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CIENCIA Y TECNOLOGÍA

El Peter Pan de los anfibios

Biología ·

El ajolote se encuentra en riesgo de desaparición por no poder vivir su juventud en el medio ambiente que le dio origen

MAURICIO-JOSÉ SCHWARZ

Sábado, 9 de septiembre 2017

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Lo primero que llama la atención del ajolote es que parece estar sonriendo ingenuamente. Por supuesto, se trata de una antropomorfización, esa tendencia que tenemos los seres humanos de atribuirle a los animales expresiones, emociones, sensaciones e ideas humanas cuando, en realidad, no hay tal. Es una práctica que puede ser simplemente errónea o llevar a terribles consecuencias cuando se confunde, por ejemplo, la exhibición agresiva de dientes de un chimpancé con una sonrisa humana.

No, el ajolote no sonríe. Pero las comisuras de sus labios nos llevan de inmediato a notar los seis penachos que sobresalen de su cabeza, arriba y a los lados, tejidos rojizos y ramificados que no son otra cosa que branquias externas con las cuales este animal respira dentro del agua.

Esas branquias son lo primero que hace singular a este anfibio originario de los lagos del centro de México, sobre los cuales está asentada la Ciudad de México y cuyo proceso de urbanización ha puesto en grave peligro la supervivencia de la especie. Los ajolotes (llamados ‘axólotl’ por los mexicas que vivían en los islotes de los lagos) y cuyo nombre científico es ‘Ambystoma mexicanum’ son anfibios peculiares entre otras cosas porque llegan a la edad adulta sin perder las branquias y sin desarrollar, por tanto, pulmones funcionales como hacen otros anfibios cuya juventud transcurre en el agua para luego vivir su etapa reproductiva respirando aire; por ejemplo, las ranas y las salamandras. Pueden medir hasta 30 cm de longitud y ser de colores que van del marrón al blanco o albino. Son depredadores de moluscos, crustáceos y peces, y pueden vivir hasta 15 años en cautividad.

La misteriosa etimología

El nombre 'axolotl' es objeto de debate entre los especialistas en la lengua náhuatl. Si bien están de acuerdo en que la 'a' inicial proviene de 'atl', agua, 'xólotl' presenta problemas. Para algunos tiene el significado original de 'arrugado' o 'rugoso' y para otros de 'monstruo'. Ambas posibilidades lo relacionarían con el 'guajolote' o pavo americano, cuyo nombre significaría 'gran monstruo'. Por otra parte, en la mitología azteca Xólotl es el dios del ocaso y del fuego, que haciendo el papel de Prometeo dio al hombre el fuego. Para evitar ser sacrificado, Xólotl se convirtió primero en maíz, luego en el cactus del maguey, y finalmente, en ajolote. Según el mito, de nada le sirvió. Fue atrapado y sacrificado.

De hecho, el ajolote está estrechamente emparentado con la salamandra tigre norteamericana. Lo que ha ocurrido durante su evolución es que, en un momento dado, dejó de desarrollar sus características adultas y sufrió un proceso de neotenia, el retraso, ralentización o suspensión del desarrollo, conservando características infantiles. Los seres humanos sufrimos un proceso de neotenia en nuestra evolución que nos llevó a tener infancias muy prolongadas en comparación a las de los otros primates más cercanamente emparentados con nosotros. Nuestros perros también han experimentado neotenia al mantener hasta la edad adulta comportamientos como el de jugar o ciertas actitudes que interpretamos como cariñosas.

El ajolote, en algún momento, ‘decidió’ no crecer. Como Peter Pan (o como el personaje de una canción de Tom Waits o de otra de Bob Dylan), quedó para siempre en una etapa juvenil, consiguiendo llegar a ser un adulto eternamente inmaduro.

Los antiguos mexicas no eran conscientes de esto, por supuesto. Les preocupaba más la gastronomía, ya que el ajolote figuraba con frecuencia en las recetas prehispánicas... y coloniales. Así fue hasta la década de 1860, cuando el zoólogo Marie Firmin Bocourt, que llevó a cabo una misión científica en América, le envió unos ajolotes a su colega Auguste Duméril a París. Algo ocurrió en el proceso y uno de los ajolotes de Bocourt se transformó en una salamandra muy parecida a la tigre. Al principio, Duméril pensó que los ajolotes eran solo formas infantiles de la salamandra tigre, pero pronto comprobó que no era así, los ajolotes permanecían en ese estado y en él se reproducían, envejecían y morían. El zoólogo alemán Julius Kollman compartió el interés por estos animales y en 1855 creó la palabra ‘neotenia’ precisamente para describir el proceso evolutivo peculiar de este anfibio. Varios científicos experimentarían después para demostrar que ciertos cambios en el medio ambiente podían desencadenar el proceso de metamorfosis en los ajolotes.

Así, por ejemplo, Vilem Laufberger consiguió la metamorfosis de los ajolotes utilizando inyecciones de hormona tiroidea. El británico Julian Huxley hizo el mismo experimento independientemente con los mismos resultados. Hoy se conocen varias sustancias que inducen el cambio, no solo hormonas, sino también otras como el yodo.

Similar a los renacuajos

Las branquias adultas y una aleta dorsal similar a la de los renacuajos no son la única peculiaridad de los ajolotes. Otra característica infantil que conservan es la capacidad de regenerar grandes partes de su cuerpo, como las patas y la cola, y hacer extensas reparaciones de algunos de sus órganos vitales como el corazón, los riñones y el cerebro. Esto les da un interés particular no solo en biología, sino en medicina, ya que son uno de los organismos modelo que se emplean para analizar la regeneración con la esperanza de encontrar claves genéticas y moleculares que permitan ya sea regenerar partes del cuerpo humano o, al menos, obtener mejores resultados del cultivo de tejidos y otros procesos.

En 2016, la revista ‘Science’ publicaba un estudio del madrileño Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) que utilizaba a los ajolotes para intentar que ciertas células humanas adultas vuelvan a su estado original como células madre que, a su vez, pueden utilizarse para reparar los tejidos dañados del cuerpo. Basados en una técnica japonesa, los investigadores españoles informaron que habían podido lograr esta transformación en el interior del cuerpo del ser vivo, desde la lesión, imitando la fisiología del ajolote.

Su curioso aspecto y biología los han hecho incluso tema literario. Julio Cortázar escribió sobre este animal su relato ‘Axólotl’ y Roger Bartra ha pretendido encontrar similitudes entre «la forma de ser de los mexicanos» y las peculiaridades de este anfibio, que también ha inspirado a creadores cinematográficos como Alexander Hick.

Como animal en peligro crítico, y pese a los esfuerzos que México hace por mantener su hábitat en el mermado lago de Xochimilco, el ajolote está, como Peter Pan, en riesgo de desaparición, no por hacerse adulto, sino por no poder vivir su juventud en el medio ambiente que le dio origen y desaparecer salvo en cautiverio, donde todavía puede enseñarnos a salvar muchas vidas.

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