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COMPUNGIDO. Don Carnal ejerció de maestro de ceremonias en la quema de la sardina. / FERNANDO GÓMEZ
Un funeral enmascarado
entierro de la sardina

Un funeral enmascarado

Cientos de personas asistieron al tradicional entierro de la sardina, que puso el broche final a los carnavales bilbaínos

LORENA GIL

Miércoles, 6 de febrero 2008, 08:54

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Bilbao puso ayer fin a unas maratonianas jornadas de desenfreno y despidió sus carnavales con un espectacular entierro de la sardina. Cientos de personas asistieron al funeral, que tuvo lugar en la plaza del Arriaga. Unos agotaron hasta el último suspiro su disfraz; otros acudieron bien arropados a la cita, por si la tarde se quedaba 'frescué'. No fue el caso. El tiempo concedió una tregua para que todos pudieran despedir por todo lo alto a Don Carnal.

La tradicional quema estuvo precedida por un velatorio. Durante toda la mañana, los bilbaínos pudieron ver por última vez el cuerpo presente de la sardina, con anzuelo y chistera incluidos, en la Plaza Nueva y plasmar su firma en el libro de condolencias. Plateada y brillante, quién le iba a decir que tanta fiesta acabaría con ella. Pequeños y mayores aprovecharon para retratarse junto a la elegante protagonista. «Es nuestra última oportunidad antes de que se la lleven y no la volvamos a ver», coincidían. Ni siquiera faltó un espontáneo vestido de pescador. «No la he cogido yo ¿eh? Voy a pescarla cuando la tiren a la ría para devolverla a su hábitat natural», bromeaba Jon Martín, que acudió a la cita junto a su mujer y sus dos hijos. Lo cierto es que resultaba difícil saber quién era el que se tomaba más en serio eso del Carnaval.

El momento más esperado del día llegó a las siete y media de la tarde, con el traslado de la sardina a la explanada del Arriaga. El espectáculo corrió a cargo de la compañía teatral bilbaína Hortzmuga y de su 'Tumba Troupe'. Este singular grupo estuvo compuesto por cuatro personajes en zancos que, encargados de velar por el espíritu de la sardina, recordaban a los pescadores que salen a faenar, salvo por sus chubasqueros negros y sus rostros blanquecinos; tres plañideras, que no cesaron su llanto ante tan dura pérdida; Don Carnal, maestro de ceremonias y personificación de la gula y los pecados de la carne; el 'gidari jauna', encargado de guiar en el transporte de la sardina, y cuatro músicos, que pusieron la nota dramática al acto. Los asistentes, que siguieron en procesión al cortejo fúnebre, portaron también velas en sintonía con la ocasión. Entre los compungidos seguidores se encontraban Raquel, Yoli e Irantzu. «Hay que estar a las penas y a las alegrías», comentaban.

Discurso crítico

La pompa discurrió en kalejira por las calles Correo, Tendería y Bidebarrieta antes de detenerse frente al teatro. No pasaron desapercibidos. Incluso las dependientas del Casco Viejo se asomaban a las puertas de los comercios para mostrar sus respetos. Pero antes de la fatídica incineración, Don Carnal quiso dedicar unas palabras a la sardina frente a la catedral de Santiago. «No somos nada. ¿Por qué se ha muerto siendo tan joven? Parece que fue ayer cuando estaba tan fresca y movía sus aletitas dorsales con tanta gracia», expresó.

Tampoco faltó la crítica ácida a cuestiones como la subida de los precios y del Euríbor. «La sardina se fue sin pagar la hipoteca, pero no os creáis que vivía en Abandoibarra. Tenía que vivir en un 'banco'», ironizó Don Carnal. Apenas unos minutos después el fuego devoraba a la protagonista de los carnavales. El testigo lo recogió Doña Cuaresma, que invitó a los bilbaínos a purificarse después de tanto jolgorio.

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