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Medio siglo

FÉLIX MARAÑA

Sábado, 21 de abril 2018

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Pocos historiadores de su tiempo apostaron de manera decidida por advertir en qué modo la cultura determina la Historia como lo hizo Manuel Tuñón de Lara (1915-1997). A ello contribuyó su formación y querencia intelectual, pues no solo fue alumno ambiental de la propuesta renovadora de la Institución Libre de Enseñanza, sino observador atento de aquellos elementos de cultura que ayudaban a definir y conformar un periodo tan decisivo en la Historia de España, como el que retrata y analiza en su libro 'Medio siglo de cultura española' (1885-1936). Este libro se publicó por vez primera en 1970 y ahora se reedita por Urgoiti Editores de Pamplona.

Se trata de un periodo decisivo, en que la cultura abría horizontes que la vida social y política tardaría en vislumbrar. Incluso, en liquidar de cuajo, con el gran tajo de la guerra de 1936, si bien es verdad que la dictadura de Primo de Rivera ya había hecho de las suyas. España fue en ese periodo laboratorio del movimientos intelectuales que atrajeron a grandes figuras de la creación y la ciencia de Europa. La Residencia de Estudiantes fue la tribuna de aquel ensayo de modernización, que inspiró Giner de los Ríos en todas las parcelas del conocimiento.

Por eso este libro de Tuñón de Lara, con los inconvenientes del tiempo en que fue publicado, traza la claves de acción e intervención de la cultura en la historia. Y es otro historiador, Paul Aubert, que estuvo tan cerca de Tuñón de Lara, quien nos brinda en esta nueva edición los hitos de aquel proceso, al resaltarlos. El preliminar de Aubert es, por sí mismo, un tratado de Historia, de reconocimiento de la obra global del maestro, pero también un canto a las posibilidades de la cultura como elemento de remoción de la vida social. Y dicha introducción, de 110 páginas muy documentadas, es un doble servicio de la nueva edición, sobre todo para los estudiantes que quieran acercarse a ese periodo, porque si Tuñón de Lara lo explica en un lenguaje dinámico, sin fárragos y bien documentado, con conocimiento asimilado, Aubert lo ensalza en apenas dos páginas de los primeros compases. Porque en ese periodo –Alfonso XII muere en 1885–, la cultura, los intelectuales, alumbran la interpretación de la Historia. Así, el invocado Giner, Almirall, Azcárate, Jaime Vera, Clarín, Costa, Ganivet, Maeztu, Unamuno, Machado, Ortega, ente otros, retratan, en sus obras de más o menos intención histórica, la propia historia. Bien es verdad que aquella modernidad que inspiró el periodo no se puede entender sin la aparición del marxismo, el freudismo, o la irrupción de las vanguardias, simbolismo, ultraísmo y surrealismo (nuestros Gerardo Diego y Juan Larrea) que alentaron la posibilidad de un cambio, no solo en la escritura, sino en el pensamiento.

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