Con la vida todavía enredada entre escombros de tsunami, los barcos boca abajo y con piedras en el camino. Lo único que les hacía falta a los japoneses era una prohibición a sus productos.
El agua que sirve para refrescar Fukushima se ha contaminado y también sus peces, pero pasará tiempo hasta que puedan volver a pescar. Peor es el veto a la leche, a las espinacas y al brócoli en una zona más rural que el resto del país y que se nutre de la tierra. Los mercados del norte están vacíos y no va ayudar nada que Estados Unidos haya restringido las importaciones de alimentos japoneses. Sus niveles de...