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La recuperación auditiva supera el 90% en recién nacidos

La mejora en adultos resulta más limitada. Solo uno de cada cuatro se pueden beneficiar de los implantes cocleares

Fermín Apezteguia

Domingo, 25 de febrero 2018, 01:06

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No todos los sordos son candidatos a un implante coclear ni consiguen los mismos resultados. La solución terapéutica, que puede resultar cara para la mayoría de los pacientes, permite obtener hasta una recuperación de la audición próxima al 90% cuando se trata de bebés tratados antes de los dos años, preferiblemente antes de que comiencen a desarrollar el lenguaje; y también resultan muy buenos en pacientes que oían con normalidad y fueron perdiendo oído por distintas razones.

Los resultados pueden ser más pobres, y a menudo se desaconseja la terapia, en personas adultas que nunca oyeron y a las que puede resultar muchísimo más complicado -si no imposible- el proceso de reidentificación de sonidos. El porcentaje de éxito en personas mayores, se cifra, de hecho, en el 25%.

La intervención en críos, aun con sorderas severas, incapaces de oír absolutamente nada, se recomienda realizar antes de que los bebés comiencen a hablar, entre los seis meses y el año de vida, según explica el otorrinolaringólogo del IMQ Ignacio López de Argumedo. «La capacidad de hablar y escuchar que consiguen es perfecta, que es lo que buscamos», destaca el especialista.

Si se trata de un adulto, el candidato ideal para la intervención es alguien que previamente haya desarrollado el lenguaje, según detalla el director del departamento de Otorrinolaringología de la Clínica Universidad de Navarra, Manuel Manrique. «Lo deseable es que el tiempo de estimulación con el implante se lleve a cabo lo antes posible. Es requisito importante que no pase mucho tiempo desde que uno se queda sordo hasta que se realiza la intervención».

Tiene su explicación. El objetivo de la cirugía es facilitar el reaprendizaje de los sonidos y para la realización de ese ejercicio la disposición del paciente desempeña un papel fundamental. Las personas que nacieron sordas o con problemas severos de audición y llegaron así a la edad adulta no se adaptan con igual facilidad al sistema. Determinados problemas congénitos también pueden impedirlo.

La cirugía, que lleva unas tres horas, consta de dos partes. Consiste en colocar un micrófono con un procesador de sonidos y una bobina en la parte exterior del oído; y un receptor en su parte interna. Hay equipos que funcionan con tres pilas de botón -que duran tres o cuatro días- y otros que se recargan conectándose a la red eléctrica, igual que un teléfono móvil.

La Sanidad pública financia sólo las intervenciones en niños, no accesorios, pilas, ni reparaciones, que en ocasiones, según explican los usuarios pueden resultar «muy caras. Si se estropea el procesador, te puedes gastar 500 euros en uno nuevo y si se rompe por el camino, la empresa no responde», se queja Vanesa Maya, la madre del pequeño Liam. La cirugía y los equipos para un adulto puede costar entre 25.000 y 35.000 euros, incluida la intervención, el pago de los equipos y el posterior proceso de rehabilitación con logopeda que se requiere. Es el precio de oír o vivir en el silencio.

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