Las asistentes sociales afirman que la joven de sanfermines tenía un perfil claro de víctima

La asistente social que estaba de guardia el 7 de julio recibió temprano la llamada del 112: había que atender a una joven que había denunciado una agresión sexual esa noche. De diez de la mañana a ocho de la tarde la acompañó a todos los trámites médicos y policiales requeridos. La joven, de 19 años, se mostraba «muy afectada» por lo ocurrido. Tanto que no fue hasta la tarde cuando la asistente ya le dijo que tenía que avisar a sus padres. Telefoneó a casa, pero fue incapaz de relatar lo ocurrido a sus progenitores, de ahí que tuvo que ser la profesional la que lo hiciera. Sus padres conocían la noticia de lo ocurrido en Pamplona, pero desconocían que la víctima era su hija. Los tranquilizó y ellos emprendieron el viaje a la capital navarra.

Un momento especialmente delicado llegó el día 8, cuando le comunicaron que esa tarde tenía que regresar al juzgado para volver a prestar declaración ante el juez. La asistente social que le acompañó ese día declaró que rompió a llorar y que se puso «muy nerviosa». Vivió una nueva «crisis», una reacción muy común, resaltaron de nuevo las profesionales en víctimas de agresión sexual. «Empezó a temblar y a llorar y no podía articular palabra», declaró una de ellas.

Durante la vista oral se les preguntó por su capacitación y ambas reconocieron que no eran psicólogas ni psiquiatras, pero que tenían más de 30 años de experiencia en este tipo de acompañamientos. Las defensas les cuestionaron sobre el hecho de que la joven no acudiera a recibir tratamiento psicológico hasta septiembre, más de dos meses después de los hechos. Respondieron que «no era extraño», ya que se necesita primero una disposición, estar preparada, y además son tratamientos a medio y largo plazo. Afirmaron que siguen en contacto con ella y que saben que está en tratamiento por estrés postraumático. El juicio continuará el próximo lunes.