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Tres operarios colocan una estación base en un edificio. / BORJA AGUDO
Euskadi supera ya las 2.500 antenas de telefonía móvil y hay otras 800 en trámite
TELECOMUNIACIONES

Euskadi supera ya las 2.500 antenas de telefonía móvil y hay otras 800 en trámite

Las operadoras ofrecen hasta 18.000 euros anuales a las comunidades de vecinos para instalar los dispositivos en las azoteas

AITOR ALONSO

Lunes, 30 de junio 2008, 10:26

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Desde hace apenas dos años ya existen en España más teléfonos móviles que personas. Todo el mundo tiene uno y alguno, dos. No es de extrañar, por tanto, que las antenas que proporcionan la cobertura necesaria para establecer las comunicaciones hayan proliferado de forma exponencial en muy pocos años. Ya hay colocadas en todo el país más de 60.000 repetidores. En Euskadi existen 2.581, según los últimos datos a los que ha tenido acceso EL CORREO. Algunos de ellos reportan un buen pellizco a las comunidades de vecinos que alquilan sus azoteas para la instalación de las antenas. En algunas localidades vascas, como Getxo, se han llegado a ofertar hasta 18.000 euros anuales a los portales para que permitan la colocación de los mástiles. Dividido entre los vecinos, alcanza para un capricho, unas vacaciones o, si lo regenta la comunidad, para que los residentes se ahorren las cuotas o para reformar en un par de años el tejado o la fachada.

La red de estaciones base desplegada en el País Vasco no para de crecer conforme avanza también la tecnología de los móviles. Ahora, en pleno despliegue de los teléfonos de tercera generación (3G) -los que permiten establecer videoconferencias o conectarse a Internet-, las operadores tienen en trámite otras 800 peticiones de autorización al Ministerio de Industria para ampliar el número de repetidores. Se sumarán a los 1.364 que ya existen en Vizcaya, los 776 de Guipúzcoa y los 441 de Álava.

Las compañías de telefonía con red propia admiten que «cada vez es más difícil» encontrar comunidades de vecinos que acepten que su azotea albergue una estación base, lo que les ha obligado a elevar sus ofertas económicas. La presión ejercida por grupos ecologistas y colectivos vecinales contra estos elementos también ha derivado en la proliferación de ordenanzas restrictivas en numerosos ayuntamientos, que complican aún más la localización de ubicaciones, señalan en el sector. Algunos municipios, como Portugalete, optaron por permitir únicamente su instalación en edificios municipales. En otros, se establecieron distancias mínimas entre los mástiles e incluso han llegado a fijar que sólo pueden ubicarse en el extrarradio de los núcleos urbanos, alejadas de las viviendas y de los móviles a los que permiten funcionar. Los ayuntamientos, con todo, sólo pueden regular bajo criterios urbanísticos. La autorización de las antenas y la revisión de sus parámetros técnicos corresponde al Ministerio de Industria.

«Lo normal es que las compañías ofrezcan entre 6.000 y 12.000 euros anuales a las comunidades de vecinos, con contratos por periodos largos, de diez años, y en ocasiones con condiciones 'leoninas'. Aunque también hemos conocido ofertas mejores, de hasta 18.000 euros», afirma Miguel Ángel Urrutia, portavoz de la asociación Antena No de Getxo, una de las más activas del País Vasco a la hora de estrechar el cerco a los mástiles sin licencia y de reclamar que las antenas se coloquen en lugares donde no afecten a la población. «Las operadoras -agrega- suelen reservarse el derecho a cancelar el contrato cuando quieran, pero no se contempla lo mismo para las comunidades. También pueden acometer el mantenimiento en cualquier momento, lo que no garantiza que no haya ruidos a deshora en los tejados ante los que los vecinos apenas pueden reclamar. Muchos sucumben ante la cuantía de la oferta económica, pero sería recomendable leer mejor la letra pequeña», opina.

Las antenas se han labrado mala fama. Apenas hay pueblos en Euskadi donde no se haya dado al menos una polémica por la colocación de los mástiles repetidores: bien por carecer de licencia -lo que fue habitual en la primera expansión de la telefonía móvil, dado el vacío legal que costó solventar-, o por ubicarse cerca de colegios o centro sanitarios. Han llegado a enfrentar a vecinos de una misma calle, unos por autorizarla en su tejado y otros por considerarlas perjudiciales para todo el barrio. Pero, ¿realmente lo son? No lo parece y, en los niveles de emisión marcados por la Administración, ningún informe científico certifica que afecten a la salud de las personas.

Peor cuanto más lejos

«La exposición a las emisiones radioeléctricas de teléfonos móviles o estaciones base, si están dentro de los límites marcados en las recomendaciones europeas y en su adaptación a la legislación española, no tiene efectos adversos sobre la salud», sentencia el Ministerio de Ciencia y Tecnología, que alude a los estudios manejados por la Organización Mundial de la Salud o el Comité Europeo de Normas Electrotécnicas (CENELEC). El ministerio también recuerda que la demostración de que los niveles de emisión son limitados está, precisamente, en la necesidad de poner muchas estaciones para cubrir un área y proporcionar cobertura.

Por esta razón se desaconseja alejar las antenas de las áreas urbanas, como han impulsado algunos ayuntamientos, «ya que esto obliga a las estaciones base a emitir también a mayores potencias, incrementándose los niveles de exposición». Expertos vascos como el bioquímico Félix Goñi, Premio Euskadi de Investigación en 2002, resumió la polémica con ironía: «El principal riesgo que corremos con las antenas de telefonía es que una nos caiga encima». Dicho de otro modo: estar expuesto a sus radiaciones es «tan peligroso como escuchar la radio».

Pero quienes se oponen a la proliferación de los mástiles en los núcleos urbanos manejan otros estudios y reclaman, al menos, «precaución», afirma Urrutia. «No estamos en contra de todas las antenas, pero creemos que hay que extremar las precauciones porque aún no se conoce en detalle cuáles serán los efectos en el futuro. Ningún organismo puede asegurar que son nocivas, pero tampoco que son inocuas».

La supuesta contaminación radioeléctrica es invisible, no se puede apreciar a simple vista, y el miedo a sus efectos es libre. La semana pasada se celebró el día contra la contaminación electromagnética, aprovechado por grupos como Ecologistas en Acción para denunciar la «alarmante» proliferación de emisores de este tipo de ondas. No sólo pusieron su lupa sobre los móviles y las antenas que les proporcionan cobertura, sino también sobre las redes Wifi y Wimax que sirven para conectarse a Internet sin cables.

«Seguramente éste será el próximo debate», apuntan los ecologistas, dada la expansión, en ocasiones con impulso público, de este tipo de 'zonas calientes' -'hot spots'- para el acceso a Internet. En Bilbao, por ejemplo, se acaba de establecer la Plaza Nueva como «zona wifi» y en dos años habrá una en cada barrio.

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