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análisis

Bacalao

SANTIAGO GONZÁLEZ

Jueves, 31 de enero 2008, 09:15

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Un barco pesquero atracó ayer por la mañana en el muelle del Museo Marítimo para hacer la descarga simbólica de tres cajas de bacalao. El acto era una representación del acuerdo entre Eroski y el Consejo de Productos del Mar de Noruega para que la cadena comercial distribuya en todos sus centros de España el exquisito bacalao noruego que recibe el nombre de 'skrei' y que en años anteriores se comercializaba sólo en Vizcaya.

El acto simbólico recuerda una historia bilbaína del primer tercio del siglo XIX que nos contó el inolvidable Manolo Llano Gorostiza en su libro 'Empresarios al magnesio'. Bilbao y bacalao comparten no sólo una fonética que sugiere engañosamente la caída populista de la 'd' en posición intervocálica. También comparten una historia que explica la raigambre del bacalao en la cocina vizcaína. Un modesto comerciante llamado Juan Gurtubay Meana ordenó a un dependiente que enviara un telegrama a su proveedor noruego con el siguiente texto: «Envíenme primer barco que toque el puerto de Bilbao 100 ó 120 bacaladas primera superior». El mandado escribió tal cual el telegrama, con la cantidad en números, pero sin cuidarse de separar convenientemente ambas cantidades ni de acentuar la disyuntiva.

Un tiempo después recibió 1.000.200 fardos de bacalao. Tras superar la tentación de suicidarse, se conformó con afear al contable su conducta y comenzó a hacer gestiones para ver si podía vender parte de aquello en otras provincias del litoral cantábrico. Era 1836 y, mientras se afanaba en estas cuestiones, estalló la primera guerra carlista. Los insurrectos pusieron sitio a Bilbao y el error de aquel muchacho permitió al mismo tiempo alimentar a los bilbaínos durante el sitio y, además, convirtió a Juan Gurtubay en un hombre inmensamente rico. Tanto, que llegó a ser uno de los más importantes empresarios bilbaínos del siglo XIX. Estuvo en la constitución del Banco de Bilbao, en la puesta en marcha de la Cámara de Comercio y fue uno de los principales impulsores del Ensanche bilbaíno y del ferrocarril Bilbao-Tudela.

La ascensión social de los Gurtubay fue también muy notable. Su hija, Mª del Rosario Gurtubay y González de Castejón, emparentó con la aristocracia al casarse con el duque de Hijar y Aliaga y la nieta que le dio este matrimonio, Mª del Rosario de Silva y Gurtubay, mejoró aún más la posición de la familia por su matrimonio con Jacobo Fitz James Stuart. Ambos fueron los padres de la actual duquesa de Alba y la anécdota que se cuenta en estas líneas explica uno de los orígenes de su fortuna.

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