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Una chica irlandesa

Una chica irlandesa

Edna O'Brien es realmente buena. Su escritura, tensa y meticulosa, es de gran nivel

PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA

Sábado, 7 de abril 2018

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Cuenta Edna O'Brien cómo un día de 2008, con 78 años y el oído como un «piano roto», decidió hornear pan siguiendo la receta tradicional de Cork. El olor del pan («antiguo, fuente de muchos recuerdos») le hizo sentirse «más viva que nunca». A continuación, se sentó a escribir sus memorias, algo que se había prometido no hacer jamás.

Sus lectores quizá piensen que Edna O'Brien nunca ha hecho en realidad otra cosa. Hay en su obra una enorme carga autobiográfica y una poderosa intensidad confesional. Es la clase de intensidad que trae problemas. Salvando las distancias, a Philip Roth se le escandalizaron los judíos y a Edna O'Brien los irlandeses. Cuando en 1960 publicó su primer libro, 'Las chicas de campo', a sus padres les dijeron en su pueblo que lo que merecía su hija era ser lapidada. En estas memorias la autora celebra no haberse enterado en aquel momento de «la virtuosa correspondencia entre el arzobispo McQuaid y el ministro de Justicia de la época, Charlie Haughey, en la que ambos coincidían en que el libro era una ordinariez y no debía permitirse que entrara en ningún hogar decente».

Desde entonces, la carrera literaria de O'Brien tuvo mucho de pulso contra la sociedad tradicional de su país. No es sencillo convertirse en la gran escritora de Irlanda escribiendo precisamente sobre cómo escapar de Irlanda. No ayudó que la vida de la autora (romances, éxito, separaciones) fuese reflejándose sin tapujos en sus novelas. Durante años, hubo quien vapuleó a Edna O'Brien situándola entre Jezabel y una «Molly Bloom de baratillo». Basta un dato para demostrar lo hipócrita de todo esto: Charles Haughey, el político que se carteaba con arzobispos para fijar listones de decencia, llegó a primer ministro y su carrera estuvo salpicada de escándalos. Entre ellos, el de practicar metódicamente el adulterio mientras se oponía a la aprobación del divorcio.

FICHA

  • LAS CHICAS DEL CAMPO Autora: Edna O'Brien. Memorias. Ed: Errata Naturae. 424 páginas. Madrid, 2018. Precio: 22 euros.

Se distinguen dos partes en las memorias de Edna O' Brien. La primera tiene que ver con su infancia en un pequeño pueblo («veintisiete pubs, tres ultramarinos, una pañería, cero bibliotecas») y con los «años rigurosos» en un colegio de monjas; la segunda, con su vida de escritora: el 'Swinging London', el éxito internacional, Nueva York, las fiestas, los amigos... A modo de frontera, un episodio decisivo: la fuga con el escritor Ernest Gébler.

Es en la parte inicial donde el libro alcanza su máximo nivel. El modo en que la casa familiar de Drewsboro termina componiendo un territorio casi de leyenda es magnífico. La segunda parte tiene mucho de enumeración de personajes famosos. Es asombrosa la facilidad con la que aparecen. Edna O'Brien pasa, por ejemplo, una resaca de LSD en un hotel de París y, tras pedir en recepción que nadie la moleste, las tres personas que la visitan, por separado y sin previo aviso, son Marguerite Duras, Peter Brook y Samuel Beckett. Esta «galaxia de personalidades» ocupa un espacio enorme y superficial. Robert Mitchum, Jackie Onassis, Jude Law o Hillary Clinton son algunos de los nombres que aparecen. El libro consigue sin embargo imponerse a estos paréntesis próximos al cotilleo. Lo hace por una razón sencilla: O'Brien es realmente buena. Su escritura, tensa y meticulosa, es de gran nivel; su mirada, lo suficientemente dura y honesta como para no ocultar –sin subrayarla– su propia fragilidad.

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