Borrar
De temporada, avellanas

De temporada, avellanas

Además de asociarla a postres navideños y a cremas untables para la merienda, tiene grandes posibilidades en la cocina ya sea cruda, tostada, frita o salada

ISABEL LÓPEZ

Miércoles, 18 de octubre 2017

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Ingrediente indispensable y definitorio de turrones y cremas de cacao, las avellanas frescas y tiernas están ya en fruterías, mercados y, para quienes aún visitan las plazas de abastos, en los puestos de las aldeanas. Y si paseamos por los montes aún podemos toparnos con las silvestres, caídas en el suelo o en los avellanos que pueblan caminos y sendas rurales en Euskadi. Maduradas entre agosto y septiembre, ahora es tiempo de comprar avellanas enteras recién recolectadas, con esa cáscara leñosa, dura y delgada que esconde en su interior la semilla comestible. Envuelta por una fina capa de color pardo-castaño, la avellana aparece redonda, carnosa, de color blanco-amarillento y muy aceitosa.

Avellana hay todo el año, aunque las semanas previas a la Navidad son las de mayor consumo. Y la encontramos no sólo entera, ya que se comercializa con o sin cáscara, pelada o sin pelar, troceada o molida, al natural, tostada y salada. Sea cual sea la opción elegida, su consumo está en auge y es uno de los productos preferidos a la hora del aperitivo.

En casa es habitual acompañante de los cereales en los desayunos e ingrediente estrella de postres como tartas, bizcochos y pastas. Las avellanas aportan un toque original y crujiente a las ensaladas, sobre todo si llevan fruta fresca: combinan con escarola y pera, con mango y arándanos, con tomate, uva morada y rúcula o con hojas de roble y pomelo.

La avellana picada acompaña incluso a unas chuletitas de cordero o a una dorada, que podemos asar al horno junto a los frutos secos o cocinarla a la plancha, salteándola después con avellanas tostadas. Y el pulpo a la parrilla se convierte en un completo plato principal si se presenta con una escalibada de berenjenas y pimientos rojos y, aquí también, con un buen puñado de avellanas tostadas.

Mucha energía

La avellana es uno de los alimentos destacados e imprescindibles en la dieta mediterránea ya que, aún siendo muy energético (un puñado de 25 o 30 gramos proporciona 180 calorías), consumido con moderación su abundante vitamina E es un poderoso antioxidante que previene enfermedades degenerativas como las cardiovasculares y el cáncer. Los aficionados a la montaña o al senderismo acostumbran a incluirlas en su mochila porque saben que una ración les aporta los minerales (magnesio, fósforo y potasio) que precisan para su ejercicio muscular.

Mejor con cáscara

Como otros frutos secos, la avellana contiene poca agua y debe evitarse que se humedezca para su buena conservación, por lo que si están peladas mejor guardarlas en recipientes herméticamente cerrados, en un lugar fresco y seco, protegido del sol y de los insectos. Es la mejor manera de evitar que pierdan esa textura crujiente que tienen al morder y adquieran, además, un sabor rancio. Las que están con su cáscara se conservan mejor y más tiempo en la despensa, aunque peladas pueden refrigerarse tres o cuatro meses e incluso congelarse un año.

Productores

España es el cuarto país productor, detrás de Turquía, Italia y EE UU, y pelea por que la turca no la desplace en su propio territorio. Cataluña es la principal productora, la de Reus cuenta con Denominación de Origen Protegida, seguida de Valencia, Euskadi y Asturias.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios