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Gurutze, la estanquera, junto a su hija Olatz, atiende a los clientes. MICHELENA
Los vecinos evitan un violento robo a punta de pistola en un estanco de San Sebastián

Los vecinos evitan un violento robo a punta de pistola en un estanco de San Sebastián

La intervención de varios testigos frustró el robo en un establecimiento del barrio de Intxaurrondo y permitió el arresto del atracador

JAVIER PEÑALBA

Viernes, 9 de febrero 2018, 10:57

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Magullado, dolorido, en estado de shock y todavía con un enorme susto en el cuerpo. Así se encuentra Julen, un estanquero donostiarra que la noche del miércoles vivió una de las situaciones más angustiosas de su vida, después de que un atracador irrumpiera en su negocio. El asaltante golpeó repetidas veces a la víctima en la cabeza con la pistola que esgrimió. Seguidamente le ató de pies y manos antes de obligarle a permanecer tumbado en el suelo. Pero cuando ya daba todo por perdido, llegaron los refuerzos. Amigos y vecinos acudieron raudos en auxilio de Julen y no solo abortaron el robo, sino que lograron retener al asaltante. «Cuando le vi en el suelo con toda la cara ensangrentada temí que pudiera haberle pasado lo peor», explica Pier Alberdi, carnicero y una de las personas que socorrió a la víctima.

Eran las ocho menos veinte de la tarde. Julen se disponía a cerrar la expendeduría que regenta junto a su esposa Gurutze, en el número 65 del paseo de Zubiaurre, en lo que se conoce como Intxaurrondo Zaharra. «Mi marido estaba solo, se hallaba recogiendo las cosas para cerrar. Entonces entró un individuo. Llevaba puesto un abrigo de color verde y tenía la cabeza cubierta con la capucha de la propia chamarra. Llevaba también unas gafas», comentan casi al unísono Gurutze y Olatz, hija del matrimonio.

El atracador dio tres pasos, los suficientes para cubrir la distancia que separa la puerta de entrada y el mostrador. Sobre el mueble depositó una bolsa de la que extrajo una pistola y dijo la frase patentada por ellos: «Esto es un atraco». Gurutze relata que «cuando mi marido escuchó lo del atraco, pensó que era algún vecino que venía bromeando. Tanto es así que ni siquiera levantó la mirada, seguía a lo suyo».

Fue en la segunda advertencia cuando el estanquero se percató realmente de lo que sucedía. «Cuando sacó el arma se cubrió la cara con una especie de buff y pretendió meterse dentro del mostrador. Fue en ese momento cuando mi padre reaccionó», apunta la hija.

Julen echó en aquel momento mano a un spray de pimienta que tenía al alcance para evitar este tipo de situaciones. «Pero como el asaltante llevaba gafas y la cara tapada con el buff, el aerosol no le hizo ningún efecto». El ladrón empujó entonces a Julen contra una estantería y le empezó a golpear en la cabeza con la culata de la pistola.

En los instantes posteriores, víctima y agresor se enzarzaron en una pelea. «Mi marido se defendió como mejor pudo, pero después de los golpes recibidos, sobre todo en la cabeza, llegó un momento en el que ya no pudo más».

Seguidamente, el atracador extrajo de su bolsa un rollo de cinta americana con la que ató al estanquero de pies y manos.

Pier Alberdi, el carnicero; Gurutze, la estanquera; Pier, hijo; Olatz, hija de los estanqueros, y Montse, empleada de la carnicería, en el lugar de los hechos. /
Pier Alberdi, el carnicero; Gurutze, la estanquera; Pier, hijo; Olatz, hija de los estanqueros, y Montse, empleada de la carnicería, en el lugar de los hechos. / MICHELENA

Reacción de los vecinos

El incidente que se registraba en el interior del establecimiento no pasó desapercibido para algunos vecinos que escucharon los ruidos causados por los empujones contra las paredes del local. El testigo vio al dueño del estanco en el suelo y puso los hechos en conocimiento de otras personas.

Pier Alberdi, su padre, del mismo nombre y dueños de la carnicería contigua al estanco, junto a Montse, una empleada, acudieron en auxilio de la víctima. Al llegar, sin embargo, encontraron la puerta cerrada con un pestillo que había sido accionado desde el interior por el propio atracador. «La primera noticia me llegó de un cliente. Entró a la carnicería diciendo que Julen estaba atado de pies y manos. Yo me encontraba sirviendo, lo dejé todo y salí a ver qué pasaba. Al acercarme, vi a Julen también tumbado en suelo», explica Pier hijo.

El carnicero reconoce que se asustó al ver el estado en el que permanecía el estanquero. «Tenía toda la cara ensangrentada y no respondía a lo que le decíamos. Creía que le había machacado», añade.

Tensión ante la puerta

Los momentos fueron realmente tensos, tanto que Pier rompió de un manotazo uno de los cristales de la puerta del estanco en un intento de acceder al interior. «Le dije que habíamos llamado a la Ertzaintza, que estaba cogido y que ya nada podía hacer», relata el carnicero.

Al verse sorprendido, el atracador buscó la manera de salir de aquel atolladero. Sabía que el local contaba con una puerta interior, porque durante la fase de vigilancia que había realizado, observó que, en el momento del cierre, los dueños abandonaban el estanco por el portal contiguo.

El detenido, de 61 años y con antecedentes delictivos, utilizó una pistola simulada

«Mi marido está dolorido, magullado, en estado de shock y con el susto aún en el cuerpo»

Por ello, en los minutos siguientes a ser descubierto buscó denodadamente dicha salida. «En las imágenes captadas por las cámaras de seguridad que tenemos se ve y se escucha cómo se dirige a mi padre y le dice: 'Hijo de puta, dime dónde está la salida'. Pero mi padre solo decía que le dejara en paz y 'haz lo que quieras'. Estaba hecho polvo. Bastante tenía con la paliza que había recibido», relata Olatz.

Esta situación se mantuvo por espacio de unos diez minutos. «Al ver que no encontraba la otra puerta, no tuvo más remedio que intentar huir por la principal. En cuanto salió, una de las personas que estaban presentes conmigo le dio un puñetazo; luego yo pude echarle al suelo y me puse encima suyo», recuerda el carnicero.

En los instantes posteriores, Pier Alberdi se dirigió a la víctima. «Le quité las tiras que tenía en los pies y manos. Le vi bastante hecho polvo. Le habían dado una buena paliza».

El herido fue evacuado a un centro sanitario, donde fue sometido a un reconocimiento médico. Posteriormente, fue dado de alta y ayer permanecía en su domicilio. «Está magullado», señala su esposa.

El atracador, por su parte, fue retenido por los vecinos hasta la llegada de efectivos de la Ertzain-tza que lo condujeron a dependencias policiales. Fuentes de Seguridad indicaron que los ertzainas intervinientes inspeccionaron el interior del establecimiento donde hallaron el arma utilizada por el atracador, que resultó ser una pistola simulada. El detenido, de 61 años y con antecedentes delictivos, será puesto a disposición judicial tras la finalización de las diligencias policiales. Se le imputa un delito de robo con violencia e intimidación.

Planificación del golpe

La esposa de la víctima no tiene duda alguna respecto a que el autor llevaba días planificando el golpe. «Su idea era que mi padre bajara las persianas y quedarse solos dentro del local. Luego, pretendía salir por la puerta que da acceso al portal. Sabía que esa puerta existía pero lo que no se imaginaba era que está oculta por la estantería donde tenemos las revistas. Entraba como un loco en la trastienda pensando que tenía que estar allí, pero no la veía por ningún lado. Se estaba desesperando y le pegaba a mi marido para que le dijera por dónde se accedía».

Los familiares de la víctima solo tienen palabras de agradecimiento hacia las personas que auxiliaron a Julen. «Ha sido una reacción solidaria de los vecinos que nosotros agradecemos enormemente. Aquí nos conocemos todos y además nos ayudamos», señalan.

La titular del estanco afirma que es la primera vez que son víctimas de un robo con intimidación. «Alguna vez habían intentado entrar desde el exterior, pero nunca habíamos sufrido algo parecido», explica la esposa. «A partir de ahora voy a traer una porra para sacarla en casos como éste», añade.

Tampoco Pier, el carnicero, ha conocido un caso similar. «En todos los años que llevamos aquí no había visto nada igual».

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