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la ética y los votos

la ética y los votos

Si el lehendakari espera que la izquierda abertzale colabore en la construcción de la memoria deberá ser más persuasivo

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Lunes, 7 de mayo 2018, 01:11

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La ética a la que, ilusamente, apelaba el lehendakari para que ETA la utilizara en el escenario de su despedida no se produjo. Como no podía ser de otra manera. La banda terrorista llegó, hasta su último día, enrocada en la justificación de sus tropelías durante 60 años, despreciando a los 855 ciudadanos a los que marcó a plomo quitándoles la vida porque suponían un estorbo para sus planes de lograr una Euskadi independiente y a su medida. Sus socios de antaño y herederos políticos, ahora en EH Bildu, seguirán propagando el legado. Porque el recurrente «conflicto» del que han vivido durante tanto tiempo continúa, según dicen. Sus justificadores, pues, seguirán dando clases de democracia desde las instituciones donde están cómodamente instalados desde que decidieron condenar la violencia futura sin cuestionar la ejercida por ETA durante tantos años. Y hablarán de convivencia y de intolerancias ajenas mientras combinan su discurso de odio salpicado de campañas para hacer desaparecer cualquier vestigio de la presencia del Estado en Euskadi alternándolo con su participación en los homenajes a las víctimas del terrorismo que les convenga, compatibles, de paso, con la justificación de los recibimientos a los etarras que vayan saliendo de las cárceles para tratar a los matones como héroes de una causa patriótica. ETA perdió hace ya mucho tiempo su batalla contra la democracia. Por mucho que en los últimos tiempos hayan brotado del campo de la propaganda grupos de voluntarios, foros, artesanos, mediadores de parte y burócratas internacionales colgándose la medalla de su influencia en el fin de la pesadilla, todos sabemos cómo y por qué acabó su historia. Extenuados por la asfixia policial, judicial y política del Estado de Derecho y aferrados al resquicio legal que permitió a sus socios políticos beneficiarse de la vuelta a la legalidad. Pero conviene contarlo. Sin propaganda ni manipulación. Para que nadie justifique a ETA. De ahí la importancia del relato veraz y justo sobre lo que ocurrió con quienes fueron perseguidos por el fanatismo.

Si el lehendakari espera que la izquierda abertzale colabore en la construcción de una memoria basada en los «principios éticos» tendrá que dotarse de otros métodos de persuasión más exigentes para que los compañeros de Otegi cambien de actitud en la ponencia del Parlamento vasco. Una ponencia, llamada de Memoria y Convivencia, en la que no participa el PP al considerar que EH Bildu, lejos de deslegitimar el terrorismo de ETA, persigue blanquear su historia y dar la vuelta al enfoque utilizando la política penitenciaria como ejemplo de «la única violencia que, hoy por hoy, se ejerce en nuestro país». Tal cual.

Que al lehendakari le parezca una «distorsión de la realidad» que ETA y sus justificadores insistan en la teoría del conflicto, está bien que lo diga. Pero que no lo tome en consideración denota una actitud condescendiente con la izquierda abertzale que solo se puede concebir en la pugna por el liderazgo en el nacionalismo. Por eso el PNV quiso esta vez participar en la ceremonia de la disolución de ETA. Andoni Ortuzar creyó que su pregunta a los terroristas sobre la utilidad de su existencia iba a doler a los destinatarios. Pero lo que quedó para la posteridad fue la imagen de las risas compartidas con Otegi. ¿Qué les hacía tanta gracia? El PNV siempre ha jugado en varios campos a la vez. Con los Presupuestos del PP y visitando a Jordi Sànchez en la cárcel. No le ha ido mal hasta ahora pero no se puede permitir bajar la guardia ante la presión de los más radicales. La izquierda abertzale superó las últimas elecciones con 254.253 votos en las municipales y 224.274, en las autonómicas. Esos electores que no son exigentes con las actitudes poco éticas de la izquierda abertzale con el terrorismo les dan el soporte para seguir con su plan. Con la retirada definitiva del fantasma de ETA, EH Bildu pisará el acelerador de su proyecto soberanista. Y el PNV tendrá que volver a hacer equilibrios. No hay más que ver ayer al exlehendakari Ibarretxe votando en las urnas puestas por Gure Esku Dago. Cuando empezaron en Cataluña, hace ocho años, con esas votaciones simbólicas se dijo que eran «cuatro gatos» y ya hemos visto cómo han conseguido conformar esa mayoría suficiente para bloquear la vida institucional. El PNV capitaliza mucho voto útil en Euskadi, pero si cede a la tentación de emular el ' procés' ese voto le daría la espalda.

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