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Juan Priede, ante la tumba de Froilán Elespe en su funeral en 2001. Un año y un día después, ETA también le asesinaría a él. E. C.
«Nunca sabías si ibas a volver a casa»

«Nunca sabías si ibas a volver a casa»

Miembros del PSE recuerdan a los dos concejales de Lasarte y Orio, víctimas de sendos atentados en 2001 y 2002

Miembros del PSE recuerdan a Froilán Elespe y Juan Priede (2001 y 2002, Lasarte | Orio)

Miércoles, 18 de abril 2018, 13:35

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Texto: Alba Cárcamo

El comienzo del nuevo siglo se convirtió en uno de los periodos más amargos para los socialistas en Euskadi. La estrategia de ETA de extender el dolor y la muerte, que comenzó en 1995 con el asesinato del parlamentario vasco y teniente de alcalde de San Sebastián por el PP Gregorio Ordóñez, azotó con especial virulencia al PSOE y su federación vasca seis años después. Diferentes cargos del partido habían sucumbido ya a la violencia de la banda (Fernando Múgica, Fernando Buesa, Juan María Jáuregui y Ernest Lluch), pero en 2001 los terroristas comenzaron a atentar contra políticos locales, desconocidos para la mayoría de la sociedad, ediles de municipios que trabajaban codo con codo con los vecinos.

Lo intentaron el 22 de febrero de aquel año con el concejal de Ordizia Iñaki Dubreuil, que se salvó de un ataque con coche bomba en el que dos trabajadores de la empresa Elektra, que simplemente cometieron el error de pasar por allí, se dejaron la vida. Casi un mes después, el 20 de marzo, el teniente de alcalde de Lasarte, Froilán Elespe, cayó abatido de un disparo en la cabeza en un bar que solía frecuentar al salir del trabajo. Fue el primer concejal socialista asesinado, aunque no el último. Un año más tarde, apenas un día después de celebrarse el primer aniversario de ese crimen, en un escenario similar, mientras tomaba café en un establecimiento próximo a su casa, dos disparos acabaron con el edil de Orio Juan Priede.

El PSE celebró en marzo de 2016 un acto en su jonor porque recordarles lo hacen todos los días. «Tengo en la mesa de mi despacho una foto de Froilán sonriendo», apunta la teniente de alcalde de Lasarte, Lourdes Acevedo, quien hace 15 años era secretaria de Alcaldía además de vecina de Elespe. Su asesinato marcó «un antes y un después», asegura sin poder evitar romper a llorar.

Eran tiempos convulsos. Se hablaba de la necesidad de proteger a los ediles socialistas y, de hecho, el crimen de Froilán Elespe aceleró los trámites para facilitar escolta a los concejales del PP y PSE. Priede, asesinado un año después, tenía asignados dos guardaespaldas, aunque bajó a la calle sin esperarles, lo que le costó la vida.

Manuel Huertas, entonces secretario general de los socialistas guipuzcoanos, tuvo que «pelearse» con decenas de ediles para que aceptaran la escolta. Tenía hacia ellos la «responsabilidad de preservar su vida». A Elespe, que iba a disponer de protección una semana después de su muerte, se vio en la obligación de decirle: «O tienes escolta, o dejas el cargo». A Priede, le reconvino para que abandonara sus rutinas después de recibir informaciones sobre el seguimiento que realizaba ETA de este vecino de Orio, quien no sabía muy bien cómo explicarle a su pequeña nieta «por qué iba un hombre siempre con él».

Tampoco Acevedo tenía muy claro qué decirle a su hija, con la que cambiaba constantemente de parque de juegos. «Muchos pensaban que llevar escolta era como tener un taxi», lamenta. «Te sentías seguro –reconoce ahora Huertas–, pero al mismo tiempo vulnerable, porque cuando salías de casa no sabías si ibas a volver». En lo que más pensaba el entonces jefe de los socialistas guipuzcoanos, que tuvo protección durante 12 años, era en «vencer en un futuro al totalitarismo violento», pertrechado de largos tentáculos que, más allá de «la perversidad de los malos», se extendía «al silencio cómplice de muchos que todavía creen que pertenecían a los buenos», en referencia a los dirigentes de la izquierda aber tzale.

«Ejercicio de tolerancia»

En ese incierto presente, ahora convertido en un «pasado que no hay que olvidar», se miraban constantemente las espaldas y, apunta Acevedo, se les despertaba un «sexto sentido». «Unos días antes del asesinato de Froilán había unos chicos enfrente de la iglesia y le hice un comentario. Me contestó riéndose: 'Te voy a dar un tortazo donde la espalda pierde su honesto nombre. Veis fantasmas'», rememora.

Tras la muerte de su amigo, lejos de amilanarse, entró en las listas para los siguientes comicios municipales. Ese «paso al frente» era necesario, porque el miedo hacía complicado rellenar todos los huecos de la candidatura electoral.

Considera que no es quién para «odiar o tener rencor». Es más, asegura que «mi ejercicio de tolerancia lo hago con aquellos que más me cuesta comprender», si bien no busca «justificaciones porque no todo vale». Se pone en el lugar de los ediles de Euskal Herritarrok –marca que entonces usaba la antigua Batasuna y que en el Parlamento vasco tenía como portavoz a Arnaldo Otegi–, que en el pleno extraordinario del Ayuntamiento de Lasarte celebrado para condenar el asesinato de Elespe se negaron a condenar el asesinato entre gritos del público, que les llamaba «asesinos». «'Froili' era en el Ayuntamiento un maestro para todos, también para ellos. Dialogante, trabajador, te lo explicaba todo, era un hombre puro, un hombre limpio», describe Acevedo.

Ahora, con el recuerdo de sus compañeros a flor de piel, a punto de revivir en los homenajes esos duros momentos, celebra que «estamos en otra fase». «Es verdad que nadie puede olvidar el pasado –admite–, pero ese pasado no tiene que servir para utilizarlo políticamente; tiene que servir para que esa sinrazón que hemos vivido no vuelva a darse».

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