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Lunes, 26 de marzo 2018, 12:27
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El Juzgado de Instrucción número 2 de Vitoria investiga la denuncia que un supuesto traficante de droga presentó a principios del año pasado contra un ertzaina. Este hombre acudió a la Policía vasca para denunciar que uno de sus agentes, acompañado por otros policías de uniforme, le había dado una paliza en el bar que regentaba en la capital alavesa. Othman C. también quería poner en conocimiento de las autoridades que no era la primera vez que este agente le abordaba de forma agresiva, ya fuese en su local o en plena calle.
Su intención, según la documentación que obra en sede judicial, era casi siempre la misma: exigirle una cantidad de droga y de dinero. La última vez, en la que el denunciante acabó en el hospital de Txagorritxu con diversas lesiones, le insistió en que debía darle un gramo de cocaína cada día y mil euros al mes si quería mantener abierto el bar que tenía en la calle Lorenzo Prestamero. En principio, la instrucción judicial ha sido abierta en torno a un supuesto delito de lesiones que, en todo caso, podría derivar en delitos más graves en función de cómo se desarrolle la investigación, que esta semana siguió en los juzgados de Vitoria tomando declaración a testigos.
Los hechos que desencadenaron las pesquisas se remontan a noviembre de 2016. Ese día varios agentes de la Ertzaintza irrumpieron en el bar Erle. Uno de ellos lo hizo al grito de «esto es una mezquita de la droga». Según explicó a este periódico el propietario de un negocio próximo al bar, que se encontraba en el local en ese momento, uno de los ertzainas que apareció en el establecimiento se metió en la cocina y empezó a golpear a Othman mientras le decía que su local era «una mezquita de la droga» y que iba a «acabar con ellos». El resto de policías no «hizo nada» para detener la agresión a pesar de que la víctima pedía ayuda «a gritos». Este mismo testigo, de 64 años, también afirmó que el funcionario había entrado en otras ocasiones al bar con una actitud «excesivamente agresiva».
Tras salir del hospital, donde fue atendido de diversas lesiones, Othman acudió a la Ertzaintza para denunciar lo que le había ocurrido. Según dijo, este funcionario le preguntó si era «el único marroquí» que no sabía lo que tenía que hacer y le dijo que tenía que enviarle droga cada día y mil euros al mes si quería seguir con su negocio.
Othman, que arrastra diversos antecedentes penales por tráfico de drogas, afirmó que no era la primera vez que este agente le hacía una exigencia de estas características en los últimos años. Este mismo funcionario -dijo- se quedó una vez con 700 euros de los 1.000 que le encontró durante un registro corporal y, otra vez, hizo «desaparecer» 14 de los 15 gramos de cocaína que le decomisó en 2014. «El resto hacemos como que no existe», le advirtió. En otra ocasión le dijo que «si quería seguir vendiendo drogas» tenía que «pagar», «porque era él el que ponía las normas en el barrio». Afirma que nunca pagó, pero que por eso mismo cada vez se encontraba con él más a menudo.
Noviembre de 2016. Varios ertzainas entran en el Bar Erle, en la calle Lorenzo Prestamero de Vitoria. El responsable del local, un hombre con antecedentes por tráfico de drogas, acaba en el hospital de Txagorritxu con diversas lesiones. Acusa a uno de los agentes.
Enero de 2017. El responsable del local acude a la Ertzaintza a denunciar que uno de sus agentes le dio una paliza por negarse a entregarle un gramo de cocaína al día y mil euros al mes. Esta persona dijo que este era el ‘peaje’ que el funcionario le había puesto para mantener abierto el bar.
Primavera de 2017. Se empieza a estudiar la denuncia y se toman diversos testimonios a responsables de varios locales de Vitoria. Algunos niegan que estos ertzainas les hayan exigido drogas o dinero. Otros afirmaron haber sufrido amenazas, presiones e incluso sustracciones de dinero. Y otros afirmaron que hay locales que pagan dinero para que no les haga tantas ‘visitas’.
Marzo de 2018. Se toman declaraciones en los juzgados.
La Ertzaintza comprobó que las denuncias de Othman coincidían con las fechas de algunas actuaciones policiales, aunque los hechos que se hacían constar en las mismas diferían sustancialmente del testimonio del supuesto traficante de drogas. Es decir, no se hace referencia ni al uso de la fuerza y las cantidades de drogas intervenidas varían sustancialmente respecto a las que refiere esta persona. También se comprobó que el principal agente investigado cuenta con un historial en el que destacan numerosas actuaciones policiales relacionadas con el tráfico y el consumo de drogas.
En este contexto, la investigación se centró en tratar de comprobar la credibilidad de la denuncia. Comenzó entonces una ronda de declaraciones. Se acudió a diversos locales de la capital alavesa en los que supuestamente se trafica con drogas. Algunos de los testigos negaron que algún ertzaina les haya exigido drogas o dinero. Otros dijeron que han sufrido amenazas, presiones para espantar a la clientela o sustracciones de dinero. Pero otros responsables de locales de hostelería confirmaron que este agente, «muy conocido» entre la comunidad magrebí, había entrado en diversas ocasiones en sus locales. Una de estas personas aseguró que este ertzaina trabaja «fuera de la ley».
El responsable de otro bar manifestó que conocía cómo este policía presiona a los magrebíes que dirigen bares en Vitoria y, de hecho, subrayó que conoce varios establecimientos -también mencionados por otras personas- que pagan dinero a este funcionario con el objetivo de que no les hiciese tantas inspecciones. Esta misma persona, sin embargo, insistió en que su único objetivo es poder traer a su familia a España y que, por tanto, no puede dar más datos ya que se arriesgaría a recibir más ‘visitas’ del agente. En este contexto, los juzgados de Vitoria tratan de determinar si en el fondo de esta denuncia se esconde un caso de un extorsión policial.
Algunos de los testigos que deben declarar en el juzgado de Instrucción 2 de Vitoria no ocultan sus recelos sobre lo que les puede pasar si hablan «más de la cuenta». El responsable de un negocio próximo al bar Erle reconoció a EL CORREO que presenció la agresión al supuesto traficante, pero insistió en que no quería hablar más porque no quería meterse «en problemas». «Esta gente es muy peligrosa», afirmó. El dueño de otro local situado junto al bar en el que se produjo la agresión que dio pie a la primera denuncia -un establecimiento que según diversas fuentes ha sufrió diversos desperfectos como consecuencia de los registros policiales y de la actividad de los supuestos traficantes- rehusó hacer declaraciones, aunque confirmó los destrozos que había sufrido el bar Erle.
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