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Un espectacular asado esperaba a los asistentes a la fiesta. /P. URRESTI
Recuerdos de carbón
FERIA

Recuerdos de carbón

4.000 personas se reunieron ayer en Villaverde de Trucíos para disfrutar de la última jornada de la Feria de la Hoya

NATXO UGARTE

Lunes, 28 de julio 2008, 12:07

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A principios del siglo XIV, una docena de familias encontró en el Valle de Villaverde el lugar perfecto para asentarse. Estos clanes acordaron trabajar conjuntamente para ser el motor económico de toda la comarca. Para ello decidieron levantar sus viviendas a lo largo del monte Tejea y dedicarse a la producción de carbón vegetal, el combustible con el que alimentar las nueve ferrerías y demás industrias medievales que se fueron instalando conforme pasaba el tiempo a orillas del río Agüera. En cuestión de pocos años, el carbón elaborado por aquella gente era conocido en todo el norte de la Península, y comerciantes de diversos puntos de la cornisa cantábrica se desplazaban a las faldas del Tejea para hacerse con tan preciada mercancía.

Siete siglos después, la asociación cultural Tejea homenajea a sus ancestros y, año tras año, celebra una conocida feria de artesanía, manualidades y degustaciones gastronómicas con un denominador común: el carbón vegetal. Todo ello para rescatar sus costumbres y dejar claro que las raíces de un pueblo nunca se olvidan. Para esto, la localidad cántabra se viste de fiesta durante el último fin de semana de julio.

Degustación de ternera

Ayer fue la última jornada de la IX Feria de La Hoya en Villaverde de Trucíos y más de 4.000 personas acudieron a lo largo del día al municipio para disfrutar de la actuación de distintos grupos folclóricos ataviados con la vestimenta típica de antaño, de campeonatos de habilidad propios del valle. Muchos de los asistentes a la fiesta degustaron los deliciosos bocados típicos de la tradición gastronómica de la zona. «Estamos muy orgullosos de que se rememoren este tipo de ritos, esto es muy especial para los que hemos pasado aquí toda nuestra vida», comentaba emocionada Isabel Elosua, presidenta de la asociación cultural Tejea.

La atracción central fue un año más la degustación de la ternera, que fue cocinada a la antigua usanza. La novilla de más de 265 kilos fue cogiendo color durante más de doce horas sobre las brasas del carbón vegetal del Tejea. Como manda la tradición, la pitanza comenzó a mediodía, cuando el sol calentaba con más fuerza. «Es entrañable ver a todo un pueblo junto disfrutando de sus tradiciones, es algo que no se ve en todos los sitios y de lo que nos sentimos profundamente orgullosos», admitía el alcalde Pedro Mari Llaguno, mientras saboreaba uno de los cientos de pinchos que se repartieron ayer.

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