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Rennes. Alexandre (francés, en la foto pequeña a la izquierda) y Elva (León, de rojo) coincidieron en el país de él. Hoy viven con su hija Iria en Santander.
Los hijos de Erasmus

Los hijos de Erasmus

Treinta años después, el programa de estudios se ha convertido en un indudable éxito; ha movido a 9 millones de jóvenes, y casi un millón de niños (Iria, Adrián, Vega, Julie, Oliver...) le deben la vida

IRMA CUESTA

Sábado, 6 de enero 2018

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Cuando Elva salió de León con destino a Rennes era imposible imaginar lo que el destino le tenía preparado. Durante aquel año de Erasmus en la Bretaña, además de vivir otras muchas experiencias, conocería a quien se convertiría en su marido y en el padre de la increíble Iria. La aventura para Elva Aller Rafael, una leonesa matriculada en Historia del Arte, y Alexandre Le Gall, un francés que estudiaba Ciencias Políticas, comenzó en una de las residencias universitarias que cada año acogen a los miles de estudiantes europeos que optan a una beca del programa creado en 1987 por iniciativa de la asociación estudiantil AEGEE Europe. «La realidad es que fue pura casualidad que nos encontráramos. Cuando llegué a Rennes, la residencia en la que debía quedarme estaba completa, así que me buscaron alojamiento en otra que ocupaban estudiantes de ciencias. Allí encontré a Alexandre y a un montón de personas que se convirtieron en nuestros amigos y con las que seguimos teniendo relación», explica Elva.

Aquello ocurrió en el curso 2003-2004. Finalizado el año, ella volvió a León y él se instaló en Estrasburgo dispuesto a preparar una oposición que aprobaría poco después. «Yo, después de un año en mi tierra, me marché con él. Aprobada la oposición nos instalamos en Nantes y más tarde en Poitiers. Tratando de estar más cerca de casa, ocho años después Alexandre pidió una excedencia y nos vinimos a Santander».

«Puede que muchos lo relacionen con un año de borrachera y poco estudio, pero te abre la mente»

A Alexander, trabajar en un departamento que gestiona fondos europeos le abrió la puerta de una oficina con ese mismo cometido situada en la capital de Cantabria y, aunque sabe que algún día tendrá que regresar, de momento está encantado con su nuevo destino. «De algún modo, el Erasmus te hace así. Te convierte en alguien abierto. Puede que muchos relacionen ese año con un año de borrachera y poco estudio pero, aunque no sea muy exigente académicamente hablando, aprendes otras muchas cosas y conoces mucha gente que de otra manera habría sido imposible. En definitiva, un Erasmus te abre la mente».

Desde luego, Alexandre y Elva no fueron los primeros en hacer las maletas e instalarse en un lugar de Europa, lejos de casa, buscando nuevas experiencias. Para cuando ellos lo hicieron, el programa llevaba en marcha 16 años y había llovido mucho desde que, en 1987, España envió a los primeros 95 estudiantes fuera de sus fronteras.

Tres décadas de éxito

Treinta años después, la iniciativa que nació dispuesta a convertirse en la mejor de las oportunidades para vivir nuevas experiencias y, de paso, ir haciendo Europa, se ha convertido en un éxito. Desde entonces, Erasmus ha movilizado a cerca de nueve millones de estudiantes y se calcula que hay ya casi un millón de niños y jóvenes que son hijos de parejas que se conocieron durante su estancia Erasmus.

Amberes. Los españoles Leticia (Zamora) y Rodrigo (Córdoba), con Adrián y Vega, 17 años después de verse por primera vez. Ahora residen en Sevilla.
Amberes. Los españoles Leticia (Zamora) y Rodrigo (Córdoba), con Adrián y Vega, 17 años después de verse por primera vez. Ahora residen en Sevilla.

Es el caso de Adrián y Vega, que tienen tres años y catorce meses respectivamente. Sus padres, Leticia y Rodrigo, se encontraron en Amberes durante el curso 2001-2002 y, desde entonces, por más que se hayan complicado las cosas, no han vuelto a separarse. «Yo salí de Salamanca, en donde estudiaba ADE, con 21 años. Era la primera vez que viajaba a Europa y la primera que me subía en un avión. Así que es fácil imaginar lo que supuso para mí la experiencia a nivel de aprendizaje, de autonomía, de independencia...», cuenta Leticia, mientras recuerda que conoció a Rodrigo en el aeropuerto que los llevaba a Bruselas. «Estando allí coincidimos con otros Erasmus que viajaban con el mismo destino. Él estaba con ellos. Estudiaba Ciencias Ambientales, acababa de terminar e iba a hacer un curso de postgrado. Al principio no nos veíamos demasiado porque estábamos en universidades diferentes, pero de vez en cuando coincidíamos. Nos hicimos amigos y hacíamos por vernos, pero la idea era que aquello no fuera muy en serio; a la vuelta, cada uno a su casa. Sin embargo, de regreso a España seguimos en contacto y en diciembre de 2002 decidimos estar juntos».

Leticia y Rodrigo estuvieron hasta 2011 viviendo cada uno en una ciudad diferente porque no podían dejar sus trabajos. Eso, hasta que en 2013 se casaron y se instalaron en Sevilla. Quince años después, ella aún se pregunta de dónde sacó el valor para subirse en aquel avión que le cambió la vida para siempre y se alegra de que España sea el país que más estudiantes exporta a Europa (más de 30.000) y también el que más becados recibe por delante de Francia, Reino Unido, Alemania e Italia.

«Yo estudiaba Trabajo Social y él Turismo. Nos conocimos una noche en un pub»

El problema es que España es también el país que registra la segunda mayor tasa de paro juvenil (solo por delante de Grecia) de la Unión Europea: un 41,5%. La pregunta es si participar de la experiencia, además de ayudar a madurar y confraternizar con nuestros aliados, allana el camino en busca de empleo.

Rovaniemi. Bettina (austríaca) y Antonio se encontraron en Finlandia. Hoy viven con Oliver en Valencia.
Rovaniemi. Bettina (austríaca) y Antonio se encontraron en Finlandia. Hoy viven con Oliver en Valencia.

Ese fue, al menos, el caso de Bettina Holzer y Antonio Vierto, que se conocieron en Rovaniemi, la capital administrativa de la provincia de Laponia (Finlandia). Allí, a dos pasos de Círculo Polar Ártico, entre aurora boreal y aurora boreal, la joven austriaca y el español se enamoraron. «Yo estudiaba Trabajo Social y él Turismo. Nos conocimos una noche en un pub y nos dimos cuenta de que éramos vecinos. Lo pasábamos muy bien juntos y estar allí era fantástico desde todos los puntos de vista, pero creíamos que al acabar el curso también se acabaría la relación. No fue así. Pasamos el año siguiente cogiendo vuelos y luego Antonio se vino a Austria. Estuvimos viviendo dos años en Viena. Él hacía un MBA y yo tenía un empleo, pero no me gustaba demasiado mi trabajo, así que decidimos venir a España y montar una empresa. Hace 18 meses que nació Oliver y estamos felices en Valencia».

Bettina y Antonio tienen una página web (gastronomicspain.com) que se dedica a enviar comida a los españoles que viven fuera. «De nuestra experiencia aprendimos que hay mucha gente a la que le gustaría acceder a determinados productos que no puede encontrar donde vive, y nos decidimos a montar un mercado online ¿Que qué mandamos? Sobre todo jamón y queso, pero también sobrasada, morcilla... y, en estas fechas, por supuesto, dulces de Navidad».

Toulouse. Sara (de Cuenca) y Cedric (francés) con Julie. En pocos meses llegará Hugo para completar la familia. Han pasado 10 años desde que se conocieron.
Toulouse. Sara (de Cuenca) y Cedric (francés) con Julie. En pocos meses llegará Hugo para completar la familia. Han pasado 10 años desde que se conocieron.

Un cúmulo de casualidades

También Sara de Benito y Cedric Casabon, una conquense y un francés de Collioure, forman parte de ese selecto club de jóvenes que se conocieron gracias a un Erasmus en Toulouse y que hoy ha formado una familia. En el caso de Sara, fue una amiga la que le animó a marcharse con ella el último año de Magisterio. «Fue todo un cúmulo de casualidades. Me denegaron la beca, pero un profesor me dijo que insistiera y finalmente lo conseguí. Luego, llego a la residencia y el estudiante al que habían encargado que estuviera un poco atento de los nuevos era Cedric. Al mes ya estábamos juntos, aunque ahora no se cómo podíamos entendernos, porque yo apenas hablaba francés». Sara, dispuesta a animar a todos los estudiantes a hacer la maleta y aprovechar la oportunidad del programa europeo, asegura que para ella fue una experiencia única que todo el mundo debería vivir. «No se trata de viajar, ni de pasar unos meses fuera... se trata de alejarte de tu rutina durante un curso, de tu familia y amigos, y afrontar el reto. En esa situación, o te defiendes, o te defiendes, no queda otra opción», dice recordando que al acabar aquel curso de 2006-2007 estuvieron dos años viajando para verse hasta que, en 2009 comenzaron a investigar quién de los dos tenía más fácil la homologación de su título fuera de su país. «Al final vimos que él tenía más opciones, aunque yo estuve en Francia un año hasta que en 2010 nos vinimos y nos casamos. Al principio fue complicado, pero finalmente yo conseguí mi plaza en Cuenca y él está dando clases en la universidad. Tenemos una niña de 20 meses, Julie, a la que hablamos en francés, y esperamos para febrero un niño que se llamará Hugo».

En datos

  • El objetivo Erasmus es un programa que apoya y facilita la movilidad académica de estudiantes y profesores universitarios desde 1987 entre 33 países; los veintisiete que conforman la UE y Croacia, Islandia, Liechtenstein, Noruega, Suiza y Turquía. Hasta ahora han participado nueve millones de jóvenes.

  • ¿Por qué Erasmus? Se llamó así por el acrónimo del nombre oficial en inglés: European Region Action Scheme for the Mobility of University Students (Plan de Acción de la Comunidad Europea para la Movilidad de Estudiantes Universitarios). De paso, se rendía homenaje al filósofo, teólogo y humanista Erasmo de Rotterdam.

  • 39.769 En el curso 2015/2016, España envió a Europa, entre estudios y prácticas, a 39.769 personas y recibió 45.813. Italianos, británicos y alemanes ocupan el ‘Top 3’ de países que más Erasmus nos envían. Y las universidades de Granada, la Complutense de Madrid y la Universidad de Valencia son las que más estudiantes mandan fuera.

  • Requisitos Para poder acceder al programa europeo los estudiantes deben haber completado, al menos, un curso de una carrera universitaria y ser ciudadanos de uno de los Estados miembros asociados al programa Sócrates. El programa concede una beca como ayuda económica por el coste adicional de vivir en el extranjero y oferta clases en el idioma del país al que se viaje.

Todos esos niños, los que han llegado y los que están por venir, son a los que se ha bautizado como ‘Erasmusbabies’ o ‘Baby Erasmus’. Hoy, muchos de ellos se conocerán en Madrid en donde la Comisión Europea reunirá a unos cuantos para celebrar el 30 aniversario del programa.

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