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miedo o malicia

La del sábado fue una manifestación grande pero no una gran manifestación

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Lunes, 28 de agosto 2017, 01:57

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Mariano Rajoy no está sordo pero asegura que no escuchó los abucheos que le dedicaron tanto a él como al Rey durante la manifestación del pasado sábado. Es la síntesis de lo que está siendo su táctica en medio de este terremoto en el que se ha cruzado el desafío terrorista de los yihadistas y la afrenta soberanista de la Generalitat y sus socios. Un talante que le está granjeando no pocas críticas desde algunos sectores afines por aguantar tanta provocación con esa aparente parsimonia en pro de una unidad política que nunca llegó a existir. Ni siquiera en los momentos más duros del duelo tras los atentados de Barcelona y Cambrils. Pero él prefiere recurrir a frases genéricas como «seguiremos haciendo todo cuanto sea posible» para poner el acento en la reunión que hoy mantendrá con los mandatarios francés, italiano y la canciller alemana para reforzar medidas contra el terrorismo yihadista.

De la manifestación ‘sin miedo’ en Barcelona ya no hablan los independentistas catalanes, concentrados en su próximo desfile del 11 de setiembre, la ‘ Diada’ , y en el referéndum del 1 de octubre que, según Rajoy, no se va a celebrar. Pero ese ensayo de demostración de fuerza, que no resultó tan numeroso como esperaban los organizadores, sigue dando motivos para el debate. Por sus trampas y encerronas a la unidad. Por la manipulación de la causa. Porque permitieron que se cargara contra las instituciones del Estado cuando debían de haber homenajeado a las víctimas. Y porque la activista musulmana desaprovechó su oportunidad para condenar a los yihadistas culpables de la matanza de 16 ciudadanos.

Han pasado muchos años desde el atentado de ETA contra Hipercor. Quizás sea ése el motivo que explique el ‘cambiazo’ en la protesta del sábado contra el terrorismo yihadista al que no se mencionó en ningún momento. Fue una manifestación grande. Pero no una gran manifestación. Que no es lo mismo. Sobraron banderas, pitidos y algunas broncas. Faltó un homenaje explícito a las personas que perdieron la vida en los atentados. Y una condena expresa a los terroristas. La secuencia de las dos señoras arropadas con una bandera ‘estelada’ rompiendo con saña carteles donde se podía leer en castellano ‘dignidad y justicia’ dio la vuelta por las redes. Ni resultó unitaria -porque los antisistema e independentistas se encargaron de que no lo fuera- ni siquiera fue antiyihadista.

¿Hubo miedo o malicia? ¿Miedo a mencionar al causante del terror que está campando por sus respetos por Europa intentando llevar su ‘guerra santa’ a Occidente? ¿O malicia al darle la vuelta a la manifestación, despreciando el dolor de las víctimas al desviar las culpas y responsabilidades de tamaña tragedia hacia el Rey o el presidente del Gobierno?

Ni un solo cartel contra el ISIS. Numerosas pancartas contra el jefe del Estado y el jefe de gobierno aludiendo a « nuestros muertos». Y los organizadores explicando que ya el lema en sí ‘No tinc por’ estaba cargado de mensaje. Que, en fin, ya llevaba una condena del terrorismo yihadista. ¿Dónde?

En Euskadi se recuerdan manifestaciones contra ETA. Pero la que se ha quedado grabada para los anales de la historia fue la demostración de duelo tras el asesinato de Fernando Buesa y su escolta Jorge Díaz. Juan José Ibarretxe gobernaba entonces gracias a un pacto de legislatura apoyado por la izquierda abertzale. Los ciudadanos indignados gritaban contra los terroristas exigiendo la dimisión del lehendakari. Cinco días después, como el Gobierno vasco no fue capaz de acordar un lema para la manifestación con la familia socialista, se produjeron dos cortejos. El primero, encabezado por Ibarretxe acabó convirtiéndose en un homenaje a su persona «ari, ari, ari, Juanjo lehendakari» le coreaban los suyos. El segundo, la familia y amigos de los asesinados. Una de las experiencias más vergonzosas que se han vivido en este país en la larga trayectoria de las manifestaciones contra el terrorismo de la que aprendió mucho el actual lehendakari, Iñigo Urkullu. Ahora después de la matanza de los yihadistas se ha hecho tanta propaganda oficial en favor de los Mossos d’Esquadra para acallar la mínima crítica sobre la falta de conciencia de la amenaza que se avecinaba que muchos ciudadanos acudieron a la manifestación convencidos de que tenían que ir a defender a Cataluña. Ni una pancarta contra el ISIS. Si persisten los errores, perderá la democracia.

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