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Ni a Susana Díaz ni a Pedro Sánchez les conviene tirarse a matar porque si aciertan en sus disparos dejarían de ser enemigos a muerte. Ahora que empieza agosto, decidido, como siempre, a durar más que los otros meses, lo que más les urge a los dos es llegar a un acuerdo sobre el modelo territorial de España. Ninguno de los dos sabe cerrar heridas, pero compensan esa deficiencia abriendo otras nuevas. La larga batalla puede aburrir a ambos, del mismo modo que nos tiene hastiados a los involucrados espectadores. La cosa es que se besan mucho después de asestarse reproches. Sus rencores vienen de lejos, ya que es muy difícil acercar posturas cuando ninguno se mueve. Sánchez echó de su Ejecutiva a los llamados ‘susanistas’ y ella le responde ahora cargándose a los ‘sanchistas’ más críticos. El PSOE, que fue siempre el más coherente del guirigay político, está transitando un dédalo que algunos llaman ‘plurinacionalismo’, mientras otros lo que quieren saber es a qué nación de naciones llamamos España.

El pleno del Tribunal Constitucional se reunió ayer para estudiar el recurso presentado por el Gobierno contra la reforma del Reglamento del Parlamento de Cataluña, que lo que quiere es que únicamente voten ellos, excluyendo a todos los que tenemos el derecho a votar. Está saliendo a relucir el artículo 155 para tapar al otro que era el que nos articulaba a todos. ¿Basta con invalidar los pasos dados por la Generalitat y el Parlamento catalán? El referéndum catalanista sólo se detiene dejando que votemos todos los españoles, para que entremos los que no deseamos tener una patria mermada y protestona, a veces irascible y otras taimada. La respuesta penal al proceso independentista es lo que más importa sin desdibujar las querellas andaluzas entre Susana y Pedro, que son para andar por casa. Siempre que la casa sea de todos.

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