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Laboratorio breve

Laboratorio breve

La mayoría de los cuentos de Sontag tienen algo, demasiado, de fórmula alternativa de exponer ideas

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Sábado, 24 de febrero 2018

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La ambición intelectual de Susan Sontag se parecía mucho a la voracidad. Queda claro en sus diarios de juventud, donde la escritora ya parece consciente de que apenas dispone de una vida para encargarse de todo, es decir, para entenderlo todo y para explicarlo todo. ¿Cómo? De todos los modos posibles. Si el propósito parece complicado de por sí, su aplicación literaria es probablemente inviable. Hay escritores que frecuentan una gran variedad de géneros, pero no hay muchos que consigan brillar en todos ellos. Hacerlo tiene de hecho algo sobrehumano. Piensen en Goethe expendiendo clásicos casi sin freno, en forma de poemas, novelas, ensayos, dramas e incluso tratados científicos.

‘Declaración’ reúne los cuentos de Susan Sontag. Puede decirse de otro modo: en este libro se reúnen los cuentos de una de las más poderosas ensayistas de nuestro tiempo. Y lo cierto es que resulta complicado leerlos y evitar ese constante reparo mental: «nadie-tiene-por-qué-hacerlo-todo-bien». Lo curioso es que los problemas de Sontag como escritora de narrativa breve no tienen que ver exactamente con la ficción. Al fin y al cabo, suyas son novelas como ‘El amante del volcán’ (Alfaguara) o ‘En América’ (Debolsillo): textos de una enorme solidez. Los problemas tienen más bien que ver con la manera en la que la autora estadounidense afronta los cuentos. De algún modo, lo hace movida por un interés secundario y experimental, como quien trastea en un laboratorio. La mayoría de las piezas que encontramos en este libro tiene algo, demasiado, de fórmula alternativa de exponer una idea, casi de prueba diletante de un modo distinto de expresión.

El volumen que presenta Random House es una versión ampliada de aquel ‘Yo, etcétera’ que publicó Seix Barral en los ochenta. Se incluyen ahora siete relatos más. Entre ellos, el que probablemente es el mejor de la colección: ‘Peregrinación’, un texto abiertamente autobiográfico (algo no demasiado habitual en el trabajo de la autora) que describe un episodio de su primera juventud. Siendo una adolescente, con apenas catorce años, Sontag fue a visitar a Thomas Mann en su casa de Los Ángeles. El relato es estupendo. Describe el encuentro entre «una niña cohibida, ferviente, ebria de literatura, y un dios en el exilio que vivía en una casa en Pacific Palisades», aunque en realidad va mucho más allá. El gran mérito del texto consiste en reconstruir con detalle y hondura la naturaleza de alguien que no puede soportar más la «larga sentencia en prisión» de su niñez y desea ingresar en el mundo de los adultos, impelida por una pasión particular que en el caso de Sontag tenía que ver, de un modo decisivo, con el afán de conocimiento.

Otros relatos como el conocido ‘Proyecto para un viaje a China’ o ‘Así vivimos ahora’ –una narración que afronta la cotidianidad de un enfermo de sida– parecen confirmar que a Sontag le funcionan mejor los cuentos que de algún modo se sitúan cerca de su experiencia personal. El resto de piezas resultan en su mayoría demasiado irregulares: alegorías solemnes, bosquejos desganados, esquemas teatrales... El conjunto oscila entre lo experimental y lo plúmbeo, hasta componer la clase de marginalia que quizá se entiende mejor como el último tomo de unas obras completas que como un volumen independiente capaz de interesar por sí solo a los lectores.

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