Borrar
Lo leemos todo por usted

Lo leemos todo por usted

Ante el uso masivo del móvil y la proliferación de firmas distribuidoras, las editoriales relanzan el audiolibro

LUISA IDOATE

Sábado, 27 de enero 2018

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Atraídos por su crecimiento en Estados Unidos y parte de Europa, los editores españoles vuelven a apostar por el audiolibro. Olvidan el descalabro económico de su fallido lanzamiento en 1995. Entierran los argumentos con que Planeta, Penguin y Santillana lo rechazaban en 2013. Aquí, decían, no pasamos media vida oyendo novelas en el coche, como en EE UU, donde las ventas de títulos sonoros superan al papel. Ahora la masificación del móvil les favorece. La gente vive conectada a su ‘smartphone’, es insaciable consumidora de audio. Ellos se frotan las manos. Nos quieren fidelizar, susurrándonos al oído novelas, ‘thrillers’ y comedias, mientras vamos al trabajo, corremos, cocinamos, viajamos y atendemos al zafarrancho doméstico. Es otra forma de leer, defienden. Especialistas en lectoescritura lo niegan y alertan: «Lo malo es que quienes escuchan audiolibros crean que leen, porque no lo hacen; y que las empresas crean que captan nuevos lectores, porque no lo son». Y recuerdan que el índice de lectura del país no es precisamente alto.

El primer audiolibro de la historia es ‘Typhoon’, de Joseph Conrad. Nace en Reino Unido, en 1935, auspiciado por el Royal National Institute of Blind People para que los veteranos de guerra que han perdido la vista en el frente disfruten de la literatura. Con el mismo fin, al mismo tiempo y al otro lado del Atlántico, la America Foundation for the Blind desarrolla una tecnología para popularizarlo. Es una herramienta complementaria al sistema de lectura Braille. Los primeros ejemplares son en pizarra y luego, en vinilo, en casete y en CD.

En la década de 1980 el libro narrado triunfa en EE UU, impulsado en gran medida por las obras de autoayuda del ‘boom’ del ‘hágalo usted mismo’. Se consolida y asienta, y aumenta su oferta. Se ficha a actores de primera. Jeremy Irons locuta ‘Lolita’, de Vladimir Nobokov. Con la digitalización, el MP3 suple al CD y dispara las ventas de forma espectacular. El periodista y escritor Donald Katz lo percibe y en 1995 crea la plataforma Audible. Vende audiolibros a 14,99 dólares el ejemplar; tantos que Amazon detecta su rentabilidad y la absorbe.

«Una historia que lees en 6 horas, la escuchas en 10 porque el narrador va más lento»Los consumidores aprecian la calidad: una locución pausada, con voz clara y sin ruidos

Alfaguara intenta emular la experiencia en 1995 con títulos como ‘Una cuestión de honor’, de Arturo Pérez-Reverte, relatado por José Sacristán; ‘Marinero en tierra’, de Rafael Alberti, leído por Núria Espert; y ‘La soledad era esto’, de Juan José Millás, contado por Charo López. Para Adolfo Marsillach, que puso voz a ‘El principito’, el punto débil de los audiolibros radicaba en la fiabilidad del intermediario. «Depende de quién lo lea. Si coges un libro no hay intermediario entre el libro y tú, y aquí se cuenta con un tercer elemento que puede traicionar o no la lectura», argumentaba. Para el entonces director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, libro y audiolibro eran «experiencias distintas». En cualquier caso, el intento no cuaja. Se achaca a que las obras se produjeron en casetes, un soporte incómodo y con los días contados. La editorial Salamandra lo intenta de nuevo a principios de 2000 con ocho CD de la saga de Harry Potter, de J. K. Rowling. Tampoco lo consigue. Según la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), el monto del audiolibro en nuestro país era en 2012 era de 210.000 euros frente a los 1.200 millones del mercado estadounidense. Hay quien defiende que el miedo al pirateo de las editoriales españolas frenó entonces su despegue.

Nuevo intento

«Nosotros no frenamos nada, ofrecemos al lector el formato que desee», asegura Santos Palazzi, de Editorial Planeta. El temor a la piratería «ha existido y existe», admite, pero lo importante es sopesar adecuadamente la inversión. «En 2013 lanzamos audiolibros y no vendimos ni uno. No había plataformas de distribución y, como fueron diez títulos, tampoco se puede hablar de fracaso». A su juicio, lo esencial es que los números cuadren. «Colocar un audiolibro en el mercado supone una inversión de 5.000 o 7.000 euros. Si lanzas 5.000 títulos, hablamos de 5 a 7 millones». El pirateo seguirá actuando, lamenta, y solo se eliminará con una doble actuación, educacional y legal. «En EE UU, lo haces y tienes al FBI en la puerta de casa, y encima te cae una multa de cientos de dólares».

En 2013, Palazzi no auguraba ningún futuro en España al libro relatado. Las intentonas por lanzarlo, dijo entonces, costaron a Planeta «lo que no está escrito» y no funcionaron. Tampoco le veía posibilidades Iria Álvarez, de Penguin Random House –entonces en Santillana–, que se inclinaba por el libro multimedia. Ponía como ejemplo el éxito de ‘Cup cake perfecto’, de Alma Obregón. Ahora ambas editoriales lo promocionan sin reservas. ¿Por qué? «La situación ha cambiado radicalmente –comenta Álvarez–, porque hay muchos más dispositivos electrónicos y canales de venta ‘online’, y una apuesta muy grande por el audio». Palazzi lo confirma. «En cuatro años, hemos visto crecimientos de mercado muy significativos en Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Escandinavia, debidos al aumento de la oferta y al desembarco de las plataformas de distribución que ahora arrancan aquí». Empresas como Audible, Storytell y Kobo ofrecen títulos ilimitados por 9,99 y 14,99 euros mensuales; y Bookchoice, ocho títulos por una cuota de 3,99 euros al mes y escuchas sin límite en tres dispositivos diferentes. A lo que se suman aplicaciones multiplataforma como Auditeka, que, además de ofertar títulos en su web, entre 0,99 y 28,99 euros, permite descargarlos al móvil desde cualquier distribuidora.

Cifras alarmantes

Las estadísticas evidencian el escaso hábito lector en nuestro país. Según el último informe ‘La lectura en España’, de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), el 40,3% de los ciudadanos no termina un libro al año. Lo que ratifica los datos del Barómetro del CIS de septiembre de 2016, donde un 36,1 % de los 2.484 entrevistados reconoció no leer nunca o casi nunca. El 42,3% de ellos no lo hacen «porque no les interesa»; un 21,9% «por falta de tiempo»; y un 19,1% porque prefiere dedicar su ocio a otro tipo de entretenimiento. Entre los lectores, el 7,7% leyó un libro el año anterior; el 40,7%, de 2 a 4; el 21,3%, de 5 a 8; el 11,7%, de 9 a 12; y el 12,7%, 13 o más. Un 70,9% de los encuestados dijo no haber acudido en los últimos doce meses a una biblioteca y un 51,8% no haber comprado un libro.

El informe PISA de 2015 otorga a los estudiantes españoles 496 puntos en comprensión lectora y los coloca tres puestos por encima de la media de la OCDE. Son los vigésimoprimeros de una lista encabezada por Singapur (535), Canadá y Hong Kong (527), y Finlandia (526). En el estudio ‘El sector del libro en España’, de octubre, el Observatorio del Libro y la Lectura valoraba esa mejora de 8 puntos respecto a 2012. Ese año, los alumnos españoles se colocaron ocho puestos por debajo de la media de la OCDE. Aún y todo, el gran batacazo lector español se manifestó en el PISA de 2009, donde la capacidad lectora de los estudiantes cayó a 481 puntos.

¿Precio unitario o suscripción? «Me decantaré por lo que se decanten los lectores. Ofrecemos todas las posibilidades», argumenta la ejecutiva de Penguin. Hay plataformas de suscripción y también gente que paga 28,99 euros por un título «porque sabe que es un producto cuidado. Hablo de novelas de 40 horas, de Ken Follet». Ellos ofrecen 250 títulos este año «y en 2018 serán 100 más». Hay temas más propicios que otros para ser escuchados, indica. «Sobre todo ficción, romántico, suspense, misterio. Los ensayos lo son menos, aunque hay excepciones».

En cambio, Planeta se inclina por la suscripción, «porque, una vez has escuchado el audiolibro, no lo vuelves a oír». Pero también los vende por unidades a 20 o 30 euros. De ese precio, puntualiza su portavoz, el 21% corresponde al IVA, un porcentaje «muy significativo» queda en manos de la plataforma y el ingreso neto para autor y editor es, en términos absolutos, «muy parecido al que obtienen por un ‘ebook’». Frente a ello sitúa los costes de producción, «entre 250 y 500 euros por hora, sin incluir los trabajos preparatorios, el ‘casting’ de voces …» Para finales de año, tendrán en el mercado entre 250 y 300 versiones sonoras «de temática heterogénea, para conocer las preferencias del público y saber qué funciona mejor». Normalmente utilizan un narrador, pero incluyen más si la historia lo requiere; siempre profesional y con el acento del país donde publican. «Los consumidores aprecian la calidad: una locución pausada –pero no demasiado–, con voz clara y nítida, sin ruidos ni interferencias». En el futuro, no descartan dramatizar contenidos creados para audio. Los autores participan en la elección de voces y algunos hasta quieren locutar, cuenta. «Pero es muy difícil. Hace falta una voz buena, entrenada y con buen ritmo».

Los consumidores aprecian la calidad: una locución pausada, con voz clara y sin ruidos

Iria Álvarez ve positiva la actitud participativa de los autores en el audiolibro. «Su reacción es totalmente opuesta a la que tuvieron frente al ‘ebook’. Están felices. Se implican en las grabaciones». Les proponen ir a la primera y servir de referente al locutor. «La narración es muy neutra. No se dramatiza. No se opina sobre el texto, procuramos respetarlo al máximo. No hay efectos sonoros, porque producen cansancio». Como el actor de doblaje está habituado a interpretar y hacer publicidad, se le encauza. «Tiene que relatar sin modificar el libro ni imponer su criterio». Cobran por hora, aunque aquí no se manejan las millonarias cifras de EE UU, aclara. «Pagamos tarifas razonables y, para ellos, es perfecto porque son actores que pasan mucho tiempo parados entre proyectos y es una vía muy estable de ingresos».

Lección aprendida

El audiolibro no quita mercado al escrito, sostiene la representante de Penguin. «No es robar, es dar opciones. No hay colisión de formatos». Piensa que puede captar nuevos lectores y recuperar los perdidos, «porque hay mucho lector híbrido y otro que no lee por falta de tiempo o imposibilidad física». Asume que hubo reticencias con la llegada del ‘ebook’ y espera no tropezar con la misma piedra. «Hemos aprendido la lección. Ahora hay más apertura, se mira hacia fuera y se ha aprendido a tratar con las empresas tecnológicas. Estos años han servido como acicate y el sector se ha renovado». Lo hace extensivo a los autores y las agencias. «Todos los eslabones de la cadena están hoy más abiertos a la innovacion que hace años». Admite que en 1995 Alfaguara se estrelló con el libro relatado. «Pero fue un problema de soporte, una cuestión puramente tecnológica. Fracasó porque era en casete y no era lo más práctico ni cómodo para escuchar. Hemos recuperado muchas de esas grabaciones y están ahora disponibles».

¿Escuchar un audiolibro es leer? Iria Álvarez es tajante. «Sí, por supuesto. Es leer. Es otro tipo de lectura, que no implica un soporte físico, sino que es a través de la escucha. Pero, a nivel cognitivo, es el mismo proceso y hay muchísimos estudios que avalan incluso que la asimilación a través de la escucha es más potente que la de la palabra escrita. Pero, para mí, están al mismo nivel». Una equiparación que Santos Palazzi no comparte. «Es comparable a la lectura, aunque la experiencia no es la misma». Quien escucha un libro puede planchar, correr y regar las plantas a la vez y requiere más tiempo, señala. «Una historia que lees en 6 horas, la escuchas en 10 porque el narrador va más lento y vocaliza y pausa más que tú». No todos los géneros se prestan a ello. «El ensayo requiere una mayor concentración y la ficción, menos».

Hay algo en lo que los portavoces de Planeta y Penguin coinciden de lleno: todo soporte es potencialmente válido y rentable. «Los editores estamos más abiertos a la innovación y más conscientes de que el lector tiene que tener todas las opciones disponibles. No me importa que lean en papel, digital o audio, lo que quiero es que lean y conectar al autor con el mayor número de lectores», mantiene Iria Álvarez. Algo que Santos Palazzi refrenda. «A mí, como editor, me da igual porque quiero hacer llegar los títulos que publicamos al mayor número de lectores y escuchantes posible. Es nuestra obligación ofrecer a nuestros clientes la obra en el soporte que ellos elijan: papel, ‘ebook’ o audiolibro. No son formatos excluyentes. El libro narrado abre una enorme ventana a nuevos lectores». A nuevos clientes.

¿Relatar o dramatizar?

Escuchaban audiolibros en inglés y no entendían que no los hubiera en español. «Y decidimos probar», declara Alejandro Khan. Así nació la empresa Sonolibro, de la que es director. «Nos decantamos por el dramatizado. Lo vimos más completo, con mayor inmersión en la novela. El lector se mete de lleno en ella con las voces, los efectos, la música. Emula a las radionovelas de hace décadas». Le adjudica un plus innegable. «Imagínate un narrador que no sea actor y tenga que hacer 40 o 50 voces diferentes en un libro. O es muy bueno y polirregistral, o los falsetes de mujer, niño y anciano suenan ridículos. En el dramatizado, los hacen actores y actrices y quedan más naturales». Eso sí, algunas obras se adaptan más a la interpretación «como las de terror y las románticas».

La creciente demanda les obliga a diversificar la producción. «El audiolibro está arrancando. Los portales nos piden más catálogo, más cantidad». Para lograrlo, no tienen más remedio que hacerlos también narrados. «Con el dramatizado, tardas cinco veces más. El relatado solo exige un señor, un micro y una posproducción mínima o inexistente. Pero nosotros siempre incluimos efectos y música que, a veces, hasta componemos». Aunque cada grabación es un mundo, hay cifras de referencia. «Una novela narrada de 300 páginas puede tener un coste de unos 1.500 euros; una dramatizada, 5.000 o 6.000, aunque depende del número de páginas, la complejidad del texto…»

«Una historia que lees en 6 horas, la escuchas en 10 porque el narrador va más lento»

El director de Sonolibro propone evitar viejos errores, ante un panorama que considera alentador. «En 1995 la FNAC sacó 10 o 12 títulos, mal elegidos y con carátulas de aspecto feo. El Corte Inglés se gastó una verdadera millonada en comprar los derechos de Harry Potter; pero claro, tenía solo un audiolibro, uno, y la gente quiere una opción muy amplia». En cualquier caso, advierte, «es difícil que los grandes almacenes se suban al carro». Si el libro narrado se comercializa por tarjetas, justifica, estas se pueden robar; y dotarlas de un número identificatorio es complicado. «Luego está la copia ilegal. ¡Con el Papa hemos topado! Ahí no podemos hacer nada. Pero la descarga directa convivirá ahora con el ‘streaming’, que es más difícil de copiar, más complicado. El usuario medio no lo va a tener tan fácil».

Para Khan, el despegue del formato es imparable. «Todas las grandes editoriales con las que hablamos hace siete años empiezan ahora a hacer sus propios audiolibros. Se han dado cuenta. La faena es que no nos permiten acceder a sus autores». La considera una apuesta a largo plazo y cara. «Nos pidieron prespuesto para hacer ‘Juego de tronos’, ni más ni menos, pero competíamos con Audible y no podíamos ofrecer 400.000 euros de anticipo». ¿El audiolibro es el futuro? «Yo creo que es el presente. Fue el futuro hace tiempo». A su parecer, tendencias y ventas lo confirman. «Si los grandes están apostando a marchas forzadas por ello, está claro que, antes o después se convertirá en una parte porcentual del mercado editorial español. Aún no lo es, pero lo será. No tanto como en EE UU, pero si conseguimos 10 o 12%, sería ya un éxito».

Sonolibro ofrece cerca de 300 títulos, la mitad de dominio público. «Empezamos como un ‘hobby’ –aunque está mal el decirlo– y sin ninguna pretensión económica. Pero, como ya se acerca el umbral de rentabilidad, habrá que echar toda la leña en el fuego y hacerlo bien». Pone como ejemplo a Spotify, que lleva 8 o 9 años perdiendo dinero, pero su pérdida va disminuyendo. La tendencia es que se gane dinero a medio plazo, prevé Alejandro Khan. «Pero primero tenemos que superar ese mal endémico que hay en España del ‘todo gratis’. ¿La solución? Educación. Aunque veo gente que antes era muy recalcitrante y ahora paga».

«Demasiado pronto»

Victoria Mesas y Franz Mathei no pudieron hacer rentable Escuchalibros. Crearon el sello en 2007. Obtuvo un premio a la iniciativa emprendedora de la Junta de Andalucía y la Diputación de Málaga. Comercializó quince audiolibros. Locutaban títulos clásicos de dominio publico y de autores nuevos. «Vendimos muchísimo. Tuvimos en el número uno de ventas en castellano ‘El arte de la guerra’ y una recopilación de ‘Los cuentos de Andersen’», recalca la periodista. Ahora están en proceso de cierre. «Sí, en concurso de acreedores. Llevamos cinco años sin hacer nada. Algunos libros se siguen vendiendo en la red porque estaban hechos».

¿Qué falló? Mesas lo tiene claro. «Cerramos porque llegamos muy pronto. El mercado no estaba preparado. La gente quiere títulos y autores conocidos. ¿Quién los tiene?, las grandes editoriales. Y era como darse contra la pared: ellas no querían». Sospecha que era por miedo a las descargas ilegales. «Producir un audiolibro era caro y tenían muchas posibilidades de que se lo pirateasen. Yo creo, y alguien me lo comentó, que todas las grandes editoriales lo hablaron y dijeron: ‘No al audiolibro, ninguno’». Eso solo dejaba margen a títulos clásicos o libro nuevo, y ya no era tan atractivo. A lo que suma la carestía tecnológica. «Hoy en día con un micrófono muy bueno y una sala mediana puedes grabar una calidad de audio ‘superbuena’. Entonces el coste de producción era muy alto». Tampoco había aplicaciones como ahora, recalca, y, si lo descargabas en un dispositivo, no podías tenerlo en otro. «Hoy la técnica y la forma de venta han cambiado. Llegamos demasiado pronto. Lamentablemente».

«Si las grandes editoriales están dispuestas y hay plataformas y aplicaciones buenas, el tema puede funcionar», resume Mesas. Cree que el mercado del ‘podcast’ será un buen indicador. «Si se oye mucho, es que ya funciona el hábito y eso va a ayudar». No concibe que su consumo se circunscriba solo a los largos desplazamientos diarios al trabajo. «En Estocolmo, que es más pequeña que Madrid, la gente ha incorporado el audiolibro a su vida. Corren, cocinan y se tumban en el sofá a escucharlos». En Suecia, continúa, la plataforma de distribución Storytell está por todas partes. «La pena es que tenga que venir una empresa sueca a hacerlo aquí». Sugiere que las españolas se pongan las pilas y empiecen. «Si no, pasará lo de siempre: llegan las de fuera, invierten y se llevan el pastel». Eso les ocurrió en Escuchalibros. «Vendíamos por descarga en Amazon, iTunes y Audible, y ellos decidían el precio. ¡Se llevaban tanta comisión..!» Aunque prefiere no recordarlo, era del 85%. Era un trabajo de riesgo y muy cuidado, analiza. «Nos lo currábamos mucho. Nos esforzábamos en que saliera un producto muy bueno. Pero quizá una cosa más sencilla puede funcionar igual de bien y el lector lo agradece lo mismo».

¿La buena locución? «Me he vuelto muy flexible en eso. No hay que ser muy exigente. La regla de oro es que se entienda, sea bien entonada y no parezca la de un niño recitando ante el profesor». Debe de resultar natural. «Y para eso necesitas formación». En cuestión de acentos, Victoria Mesas no lo duda. «Soy malagueña, pero nunca he leído un libro en andaluz, porque me gusta mucho cómo suena el castellano. Tampoco me parece mal que alguien decida que un personaje hable con acento gaditano». ¿Volverá a la carga con el audiolibro? «Decidí alejarme de todo. Me apasionaba el proyecto y el proceso fue muy doloroso. No sé si voy a volver o no. Me lo pensaría mucho. Mucho. A ver, si llega una editorial y me dice: ‘¿Te apetece sumarte?’. Pues no diría que no. No sé. Nunca se sabe».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios