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Convención placebo

Convención placebo

Mariano Rajoy, optimista imprudente con el bloqueo catalán

Tonia Etxarri

Lunes, 9 de abril 2018, 00:50

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Cambia el ciclo. Cambia el terreno de juego. Pero según el PP «no pasa nada». Las encuestas aprietan, los asuntos de Estado se amontonan, la imagen se deteriora, pero a juicio de María Dolores de Cospedal, «tenemos todo el tiempo del mundo». Europa se mueve entre la democracia iliberal del Este, la derecha identitaria anti-inmigración y las soluciones personalistas al estilo de Macron. Y en todos los casos pierden los grandes partidos tradicionales. La derecha y la socialdemocracia. Pero según el guión de la convención del PP, «la gente necesita referentes fuertes», «no podemos permitir que nos roben nuestras banderas» y «tenemos que defender a los nuestros».

Rajoy en su más puro estilo de elevar lo elemental a excepcional lo resaltó en el cierre: «Somos un gran partido». Que se lo cuente a Sarkozy, Fillon y Juppé, náufragos de un gran partido de centro derecha que en dos meses se hundió, entre otras cosas, por culpa de unos empleos ficticios de la esposa de Fillon. Pero el diagnóstico de un PP con Rajoy sin recambio, ni sector crítico, no ha sido otro que el intento de conservar lo que tiene. Y minimizar daños. Rajoy sigue siendo la apuesta mientras el partido cierra cualquier válvula de autocrítica y reconduce la presión hacia adentro, «para hacer piña» y tener engrasada la maquinaria electoral. A ver si el bastión de Andalucía cae por fin el año que viene, aprovechando el desgaste de Susana Díaz y la trama corrupta de los ERE.

Lo de Madrid, sobre la marcha. Cifuentes tuvo el respaldo aparente del partido pero es un fusible quemado que saltará en cuanto peligre el poder en la capital. Ya se hizo en Murcia. Este enroque de manual, esa consigna ignaciana de no hacer hacer mudanza en tiempos de tribulación, la medicina de placebo, es una táctica segura con la que muchos equipos han perdido partidos que creían ganados. La presidenta de Madrid era el mejor activo para el futuro. La líder que no mira para otro lado ante la corrupción en sus filas. El estrépito de su caída no se puede comparar con la del murciano Sánchez. Aquí se trata de 'caza mayor'.

Puede quedar esperanzador decir que el PP es el partido de las clases medias. En el caso de que las clases medias hubieran resistido la crisis. ¿Los pensionistas de 1.200 euros en catorce pagas son clases medias? Desde un despacho se puede afirmar que encajan dentro de los parámetros sociológicos. Pero a juzgar por la exasperación con la que reclaman en las calles una subida que les acerque al coste de la vida, no se sienten clases medias. Es cierto, como se dijo en Sevilla, que vivimos en tiempos de «fotopolítica» y «brindis al sol». Pero la actitud de dejadez argumentaria abandonando el campo de la agitación y propaganda en manos de los adversarios tiene un precio muy alto.

O siguen ese cínico ejemplo de convertir la política en titulares, 'slogans' y promesas populistas, («parlanchines inexpertos» les llamó el presidente) o un partido que pretende adaptarse al cambio de ciclo tiene que poner a trabajar su 'think tank' a todo ritmo sobre reformas electorales, nuevos derechos de los ciudadanos, soluciones a la inmigración ilegal, reformas sociales y economía para el futuro. Relativizar el impacto del 'caso Cifuentes', confiar en que el poder judicial tape las goteras de la política exterior y catalana mientras Puigdemont se trasmuta de golpista en héroe europeo, solo puede funcionar como efecto placebo.

El 'caso Cifuentes', aunque en última instancia pueda salvarse el Gobierno de Madrid, ha sido una catástrofe para todo el esfuerzo de Rajoy en poner medidas de moralización de la vida política. Y convierte en agua de borrajas la voluminosa ingeniería legal y judicial que se había puesto en marcha en los últimos tiempos. Ciudadanos no es un tigre de papel. La imagen de Rivera se sale en los estudios demoscópicos y la de Rajoy se desgasta inexorablemente. Y lo peor de todo para el PP es que no genera ilusión mientras la marca de Ciudadanos se ha convertido en la expectativa de muchos votantes que aguardan un milagro que devuelva el brillo a este país.

Para más 'inri' el palo de los jueces alemanes en el 'caso Puigdemont' se ha vivido como el amargo despertar del sueño de un apoyo europeo sin fisuras a nuestra democracia. Aunque Rajoy en otro gesto de optimismo imprudente pronostique que lo de Cataluña pronto será un mal sueño. Todo pasa factura. Y el PP, a la defensiva, es un firme candidato a pagarla.

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