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El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, y la candidata a la presidencia de la Generalitat Inés Arrimadas. EFE
Descatalanizar

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Si Ciudadanos no consigue presidir el Parlament, volverá a sonar la partitura conocida

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Martes, 2 de enero 2018, 01:17

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En los dos días que cumple ya el joven 2018, se han llenado las redes de felicitaciones y deseos de lo mejor para el año que acaba de comenzar. Se nota que aún queda partido en esta tregua navideña hasta el día de Reyes para todos aquellos que, a medida que van observando el deterioro de la política catalana, se reafirman en la necesidad de tener referencias democráticas. Que los representantes políticos, independientemente de su ideología, sean capaces de garantizar gobiernos estables que respeten la ley se ha convertido en un deseo que se va reflejando en todos los termómetros sociológicos vascos. Como si se tratase de una reacción a la situación amenazante que aún se vive en Cataluña con tanto despropósito, frivolidad y tentaciones golpistas exhibidas por una parte de su clase dirigente, que pretende reincidir en su aventura ilegal aunque sus partidos no fueran los más votados el pasado 21-D.

Después de un año tan convulso que finalizó con un Parlamento desfigurado e instrumentalizado por los independentistas para vulnerar las leyes de la Constitución y su Estatut, la intervención del Estado para instaurar la legalidad y devolver la voz y el voto a todos los ciudadanos, la fuga de Puigdemont con sus cuatro exconsejeros, el encarcelamiento de Junqueras, Forn y los 'jordis' y la victoria clara, por primera vez en la historia, de un partido centrista y constitucionalista, pocos ocultan ya la sensación de empacho del 'procés'.

Inés Arrimadas ganó. En votos y escaños. Pero como no sumó la mayoría suficiente con PSC y PP, la gobernabilidad ha vuelto a centrarse en el bloque separatista, con sus disputas internas por el liderazgo entre el fugado y el preso. Si Ciudadanos no consigue lo que le corresponde por haber sido el partido más votado, la presidencia del Parlament, volverá a sonar la partitura conocida.

Más allá del paréntesis navideño (el socialista Pedro Sánchez y el 'podemita' Pablo Iglesias se lo han tomado al pie de la letra después del fiasco electoral de sus partidos el 21-D), lo que necesita Cataluña es recuperar la normalidad. De la misma forma que a Euskadi le conviene 'descatalanizarse'.

En ese marco de normalidad resulta inconcebible que el prófugo Puigdemont ejerza como presidente de la Generalitat a través de un plasma, por mucho que su partido (cuyo cambio constante de siglas empieza a recordarnos la trayectoria de Batasuna) se sienta legitimado para hablar y decidir en nombre del Parlament. Tendrían que haber aprendido la lección. No pueden incurrir en vulneraciones de la legalidad. Pero no hay indicios que hagan pensar en un cambio de actitud. A no ser que Junqueras, si este jueves resultara excarcelado, se marcara la 'vía Forcadell' que duró, por cierto, tan solo la primera semana de la campaña.

Tal es el temor a que el bucle separatista se les acabe atragantando que la aparición del colectivo 'Tabarnia', cuyo principal arma es el humor para parodiar al independentismo extrapolando sus propios argumentos, va sumando adeptos entre tantos ciudadanos que perdieron su miedo y sus complejos. Derecho a decidir, sí. Para trocear Cataluña según los resultados electorales. El constitucionalismo ganó en Barcelona y en comarcas de Tarragona. Por eso el artículo 143 de la Constitución les parece eficaz para independizarse de la Cataluña independentista a través de un referéndum. No tendrán mucho recorrido legal pero estos constitucionalistas empiezan a dar quebraderos de cabeza a los independentistas a los que no les hace ninguna gracia que se les reclame una independencia dentro de la república fantasma. Los argumentos de la ficticia 'Tabarnia' (acrónimo de Tarragona y Barcelona) recuerdan los esgrimidos desde sectores políticos alaveses, en tiempos de Ibarretxe, cuando advertían que se independizarían de Euskadi si, al final, se optaba por la ruptura con España. Afortunadamente eso no ocurrió. Para frustración del jelkide Egibar, que ahora se pasea con el lazo amarillo en la solapa para reivindicar consultas soberanistas allá donde tiene oportunidad.

Pero en Euskadi estamos curados de espantos. El PNV de Urkullu sabe bien que la gente no quiere líos. Evitó, en su discurso, cualquier alusión al conflicto catalán. Hay que 'descatalanizar' Euskadi. Lo dicen los encuestados que volverían a apoyar un Estatuto de autonomía. Si no logran un consenso que incluya a todos los partidos del Parlamento, no podrán presumir de haber dado un paso adelante.

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