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El crimen de Bolueta y la MENTIRA de ETA

El crimen de Bolueta y la MENTIRA de ETA

El 27 de marzo de 1961 era asesinado por las Fuerzas de Orden Público Javier Batarrita en un control policial. Medio siglo después su caso se ha convertido en un ejemplo de la 'batalla por el relato' en Euskadi

óscar b. de otálora

Miércoles, 14 de marzo 2018

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El 27 de marzo de 1961 el empresario bilbaíno Javier Batarrita Elexpuru moría al ser tiroteado en el barrio de Bolueta por la Policía y la Guardia Civil. Su amigo José Antonio Martín Ballesteros quedó paralítico por un disparo que le seccionó la médula. Este drama sucedido en pleno franquismo supuso una conmoción en una Bizkaia que vivía bajo la dictadura y se despertó con la noticia de la muerte violenta de un joven conocido en el territorio y al que el propio poeta Gabriel Aresti dedicó un poema fúnebre. Medio siglo después, la historia de la tragedia y el exceso policial que tuvo lugar aquella tarde se ha adulterado y se ha convertido en un ejemplo de lo que significa la 'batalla por el relato' en Euskadi.

La versión 'oficial' ahora es que Batarrita y Ballesteros fueron 'fusilados' por error en una emboscada tendida a la cúpula de ETA, algo que nunca sucedió pero que se convirtió en un mito fundacional de la banda. Incluso la forma de la muerte se relata en abierta contradicción con los resultados del examen médico que se realizó en los años 60. El nacionalismo radical, con el paso del tiempo, fue construyendo un mito alrededor de esta muerte, en el que obvió el fundamento histórico. Incluso el Gobierno vasco ha creído en esta 'posverdad' y la ha incorporado a sus documentos oficiales, sin molestarse de realizar una investigación previa. Incluso mandos de la Guardia Civil dedicados a la lucha antiterrorista la han considerado verosímil. En todo este laberinto de mitos y mentiras, el historiador Gaizka Fernández Soldevilla, responsable de Investigación del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, acaba de publicar un ensayo a partir de documentos policiales y judiciales oficiales como autopsias, escritos de la Fiscalía, testimonios de Policías que se enfrentaron a la Guardia Civil en los juzgados y documentos de la época. Su texto es la brújula indispensable para guiarse en el laberinto. Esta es la historia de un drama humano, de un desmán policial y de cómo los hechos se han adulterado a lo largo de cinco décadas.

Una muerte maldita

Javier Batarrita y Elexpuru conducía un 'Peugeot 203' blanco en la tarde del 27 de marzo de 1961. Vecino de Bilbao, había viajado a Vitoria para intentar cobrar una deuda y acababa de regresar a la capital vizcaína por el barrio de Bolueta. Al llegar a la gasolinera, un guardia civil le dio el alto para que detuviera el coche en un control policial. Batarrita, al volante del turismo, frenó y se dispuso a hablar con el agente. A su lado, en el asiento del copiloto, José Antonio Martín Ballesteros intentó escuchar a otro guardia que le encañonaba con un subfusil. Para ello, se agachó y comenzó a dar vueltas a la manivela que permitía bajar la ventanilla. Así empezó todo. Un agente dio un paso atrás, al creer que Ballesteros iba a sacar un arma. Entonces se escuchó un disparo. Diez policías y guardias civiles que participaban en el control abrieron fuego. Batarrita recibió seis impactos de bala, dos de ellos en la cabeza, y murió prácticamente en el acto. Martín Ballesteros fue también alcanzado por los proyectiles. Dos de ellos le alcanzaron en la columna vertebral y aunque los médicos pudieron salvarle la vida, quedó paralítico. En su automóvil se contabilizaron catorce orificios de bala. Un tercer ocupante del coche, Fernando Larizgoitia, resultó ileso aunque un proyectil atravesó la manga de su chaqueta a la altura del hombro.

«Vivía en paz con todo el mundo»

Javier Batarrita tenía 33 años en la fecha de su muerte. En casa le esperaban una mujer y un hijo de nueve meses. Era una persona apreciada en Bizkaia, donde su afición al ciclismo le había convertido en alguien muy popular. Formaba parte de la organización de la Vuelta Ciclista a España y era representante de la fábrica de motocicletas 'Lube', una marca que desde Barakaldo competía con los grandes del sector hasta que a final de los años 60 perdió esta batalla. El poeta Gabriel Aresti, en uno de sus libros, dedicó un poema a un hombre que había sido uno de sus grandes amigos. «Biziketeroa, denon adiskidea/ ideolojitean etzen inoiz sartu/ bakean bizi zen mundu guztiarekin» (Ciclista, amigo de todos, nunca se metió en ideologías. Vivía en paz con todo el mundo)

José Antonio Martín Ballesteros, abogado y amigo de Batarrita, quedó paralítico a consecuencia de los impactos de bala. Esta víctima estaba vinculada por su familia con el franquismo. Su padre había sido gobernador civil de Orense y de La Coruña. En los 60 llegaría a ser catedrático de Derecho Civil en la universidad de Zaragoza y fiscal jefe en la citada ciudad. Su tío fue gobernador civil en Logroño y en Álava y su suegro, coronel de aviación, era hermano de un futuro ministro del Ejército del Gobierno de Franco. El tercer ocupante del coche, Fernando Larizgoitia, era administrativo de la empresa Lube.

Una investigación en profundidad

El tiroteo de Bolueta fue investigado en profundidad ya que diez policías llegaron a ser juzgados por estos hechos. Un sumario de más de mil folios, localizado recientemente por el historiador Gaizka Fernández Soldevilla en el Archivo Histórico Provincial de Bizkaia, relata paso por paso las pesquisas que se llevaron a cabo para juzgar a los responsables de una muerte y de las lesiones irreversibles. Los documentos reunidos por el historiador revelan también cómo fue posible que en pleno franquismo se realizase una investigación tan profunda. En primer lugar, la muerte de Batarrita supuso una conmoción para las instituciones franquistas ya que era un hombre querido y reconocido por toda la sociedad. El propio gobernador civil de Bizkaia, el militar vitoriano Antonio Ibáñez Freire, ofreció una rueda de prensa al día siguiente de los hechos en la que manifestó su pesar a las familias de las víctimas y se comprometió a «determinar los hechos con la máxima diligencia».

La Policía y la Guardia Civil, ambos implicados en el tiroteo, pugnaban por responsabilizarse uno al otro de la muerte

Pero, además, el hecho de que en el tiroteo mortal hubieran participado policías y guardias civiles creó tensiones entre los dos cuerpos, ya que ambos pugnaban por responsabilizarse mutuamente de la muerte y evitar ser imputados de homicidio. Un mando policial destinado en Bilbao, José Sainz González, escribió un libro de memorias -recuperado por Fernández Soldevilla- en el que detalla el ambiente de trampas y mentiras entre cuerpos en el que se desarrolló la investigación. «El Juez Militar encargado del caso- narra Sainz- estaba obsesionado, lo mismo que los médicos, en endosarnos el muerto», escribe de forma descarnada. Este agente procedente de la Brigada Político Social llegó a ser un alto mando policial, con un papel clave en la Transición. Fue acusado de torturas por detenidos que habían pasado por sus manos y más tarde le encargarían investigaciones como el asesinato de Melitón Manzanas, cometido en 1968. Además llegaría a infiltrar a topos en ETA y sería el primer director de la Policía Nacional tras la muerte de Franco, cargo que ostentaría hasta 1980.

Era un mando polémico, que defendía, por ejemplo, que la solución para acabar con la banda era policial pero también política. En 1961 empleó los métodos científicos de la época para rebatir las tesis de la Guardia Civil e intentar esclarecer el tiroteo de Bolueta de forma que sus compañeros policías quedasen libres. Por ello, el sumario es minucioso en todos y cada uno de los puntos relacionados con los hechos. Entre los textos incluidos en la documentación oficial también figura una de las preguntas claves: ¿por qué se instaló en Bolueta un control con hombres armados y qué estaban buscando?

Un chivatazo letal

El control de Bolueta estaba buscando unos terroristas a partir de un chivatazo ofrecido por un empresario de Vitoria a agentes de la Policía. En el auto judicial aparece perfectamente detallado como un contratista alavés, supuestamente vinculado a la Falange, se presentó en un cuartel de la Guardia Civil el 26 de marzo, un día antes del tiroteo, para explicar que mientras descansaba en la orilla del río Zadorra había escuchado a un grupo de personas hablar de la comisión de atentados en Madrid y les había visto introducir en dos furgonetas bombas y armas. La Policía no le creyó pero al día siguiente, un guarda jurado de una fábrica cercana al Zadorra llamó a la Guardia Civil para asegurar que acababa de ver a tres individuos llegar con un Peugeot, estacionar el automóvil y subir a un Seat. A las siete de la tarde, los tres jóvenes regresaron con varios paquetes al lugar donde habían dejado el automóvil, se montaron en el Peugeot y se marcharon hacia Bilbao.

Imagen del automóvil tiroteado de Batarrita procedente del atestado policial sobre su muerte e incorporado al sumario sobre el caso.
Imagen del automóvil tiroteado de Batarrita procedente del atestado policial sobre su muerte e incorporado al sumario sobre el caso. Archivo Histórico Provincial de Bizkaia

Los mandos policiales unieron las dos confidencias y decidieron instalar controles en distintas carreteras para localizar el automóvil. Varios agentes viajaron en taxi -en aquella época apenas había coches patrulla- hasta el cruce de carreteras de Bolueta en la creencia de que por allí podría pasar el vehículo sospechoso. La información que recibieron por teléfono los policías y los guardias civiles es que los ocupantes del coche podían ir armados. A aquel chivatazo ahora se le daba credibilidad.

En ningún momento se habla de ETA ni en el auto, ni en la sentencia ni en los documentos de la investigación. La única referencia a un grupo terrorista alude a «elementos extremistas» que pretendían llevar a cabo «algún golpe de efecto, parecido a los que habían tenido lugar espectacularmente en otros países». En ese momento, las únicas bandas armadas que operaban en España era el maquis y el DRIL (Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación). Este grupo antifranquista y antisalazarista ya había secuestrado un trasatlántico portugués en un surrealista plan para alzar las colonias africanas contra Lisboa. Pero el DRIL también había colocado bombas en el consulado español de Ginebra y en las estaciones de tren de Atxuri y Amara, en San Sebastián. En este último atentado mataron a la niña Begoña Urroz. ETA en ese momento no había reivindicado ninguna acción y era un germen de un movimiento al que ni siquiera conocían las fuerzas de seguridad.

Un disparo invisible

El juicio contra los diez policías que participaron en el tiroteo que costó la vida a Batarrita desmenuzó los hechos que concluyeron en drama de Bolueta. El Fiscal solicitaba dos años de prisión para cada uno de los agentes implicados en el suceso mientras que la acusación particular -en representación de las familias de Batarrita y Ballesteros- se retiró tras haber sido indemnizada por el Estado con una cantidad que podría rondar los cuatro millones de pesetas (769.000 euros actuales). En la vista oral declararon decenas de testigos y agentes. Se pudo determinar que uno de los procesados «actuó de forma imprudente en grado temerario» al haber disparado sin que nada justificase su acción, una vez que las víctimas habían obedecido todas las órdenes del control. Sin embargo, ya que fue imposible determinar cuál de los diez agentes fue el primero en abrir fuego, todos ellos fueron absueltos. La Fiscalía recurrió ante el Tribunal Supremo.

Parte del informe policial sobre el tiroteo de Bolueta.
Parte del informe policial sobre el tiroteo de Bolueta. Archivo Histórico Provincial de Bizkaia

En el nuevo juicio, todas las sospechas se centraron en un guardia civil que llevaba un subfusil ametrallador en el momento de los hechos y que fue el que dio el alto a Batarrita y su amigo. Este agente, según se demostró durante el juicio, había mentido al afirmar que no había utilizado su arma ese día. Incluso se habían aportado informes de los maestros armeros del cuartel de Garellano en los que se atestiguaba que la Guardia Civil no había empleado ningún arma -lo que inculpaba a la Policía - pero estos documentos que fueron desacreditados por otros peritos y se revelaron falsos. I.G.M. también fue inculpado además por la descripción que realizó Ballesteros de la persona a la que vio disparar. Sin embargo, el Supremo volvió a absolverle. El crimen quedaba así impune pese a que era evidente que diez policías habían abierto fuego sin ningún tipo de control. El 'caso Batarrita' se incorporaba al interminable listado de víctimas del franquismo.

«Primero Javier Batarrita fue víctima del franquismo y luego ha sido víctima de la mentira»

GAizka fernández soldevilla

Uno de los enigmas del juicio fue el papel del empresario que dio el chivatazo un día antes del homicidio. Según las memorias de José Sainz, esta persona reconoció tras la muerte de Batarrita que se había inventado todos los datos. Según este testimonio, tenía graves problemas económicos y buscaba una certificación de buena conducta que le permitiera mejorar su situación. El testimonio del guarda jurado que validó su invención fue casual. El azar unió estas dos historias para poner en marcha una tragedia.

Las primeras manipulaciones

La conversión de la muerte de Batarrita en la falsa versión de un intento premeditado de acabar con la vida de militantes de ETA comenzó en 1963, cuando el boletín de la banda, Zutik Berria, publica que en el control se pretendía «liquidar a otras personas» que consideraba miembros de su organización. Esta versión permaneció en el limbo hasta los años 80, cuando aparece en el libro 'Los españoles que dejaron de serlo', del escritor Gregorio Morán, la primera historia que menciona un intento de las fuerzas de seguridad de acabar con la vida del que sería fundador de ETA, Julen Madariaga, aunque en ningún momento cita la fuente de su información. Esta tesis se iría ampliando en otros documentos de autores vinculados a la izquierda abertzale. En el nuevo relato de los hechos, las fuerzas de seguridad pretendían acabar con la vida de Madariaga y de Benito del Valle, otro de los fundadores de la organización terrorista. Se asegura que Batarrita, al que confundieron con uno de estos terroristas, recibió 49 disparos, cuatro de ellos en la cabeza y que las fuerzas de seguridad dejaron abandonado su cuerpo en la calle. La narración obedece ahora a la descripción de un «fusilamiento», según términos empleados por cronistas próximos al nacionalismo radical.

Según ha puesto de relieve el historiador Gaizka Fernández Soldevilla, no solo los datos del sumario contradicen esta versión. En el momento en el que se produjo el crimen de Bolueta, ETA todavía no había actuado públicamente y ni la Policía ni la Guardia Civil conocían su actividad. La primera acción que reivindicó la banda, en este sentido, no se produciría hasta el 18 de julio de 1961, cuando militantes quemaron dos banderas españolas e intentaron descarrilar un tren de requetés que se dirigía a San Sebastián. Luego llegaría la escalada violenta. Pero la versión de que los agentes querían matar a Julen Madariaga tampoco se sustenta. En agosto de ese año, tras el atentado contra el ferrocarril, fue detenido ya que la Policía conocía su paradero. En enero de 1962 quedó en libertad provisional, un hecho que no cuadra con el supuesto plan de las fuerzas de seguridad para asesinarle en una emboscada.

La nueva versión se hace oficial

Pese a que los datos no corroboran esta nueva versión, su éxito en ámbitos radicales es irrefrenable. Nuevos artículos aseguran que la familia jamás fue indemnizada y que ni siquiera se le pidió perdón. En algunos de ellos se afirma incluso que el sumario fue destruido para que no quedasen pruebas. Es una afirmación falsa. El documento se encuentra en el Archivo Histórico Provincial de Bizkaia.

Pero en 2014, la secretaría de paz y convivencia del Gobierno vasco convierte parte de este nuevo relato en oficial. El organismo dirigido por Jonan Fernández publica los denominados 'Retratos municipales de vulneraciones del derecho a la vida en el caso vasco', una recopilación de datos sobre víctimas de todo tipo -de ETA, del GAL, de las fuerzas de seguridad- escrito para que los ayuntamientos vascos puedan honrar su memoria. Batarrita, el paradigma de una víctima de la violencia policial y por lo tanto el caso más indicado para introducirlo en esa lista, se incorpora al informe pero la versión de su fallecimiento no es la recogida en documentos oficiales sino la que han creado ETA y la izquierda abertzale.

El informe del Gobierno vasco asegura que la víctima fue tiroteada al ser confundida con Julen Madariaga y que recibió más de cuarenta disparos en el cuerpo y cuatro en la cabeza. Los autores del memorándum no tienen dudas sobre este hecho. Existe un capítulo específico para casos en los que los datos son confusos pero Batarrita está fuera de ese epígrafe. La versión sigue avanzando. A comienzos de este año, el que fuera responsable de la lucha antiterrorista de la Guardia Civil, el coronel Manuel Sánchez Corbí, publica el libro 'Sangre, Sudor y Paz' en el que se vuelven a recoger la versión que el Gobierno vasco ya ha oficializado.

'La ventana de oportunidad'

En opinión de Gaizka Fernández Soldevilla, la difusión desde la izquierda abertzale de la versión que considera que la muerte de Batarrita como el fracasado intento de matar a Julen Madariaga en una «ejecución extrajudicial» obedece a un intento claro del nacionalismo radical por crear un relato en el que se justifique la violencia de la banda como «una legítima defensa contra la violencia previa, foránea y desproporcionada del Estado». «Primero Javier Batarrita fue víctima del franquismo y luego ha sido víctima de la mentira».

«Mi padre fue asesinado y mi madre sigue sufriendo cuando se habla del tema»

javier batarrita

Y el 'caso Batarrita' ofrecía la posibilidad de manipular el relato. Hasta 2010 se creía que el primer asesinato de ETA había sido el de la niña Begoña Urroz, un atentado cometido en junio de 1960 y que de forma errónea se atribuyó durante años a la banda. Una vez descartada esta información, el siguiente crimen de la banda -y por tanto el primero- sería el del guardia civil José Antonio Pardines, cometido en 1968 por el etarra Txabi Etxebarrieta y sobre el que no existen dudas de la autoría etarra. Pero si se considera que entre ambos crímenes las fuerzas de seguridad intentaron ejecutar a unos etarras en 1961 y por error mataron a Batarrita la historia es distinta. «Cuando se rechazó que Begoña Urroz fuera asesinada por ETA se abrió una 'ventana de oportunidad' para la propaganda abertzale. Con las mentiras sobre Batarrita podrían afirmar que la primera víctima había sido provocada por el Estado, por lo que la violencia únicamente debía verse como una legítima defensa. La tergiversación de lo que sucedió en Bolueta servía así para intentar justificar la acción criminal de la banda», denuncia Gaizka Fernández.

Una caja de caramelos

Javier Batarrita, hijo del empresario muerto por disparos en las fuerzas de seguridad en 1961.
Javier Batarrita, hijo del empresario muerto por disparos en las fuerzas de seguridad en 1961.

En los documentos judiciales de 1961 se explica cómo los policías que registraron el coche de Batarrita, tras haberle matado, no encontraron armas ni nada sospechoso. Solo aparecieron documentos de trabajo y unas cajas de caramelos. Cuando se produjo el asesinato, su único hijo tenía nueve meses y creció sin padre. «No tengo ninguna noción de él. Solo las cosas que me han contado», declara a EL CORREO Javier Batarrita Gaztelu. «En casa no se hablaba nada de lo que sucedió y yo solo me enteré cuando empecé a leer, con más de 18 años, los textos que decían que mi padre fue asesinado al ser confundido con un etarra. Hasta entonces, yo confundía la muerte de mi padre con una muerte durante la Guerra Civil», afirma. El joven, hora un abogado de 56 años que en 2015 formaba parte de la candidatura del PNV al Ayuntamiento de Bilbao, creció con esta historia y solo recientemente, tras ser avisado por el Archivo Histórico Provincial de Bizkaia de que un historiador iba a consultar el sumario que afectaba a su padre, se acercó y leyó el auto. Batarrita permanece al margen de las polémicas de las versiones sobre la muerte de su padre. «Para mí lo importante es que mi padre fue asesinado. Fue una víctima y mi madre hoy sigue sufriendo cuando se habla del tema. Eso es lo importante», se lamenta.

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