sociedad que dispone este operativo se plantea el suicido asistido. Si me traen un paciente con ganas de suicidarse, sé qué debo hacer. Veré en qué le puedo ayudar, analizaré las causas por las que quiere quitarse la vida y, después, si su muerte es irremediable, intentaré reconfortarle física y psíquicamente hasta el final. Pero nunca le animaré a lanzarse al vacío».

El especialista en Cuidados Paliativos Jacinto Batiz tiene clara su posición ante la apertura del debate político y social abierto por el ministro de Sanidad en torno al suicidio asistido. Es la misma que mantiene la Organización Médico Colegial, que agrupa a todos los colegios de médicos de España, y a cuya comisión deontólogica pertenece. Según dice, no tiene sentido cambiar las leyes para acelerar el proceso de la muerte de nadie en un país donde aún están pendientes de desarrollo los cuidados paliativos, que son las unidades para la atención integral de los moribundos.

«La pregunta que debemos hacernos no es si debemos o no legalizar la eutanasia o el suicidio asistido. Lo que deberíamos plantearnos -reflexiona- es si disponemos de las medios humanos y técnicos suficientes como para satisfacer el derecho de todo paciente a recibir cuidados paliativos al final de su vida». El debate sobre la atención al moribundo, 'Humanizar el proceso de morir', centrará mañana la apertura en Bilbao del nuevo curso del programa socio-sanitario Encuentros con la Salud de EL CORREO .

La polémica sobre la necesidad de modificar la legislación actual para garantizar el derecho a morir a las personas con enfermedades graves o en situación terminal suele ser recurrente. Periódicamente, el asunto se convierte en noticia y con la misma velocidad que se extiende por los medios informativos desaparece de ellos. Esta vez parece distinta porque quien ha abierto el debate es el ministro de Sanidad, Bernat Soria, al anunciar la creación de un grupo de sabios para asesor al Gobierno sobre la materia.

El Ejecutivo socialista cree que ha llegado el momento de permitir que los enfermos puedan pedir a un médico que ponga fin a sus días. La decisión se basa, entre otras razones legales, «en el principio básico de que el propietario de tu cuerpo eres tú. Nosotros -explicó el ministro hace unas semanas- respetamos la opción del ciudadano que no quiere ser sometido a la tortura que significa muchas veces el esfuerzo terapéutico, que a veces atenta contra su deseo». Más allá de la controversia política y jurídica, el que se plantea es uno de los debates más profundos al que se enfrenta no sólo la medicina sino también la sociedad, porque en él se entremezclan cuestiones tan trascendentales como la salud, la vida y la muerte.

Suicidio asistido y eutanasia son dos cosas muy parecidas, aunque con matices. Ambas consisten en propiciar la muerte de una persona que no desea seguir viviendo y que ha expresado su voluntad libre e inequívoca de morir. La diferencia es clara. El suicidio asistido requiere la participación de un médico; en la eutanasia basta con un conocido, e incluso puede ser uno mismo quien se quite la vida. A diferencia de las anteriores opciones, los cuidados paliativos no buscan acelerar la muerte, sino propiciar al enfermo un final de la vida sin sufrimiento ni dolor, en paz con uno mismo y cerca de sus seres queridos. La atención terapéutica se mantiene siempre que se considere que la calidad de vida del paciente va a mejorar y se suspenden si se ve que el enfermo, lejos de progresar, empeora.

«Grandes desigualdades»

«Es muy difícilmente comprensible que se tenga el derecho a decidir la propia muerte mediante la desconexión por un tercero de un respirador y no se tenga el de pedir que se le administre a uno un fármaco letal al que tampoco se puede acceder sin ayuda», reflexionan los especialistas Luis Montes y Fernando Soler, del hospital de Leganés (Madrid), investigado y absuelto por posibles sedaciones irregulares de enfermos.

Un informe de la Unión Europea conocido esta misma semana señala, sin embargo, que España ocupa el séptimo puesto de la UE en el desarrollo de Cuidados Paliativos, un servicio que tiene su «principal lastre» en las «grandes desigualdades» que se dan entre las comunidades autónomas. Ofrecen la mejor atención Cataluña y Extremadura . Queda mucho por hacer. «Es una frivolidad que un Estado apruebe la eutanasia sin atender bien a sus enfermos», afirma Jacinto Bátiz. «Como médicos, nuestra primera misión cuando no podemos curar es la de cuidar».

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