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KANSAS ganó a Memphis.
Baloncesto de corazón
TÍTULO ESTUDIANTIL: NCAA

Baloncesto de corazón

El reclamo de la final de la NCAA es similar a la atención que concita la 'Superbowl' y su juego destila estrategia, pasión y paciencia

ÁNGEL RESA

Viernes, 11 de abril 2008, 10:14

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Hasta la NBA, una máquina de centrifugar partidos en cinco meses y medio saturados, tiene que concederse una tregua, sólo una cada temporada, para abrir paso al baloncesto de corazón. El día que se disputa la final universitaria no hay partidos de profesionales. Tal es el reclamo de la NCAA. El encuentro que decide el título estudiantil de Estados Unidos se marca en el calendario de las casas con la tinta viva de los grandes acontecimientos, entre los que se incluye la 'Superbowl'.

Por un día se aparcan las conjeturas sobre las previsibles semifinales del Este en la NBA, entre Boston-Cleveland y Detroit-Orlando. O se abre un paréntesis en el duelo que mantienen Spurs y Lakers para lograr la difícil tarea de arrebatar a New Orleans el liderato del Oeste. Al tiempo, los aficionados de Denver y Warriors pactan un armisticio en la pugna por la última plaza con derecho a las eliminatorias por el título. Cuando llega la final universitaria, la NBA se hace a un lado.

Y Norteamérica reemplaza durante unas horas el mercantilismo por el sentimiento. Las universidades despiertan un concepto de pertenencia o adhesión mucho mayor que los clubes profesionales. En la NCAA no se juega con la cuenta de dividendos, los campus son símbolos permanentes que no se pueden trasladar con ruedas a otra ciudad. Los Hornets se mudaron de Charlotte a New Orleans y la vida siguió igual. Ahora se habla sobre el inminente traslado de los históricos Supersonics de Seattle a Oklahoma City. Pero a nadie se le ocurre echar el candado a la universidad porque hacerlo dejaría a muchos aficionados con jirones en el alma.

44.000 aficionados presenciaron el lunes en el Alamodome de San Antonio la intensa y emocionantísima final que deparó a Kansas el tercer título de su historia tras una prórroga con Memphis. Tomemos el ejemplo de este campus, el de la capital de Tennessee. El estado cuenta con una franquicia profesional, los Grizzlies de Juan Carlos Navarro, un equipo semiabandonado por el público y siempre a remolque de la Universidad de Memphis en los corazones de la gente. Las butacas del FedEx Forum se ven ocupadas a la mitad por personal que sólo mueve los músculos de la cara para comer palomitas, sin un asomo más de emoción. Las cámaras revelaron en la final universitaria de Memphis a un público pasional, de todas las edades, que vivía el juego y adoptaba a sus jugadores por el hecho de representar a un campus.

El duelo definitivo, el del tercer campeonato para los Jayhawks de Kansas, tuvo momentos de gran baloncesto y fases de ofuscación. Pero esos tramos imperfectos se disculpan como todo aquello que se hace de frente, con el corazón en el extremo de la lanza. Para los románticos de un juego colectivo, de cinco tipos unidos por una idea común, la NCAA aún supone un reducto.

Es un baloncesto distinto, más próximo al europeo que a la NBA, donde los sistemas adquieren el valor de la estrategia en el ajedrez, donde existe una organización, donde se premia la paciencia del pase de más amparado en las posibilidades de 'vuelta a empezar' que concede la posesión de 35 segundos, donde las defensas se mueven al compás de la natación sincronizada, donde los 'aclarados' profesionales que dejan a la estrella sola mientras cuatro compañeros intentan no estorbar se ven como un signo de mal gusto...

Ni siquiera la NBA puede aplastar el idealismo de esa noche, encarnado por aficiones implicadas, chicos que aún no cobran y adhesiones inquebrantables. Sólo los técnicos, algunos extraordinariamente pagados, ven el color del dinero. Y algún galáctico ha confesado que, al menos, le generó tanta ilusión ganar el campeoanto universitario como la mismísima NBA. Pregunten a Tim Duncan, triunfador con Wake Forest antes de guiar al cielo a San Antonio Spurs . Pero la final de la NCAA ya ha pasado y el baloncesto de Estados Unidos vuelve a presentar los encuentros como la madre de todas las batallas entre 'fulanito' Bryant y 'menganito' James. América regresa a su concepto de la vida que sitúa al individuo en el vértice de la pirámide.

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