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La transversalidad en la política vasca
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La transversalidad en la política vasca

JOSU MONTALBÁN

Domingo, 12 de agosto 2007, 04:37

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La palabra de moda en la política vasca -y en la no vasca- es 'transversalidad'. Leo en todos los diarios, a colación de los acuerdos para la designación de los diputados generales de Guipúzcoa y Álava, que triunfaron las estrategias soberanistas de Egibar frente a la 'transversalidad' que defiende Imaz. Recién terminado el proceso electoral oí decir a Madrazo que Ezker Batua garantizaba la 'transversalidad' en el Gobierno vasco y estaba dispuesta a cumplir el mismo objetivo en diputaciones y ayuntamientos. También los líderes de mi PSE-EE han repetido que la 'transversalidad' supone una garantía para el futuro de los acuerdos de coalición, e incluso que para que prosperen las propuestas deben abordar los problemas de los ciudadanos desde la 'transversalidad'. La transversalidad es, al parecer, una virtud pero ¿sabemos lo que significa? ¿La tenemos realmente en cuenta? Si en algún lugar tiene sentido la utilización del término es en nuestro País Vasco, pero porque la convivencia entre nacionalistas y no nacionalistas ha sido siempre problemática a causa de la cerrazón nacionalista y del excesivo sentido centralista de los no nacionalistas, todo ello aderezado con la existencia de un nacionalismo radical independentista y, peor aún, con la brutalidad de ETA. Ahora, tras las negociaciones, convendría analizar por qué no se ha tenido en cuenta ese deseo de transversalidad por parte de nadie, y cuál ha sido la consecuencia final.

En la misma noche electoral los líderes políticos hicieron una lectura de los resultados en términos demasiado partidistas, sin llegar a reconocer que el nuevo mapa exigiría esfuerzos muy importantes para conformar la nueva sociedad vasca, amenazada de nuevo por ETA, tras la ruptura de la tregua. Sin embargo, constituidos los gobiernos correspondientes, aquellas lecturas se han ido al traste. Los buenos resultados del PSE-EE se han quedado en un escuálido aumento de su presencia institucional. Los nefastos resultados obtenidos por el PNV, a base de malabarismos y traiciones, aún le han permitido conseguir más poder foral del que tenían. La desaparecida (en sufragios) EA mantiene su poder a pesar de su debacle. EB también mantiene su poder aunque lo haya hecho favorecida por su oportunista coalición con Aralar. Por fin, la diezmada Batasuna -ahora ANV- ha resultado la gran favorecida por el caos derivado de la falta de acuerdos consistentes y estables. Hasta aquí todo normal, dado que la lucha política se ha convertido en una trifulca de mercaderes.

Pero el País Vasco necesitaba un desenlace diferente. Se ha perdido una oportunidad para convertir esa transversalidad en una virtud. Es evidente que la auténtica fractura de la sociedad vasca sólo puede tener lugar entre los nacionalistas y los no nacionalistas. Las diferencias entre izquierda y derecha se resuelven fácilmente en los procesos electorales, sin que la victoria de uno u otro bando llegue a romper la convivencia, pero las diferencias entre nacionalistas y no nacionalistas, cuando se ven incrementadas por la obstinación de los líderes en acrecentarlas, comportan riesgos graves para la convivencia de los propios vascos. Si hay que reconstruir el País Vasco desde la política (desde las instituciones políticas), los partidos deben hacer un esfuerzo por favorecer la transversalidad de la que hablan.

Hay demasiados asuntos pendientes en el País Vasco que necesitan ser abordados en común. Nacionalistas y no nacionalistas sabemos que el terrorismo es una amenaza para todos en lo que supone de riesgo para todas las vidas y de freno para la consecución del desarrollo, el progreso y el bienestar de todos. También sabemos que la complejidad de nuestro entramado institucional se administra mejor desde la vocación del acuerdo en lo común de todos que desde las diferencias. El hecho de que la Constitución española sea tan generosa al subrayar el respeto a los derechos históricos -que es tanto como aprobar tres 'estatutos' colgando del Estatuto de Autonomía, por medio de la LTH (Ley de Territorios Históricos)- también debe llevarnos a asumir esfuerzos especiales para la lectura e interpretación de los textos. Los excesivos conflictos que algunas políticas específicas del País Vasco -fiscal, industrial, de pesca- provocan con las instituciones europeas también deberían llevarnos a esa transversalidad responsable. En el fondo esa transversalidad se convierte en estabilidad en todos los órdenes, que es lo que necesitamos.

Pero ¿cómo conseguir esa estabilidad, a partir de qué transversalidad, de qué fórmula? Mientras las cifras electorales se mantengan en los márgenes actuales, la pregunta es fácil de responder: sólo hay una. Pudiera ser la de un gobierno PP-PNV, si bien sólo parece factible en alguna política sectorial, dada la estrategia del PP escasamente autonomista. Sólo una colaboración seria entre el PSE-EE y el PNV puede dar esa estabilidad tan necesaria, desde la transversalidad que supone la colaboración entre izquierda, derecha, nacionalistas y no nacionalistas. Las experiencias de periodos anteriores avalan cuanto digo, aunque es cierto que la conformación de nuevas formas de colaboración o coalición debería hacerse evitando los tics y errores que llevaron a ambos partidos a recelar mutuamente.

Cuanto estoy diciendo comporta cierto riesgo que es preciso aclarar. Mi condición y mi convicción de hombre de izquierda (no de centroizquierda), de socialista (no de 'socioliberal' ni socialdemócrata) me llevan a desear un gobierno de izquierdas nítido que propiciara la emancipación de los más humildes -¿sí, la emancipación, aún!-, pero no parece posible aquí y ahora. Sin embargo, la urgencia por resolver o atenuar los problemas que pueden llegar a perturbar la convivencia entre los vascos, y entre los vascos y el resto de españoles, sólo nos puede llevar a ese destino del gobierno de coalición PSE-PNV. Hemos hecho ya suficientes ensayos con otras fórmulas y han fracasado. Ojalá llegue un día, lo antes posible, en que todas las vías posibles puedan ser igualmente admitidas y útiles.

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