Borrar
Urgente El servicio de metro en Basauri y Etxebarri se reanuda con frecuencias de 20 minutos
Manuel Pacheco, poeta

Manuel Pacheco, poeta

FÉLIX MARAÑA

Sábado, 30 de diciembre 2017

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El Olentzero, bonachón, nos ha traído las obras completas de Manuel Pacheco (1920-98), publicadas por Editora de Extremadura, al cuidado de Antonio Viudas. El bonachón ha sido Luis A. Limpo, estudioso de su obra y director de la biblioteca Pacheco, en Olivenza. Junto con Delgado Valhondo, con acento desnudo, cuajo en el timbre y verbo donde conjugó lírica, canto y denuncia, Pacheco es el gran poeta de la modernidad, surgido de Extremadura.

Aunque la muerte estaba en él antes de nacer, y lloró ya en el vientre materno, toda la literatura de Pacheco es un canto vital y crítico. De algún modo, lo dice en un poema en rebeldía, cuando advierte que el asunto no es tener dónde caerse uno muerto, sino dónde caer vivo. Sin duda por esa periferia, en la que vivió anclado con amor a tierra y gente, pero también por su rectitud frente a los halagos de la vida literaria, la obra de Pacheco es poco conocida. Sin embargo, toda ella está escrita desde el borbotón de la modernidad, en el modo en que su poesía interpreta las artes del cine, la música y la pintura. Pacheco, criado en el hospicio de la vida, rodeado de la muerte en desgracia de su padre, atrapado por una guerra, educado por libre en la universidad de los libros, muerto de hambre, y resucitado varias veces de tantas enfermedades, vivió encendido en la poesía; metaforólogo, se llamaba.

La primera noticia de Pacheco nos vino en su libro ‘Para curar el cáncer no sirven las libélulas’ (Algorta, 1972): «Para curar el cáncer/ no sirven las libélulas./ Para curar la muerte/ no sirve el cementerio./ Nacer tampoco sirve/ para curar la vida». Por su distancia física y química con la vida literaria, apenas aparece en antologías, aunque sí es muy citado en libros sobre cine. Su poesía, irreverente contra todo lo que no sea humano, no halló acomodo en la poesía social, siendo muy social, sin dejar de ser poesía, porque Pacheco escribió poemas y anti poemas, para nombrar a todo. Pariente de Miguel Hernández, Labordeta y C. E. de Ory, el surrealismo rozó de enfermedad a Pacheco, pero el realismo le hizo tocar con la manos las llagas ajadas de la tierra. Creyó en la ciencia –no en la creencia– y celebró esa idea en Baroja, a quien dedicó en 1972 un excelente poema. En 1939, soldado sin batallas, cuidaba a presos en Oiartzun, a quienes regalaba libros de su maleta ambulante. Tradujimos su obra al euskera en una antología irreverente (1981), y lo incluimos en otra antología vasca (‘23’, 1981). Cela prologó su antología ‘Nunca se ha vivido como se muere ahora’ (1977). Manolo escribió cartas todos los días de su vida. Varias cada día.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios