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PARAMILITARES guardan las calles que conducen a un seminario islámico en Karachi, dentro del refuerzo de las medidas de seguridad para evitar nuevos levantamientos. / AP
El Ejército paquistaní toma la Mezquita Roja y derriba la madrasa de Jamia Hafsa
286 muertos

El Ejército paquistaní toma la Mezquita Roja y derriba la madrasa de Jamia Hafsa

«Controlamos prácticamente todas las instalaciones y la escuela coránica adyacente, de donde se están retirando los cadáveres»

MIKEL AYESTARAN

Lunes, 23 de julio 2007, 18:14

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La primera parte de la 'Operación silencio' ha concluido. La resistencia desde el interior de la Mezquita Roja y de la madrasa Jamia Hafsa era mínima a media tarde de ayer y las fuerzas de seguridad pusieron en marcha la segunda y última parte de la intervención, la demolición y limpieza. «Controlamos prácticamente todas las instalaciones de la Mezquita Roja y la escuela coránica adyacente, de donde se están retirando cadáveres de los fallecidos en la acción», aseguró el portavoz del Ejército, General Waheed Arshad.

Tras veinticuatro horas de intensos ataques, el poderío militar y el duro bloqueo pudieron con la fe de los estudiantes radicales amotinados desde hace una semana y que, como anunciaron el primer día, lucharon hasta la muerte como auténticos 'shaheed' (mártires).

Los ocho días del motín han sido un duro desgaste para las autoridades, que tenían prisa por zanjar este asunto. La información sobre bajas y heridos es mínima. No obstante, esta pasada madrugada, una fuente de los servicios de Inteligencia paquistaníes cifró el número de cadáveres recogidos en la mezquita en 286. El Ejército, por su parte, ha confirmado que ha perdido a doce hombres de sus unidades especiales. Sin embargo, algunas agencias situaban el número de bajas civiles en ciento veinticinco.

Estas cifras podrían confirmarse debido al elevado número de mujeres y niños que estaban en el recinto al inicio de los ataques. Sólo el martes, mil trescientos civiles consiguieron escapar del complejo, según fuentes policiales. Desde el Ejército, además, denunciaron ya el primer día el uso de civiles como escudos humanos, lo que dificultó la operación y provocó que se alargara más de una semana. El diario 'Pakistan Observer' se muestra más alarmista y asegura que el Gobierno ha pedido que se preparen ochocientos ataúdes.

El que ya no está entre estos cuerpos es el del líder de la revuelta, Abdul Rashid Ghazi. El cadáver del clérigo radical, abatido a tiros el martes por la tarde, está camino de su Rajanpour natal donde será entregado a su familia para que lo puedan enterrar. En la operación también murió su madre. Su cuñada y una sobrina fueron capturadas. Su muerte deja un vacío en el ala más extremista del islam en Pakistán, y ya han empezado a surgir voces que prometen venganza.

Destrucción y limpieza

«Tenemos que estar seguros de que no hay minas, hay que retirar los cuerpos y, por último, siguiendo órdenes del Gobierno, vamos a demoler la madrasa de Jamia Hafsa. La Mezquita Roja no tendrá una escuela al lado», anunció el portavoz del Ejército, General Wahed Arshad, en una rueda de prensa que empezó nada más concluir los últimos disparos de artillería de sus hombres.

La zona que rodea a la Mezquita Roja se encuentra bajo control militar. Sólo la prensa tiene acceso a unas calles fantasmas por donde los últimos ocho días sólo se han visto pasar ambulancias y vehículos militares. La bajada del nivel de resistencia también invitó a que las autoridades decidieran levantar el toque de queda en los aledaños de la zona. Este levantamiento duró dos horas, de cuatro a seis de la tarde, y se espera que hoy se haga definitivo.

La conclusión del toque de queda, sin embargo, viene acompañado de un incremento de las medidas de seguridad en calles, aeropuertos, estaciones de tren y autobús y edificios oficiales por el temor a que se produzcan ataques suicidas en las próximas horas. Hasta el momento no se han producido levantamientos contra la toma de la Mezquita Roja, sólo ha habido pequeñas acciones violentas en las provincias fronterizas con Afganistán, lugar de donde provenían la mayoría de estudiantes.

Negociaciones frustradas

El Gobierno pakistaní, con su presidente a la cabeza, buscaba «una salida pacífica» a la crisis, pero ninguno de los contactos emprendidos con los terroristas evolucionaron. Minutos antes del inicio de la ofensiva definitiva, el presidente Musharraf negoció directamente con Abdul Rashid Ghazi.

Según medios cercanos al dirigente, la oferta del clérigo radical era amnistía a cambio del alto el fuego. Musharraf exigía una rendición sin condiciones, se mostró inflexible y dio el visto bueno a la ofensiva militar.

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