A las ocho de la mañana centenares de cestas de mimbre esperaban repletas de capones a que apareciera un comprador aunque, cuando poco después se abrió el mercado, los capones “se despacharon con un ritmo frenético”.Las cestas más visitadas fueron aquellas sobre las que existía un cartel que las identificaba con algún distintivo de haber sido premiadas. Con la misma rapidez que se producían las transacciones, una empresa de mensajería empaquetaba capones para medio mundo, ya que es un producto que muy pocas veces degusta quien lo compra, porque la mayor parte llega a sus destinatarios a modo de...