Borrar
Una fallera reparaba el miércoles un boquete en la escalera, una de las piezas de la falla. Jesús Signes
Fallas plantadas

Fallas plantadas

Un artista deja en la estacada a cuatro comisiones. Han salido adelante gracias a la solidaridad. «Es una faena», lamentan

Fernando Miñana

Viernes, 16 de marzo 2018, 00:41

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Las nubes se ciernen sobre la Plaza Mayor de Llíria, pueblo de músicos a 25 kilómetros de Valencia. Reina un ambiente tristón pese a que están a punto de empezar a sonar los petardos, las bandas de música y las verbenas nocturnas de pasodoble, ‘Lo malo’ y chunda-chunda. Los cerca de cien integrantes de la falla Plaça Major intentan rehacerse del golpe que supuso enterarse, el 23 de febrero, a veinte días de la plantà, que el artista encargado de hacer el monumento había desaparecido. Se esfumó sin decir ni pío, sin acabar su trabajo, arruinando así la ilusión de esta falla de Llíria, pero también de otras tres de pueblos cercanos como L’Eliana, Ribarroja del Turia y La Pobla de Vallbona.

Eduardo González es el presidente de la falla Plaça Major. Viene del trabajo, como delatan su forro polar blanco, el pantalón gris de batalla y unas zapatillas negras y sufridoras. Es un tipo grande de manos con dedos como longanizas pero de aspecto bonachón, y hace un mohín de pena cuando se le recuerda el día que se enteró de la desaparición de Enrique García Ibáñez. «Ha sido duro, la verdad. Y nosotros, los mayores, aún lo entendemos, pero los niños no, y mi hija, que este año es la Fallera Mayor Infantil, se tiró tres días llorando. Es una faena».

La falla está rodeada por la iglesia de la Asunción, el Ayuntamiento viejo, el nuevo, un monumento a la música y un señor olivo. Debería ser una zona distinguida, pero no es así. Niños traviesos se cuelan por todas partes, remueven la arena y hasta se aventuran a subir por la escalinata de corcho de la falla pese a que les han advertido de que no lo hagan. El primer pie se hunde y revienta un trozo del peldaño. Corren escopetados. Otro contratiempo más. «Este año nos sale todo mal», se lamenta una de las falleras mientras se afana en reparar el boquete. Nadie osa reñir a los chiquillos, hijos de familias que gastan fama de malotas, que habitan las casas de alrededor y viven de la droga. Pocos se atreven a dejar atrás la plaza y adentrarse en un barrio donde no se andan con tonterías. Algún día revolotea por encima de los edificios un helicóptero para revisar que aquello no se desmadra.

El móvil del artista está apagado desde el 20 de febrero. La comisión ya había pagado religiosamente cada mes. Solo faltaban mil de los once mil euros presupuestados. «A nosotros nos llamó su hermano y nos hizo dos propuestas: que entráramos y cogiéramos lo que había dejado hecho o pagarle un dinero extra y él intentaba terminarlo». Eduardo cuenta esto, arquea las cejas y deja de hablar. No hace falta.

El presidente de la falla, Eduardo González, sujeta los brazos de un ninot inacabado.
El presidente de la falla, Eduardo González, sujeta los brazos de un ninot inacabado. Jesús Signes

Al final se entendieron con el hijo, de unos 25 años, que asegura no hablarse con el presunto estafador. Necesitaban su colaboración porque, legalmente, hasta ayer, el día oficial de la plantà, aún tenía tiempo de presentar la falla. Eso significa que no podían meterse en el taller, una propiedad privada al fin y al cabo, en un polígono industrial del pueblo de al lado -La Pobla de Vallbona-, por su cuenta y riesgo. Tenían que andar con pies de plomo. No encontraron mucha más ayuda. «La mujer tenía un bar en La Pobla y lo ha cerrado». Al final entendieron que su única salida era arreglarse con lo que había: tres cuartas partes de la falla a medio terminar. Sin pintar. Sin lijar. Sin rematar los detalles. No contaban con la solidaridad del mundo fallero, que, cada vez que sucede esto en los pueblos o en Valencia, da un paso al frente para que la falla estafada no quede tan desnuda.

Primero fue el Ayuntamiento de Llíria quien se volcó. Les ofreció una planta baja para guardar los ninots que habían rescatado y, como en el transporte entran en juego seguros de riesgo civil y demás, les llevaron ellos las distintas piezas de la falla grande y la infantil. Su sueño frustrado. «Este año es nuestro décimo aniversario y habíamos hecho una apuesta para ganar el primer premio...». Después llamaron a su puerta las otras cinco fallas del pueblo y otros artistas dispuestos a regalarles algunas figuras de relleno.

Las fallas se sustentan de las cuotas que pagan sus miembros cada mes. A más gente y más cuota, mejor falla. Si son pocos y no quieren gastar mucho, el monumento es más discreto. Así que los falleros de Plaça Major, cerca de un centenar, han perdido la inversión de un año, desde que en marzo, casi sobre las cenizas del último esfuerzo, tomaron la decisión de acceder a la propuesta de Enrique García, que llevaba tiempo insistiéndoles en la ilusión que le hacía plantar en Llíria. «Metimos la pata», se flagela el presidente, antes de contar que la misma falla infantil que les había preparado se la había vendido a otros tres pueblos. «Yo creo que cogió más trabajo del que podía abarcar».

«Es nuestrodécimo aniversarioe íbamos a por el primer premio»

Eduardo González - Presidente

Mari Carmen Garzón aparece por allí con una sonrisa socarrona. Es la vicepresidenta y una de las responsables de esta nefasta elección. «Estamos calentitos. Yo fui la que trajo al artista y ya ves... Cuando me enteré, y tengo 50 años, me puse a llorar». Ya se le ha pasado y ha llegado el momento de disfrutar sin mirar mucho la falla que se eleva incompleta en medio de la plaza.

Todas acabarán igual

Raquel Miñano es la Fallera Mayor. Ya ha superado el trago y se lo toma con resignación. «Llevas todo un año esperando ver el monumento y ocurre esto. Me llevé un gran disgusto. Da mucha pena y rabia, pero, bueno, las otras fallas nos han intentado ayudar y eso se agradece. Al final has de pensar que el día 20, a las tres de la madrugada, todas las fallas serán iguales: ceniza». Raquel, a pesar del traspié, cumplirá con la tradición de indultar un ninot, una figura que estará para siempre en su casa como recuerdo del año que reinó en su falla. Olga González, la Fallera Mayor Infantil, que ya tenía elegido su favorito, tendrá que improvisar.

«Cuando me enteré, y tengo50 años, mepuse a llorar»

Mari Carmen Garzón - Vicepta.

Por allí no dejan de pasar jóvenes con el pelo rapado y mirada chulesca. Uno observa cómo una chica sale del coche y empieza a andar con un vestido muy corto y unas gafas de sol muy grandes. Le pega un repaso, la mira con desprecio y exclama: «Esta debe salir del puticlub». Nadie se atreve a decirle nada. Como a los niños que se meten por dentro de la frágil figura de corcho, hueca y pálida, que hay tumbada al lado de la carpa de plástico blanco donde se concentrará la fiesta -mañana tarde y noche- hasta el día de la cremà. «Este año vamos a quemar la falla con ganas», bromea otra fallera mientras pasea a su perro.

Obras de arte

  • Nuevos materiales Tradicionalmente, las fallas estaban hechas de cartón piedra. Ahora se construye un armazón de madera y se hace el ninot de materiales como el corcho o el poliuretano.

  • En las tres provincias Las Fallas, que son Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, se extienden por toda la Comunidad Valenciana a través de 85 municipios de Valencia, cinco de Castellón y otros cinco de Alicante. En la capital hay unas 350 comisiones y unos 120.000 falleros.

  • Las más llamativas Las fallas se dividen en varias categorías. La principal es la de Especial y compiten nueve monumentos. El año pasado venció la de L’Antiga de Campanar (en la foto). Al nivel de todas estas, pero fuera de concurso, está la falla municipal, que se planta en la Plaza del Ayuntamiento.

  • 250.000 euros de media cuesta una falla de categoría especial, que supera los 20 metros de altura. Las más modestas se gastan unos 2.000 euros. Durante la burbuja inmobiliaria, la falla de Nou Campanar llegó a costar 900.000 euros.

Hasta entonces toca disfrutar. Durante las Fallas, las noches se funden con los días en un bucle que empezó ayer y acabará la noche de San José. Ayer plantaron su falla llena de remiendos en la Plaza Mayor. Un artista fue a asesorarles sobre cómo hacerlo y a ayudarles a terminar de pintar y adecentar la composición. Las grandes fallas de Valencia necesitan de grúas para encajar los ninots en monumentos que alcanzan los 25 metros de altura y que dan trabajo a carpinteros, pintores, diseñadores, escultores, ilustradores... Unas pocas plantan ‘al tombe’, como la falla Palleter-Erudito Orellana, donde 200 mujeres que han sufrido un cáncer de mama tiraron de dos cuerdas para levantar a pulso una figura de 17 metros de alto.

«Las otras fallas nos han intentado ayudar, y eso se agradece mucho»

Raquel Miñano - Fallera Mayor

En Llíria bastante tienen con lo suyo. Pero todo pasa, como las nubes que, al final, desaparecen sin descargar. Como esta falla mellada que será devorada por el fuego. Como todas.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios