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Una de las obras dedicada a la memoria de Jaume Sabatés. ARCHIVO
Los amigos catalanes del joven genio
Artes Plásticas

Los amigos catalanes del joven genio

El Museo Picasso de Barcelona presenta 50 obras de la colección personal del artista, que dejó custodiadas en casas de familiares en aquella ciudad poco antes de su decisivo viaje a París

ITXASO ELORDUY

Sábado, 5 de agosto 2017

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La muestra comunica obras de Picasso con las de sus amigos y condiscípulos y está dedicada a la memoria de Jaume Sabartés, amigo y secretario del artista, que dejó en él una profunda huella y con el que tuvo una especial complicidad», explica Malén Gual, comisaria de la muestra abierta en el Museu Picasso de Barcelona hasta el 3 de septiembre. Sabartés fue mediador entre el genio malagueño y la capital catalana y, gracias al apoyo de su colega y colaborador personal, el artista donó gran parte de su obra de juventud a la ciudad de su adolescencia.

El resultado de tal intermediación es un museo de renombre internacional que acoge una serie tan destacada como las ‘Meninas’, así como la gran donación que hizo al pueblo de Barcelona, en 1970, en recuerdo de su buen amigo. Se trata de 236 pinturas al óleo, 1.149 dibujos, 17 álbumes con dibujos, dos grabados, cuatro libros de textos con dibujos marginales, y 47 obras de otros artistas, con los que tuvo una relación especial durante esa etapa. Una extensa colección que fue vital para la creación del Museu Picasso y que fue custodiada por su madre María, su hermana Lola y sus sobrinos, Vilató Ruiz, en sus casas de la Calle la Mercé, el paseo Colón y el Paseo de Gracia.

La familia Picasso llegó a Barcelona el 21 de septiembre de 1895, cuando Pablo Ruiz Picasso tenía trece años. Se instalaron en una pensión situada frente a la Escuela de Bellas Artes (Escola de la Llotja), donde el padre debía enseñar como profesor y Pablo, aprender como alumno. En verano de 1896, los Ruiz Picasso se trasladaron a un barrio próximo, el de la Mercè, de tradición antigua y señorial, donde alquilaron un piso. Allí permanecieron aún después de la marcha del joven Pablo a París y cuando el artista regresaba de visita a Barcelona, como la que realizó en 1917 con Olga Khokhlova, su primera mujer, ocupaba esta casa familiar.

«El 70% de la obra, dedicada a la memoria de Jaume Sabartés, fue donada por el propio artista»

Las influencias

Dispuestas en tres áreas, la Sala A recoge las obras relacionadas con el ámbito familiar y académico. Destaca una obra de su hermana, junto a lienzos de Picasso que presentan grandes similitudes con los de sus colegas y familiares. Piezas de artistas vinculados al padre del pintor, como Rafael Blanco Merino, alumno de su progenitor y un interesante cuadro de José Luis Pellicer, destacado ilustrador catalán, así como distintas obras de colegas de la escuela de Bellas Artes de la Llotja, como Manuel Pallarés.

El segundo ámbito, la Sala B, presenta la obra de artistas que intimaron con el pintor en el café Els Quatre Gats, momento en el que el joven Picasso se relaciona, a nivel personal y artístico, con el modernismo catalán. Fue antes de su primer viaje a París, durante el período de 1899-1900, cuando se instala definitivamente en la capital francesa. Entre todas ellas destaca un dibujo de Santiago Rusiñol, uno de los factótums de la cervecería, así como una obra de Carlos Casagemas y otra de Hortensi Güell. En el tercer ámbito, obras de artistas relacionados con él que se pueden considerar postmodernistas y con los que mantiene una relación posterior al viaje a París. Obras de 1902 a 1904, entre las que destacan las de Luis Bagaría, un gran caricaturista político del primer tercio del s.XX que realizó una divertida caricatura de Picasso, y los dibujos de Julio González, con los que tuvo una relación a principios de siglo, amistad que retomó hacia los años 20 en París.

«El poeta Jaume Sabartés fue un fiel colega de Pablo Picasso desde 1899, época en la que compartían tertulias en la cervecería del barrio gótico Els Quatre Gats. En 1904, Picasso se instala en París y Sabartés viaja a Sudamérica. En 1935, Picasso pide a Sabartés que sea su secretario personal, su hombre de confianza, su factótum, su todo… y ambos tienen una relación muy estrecha hasta el año del fallecimiento de Sabartés», añade Malén Gual. «De hecho, él mismo fue el creador del museo, el que dio su colección a la ciudad de Barcelona, por indicación del propio Picasso. Puso, en definitiva, la primera piedra para posibilitar que el museo fuera una realidad. El 70% de nuestra colección fue donada por el propio artista, que vivió en Barcelona durante diez años, que marcaron profundamente su carácter poco antes de la eclosión parisina».

Fueron años de juventud en los que contactó con artistas modernistas como Rusiñol y Ramón Casas, que importaron las corrientes procedentes de París. Todos ellos se reunían en Els Quatre Gats, donde el joven Picasso descubrió un lenguaje artístico alejado de los cánones académicos, que su padre quería que profesara. «Picasso, un inconformista, se encuentra con artistas afines a él y descubre el modernismo arquitectónico y pictórico. Paso que le facilitará el viaje a París, el más importante de su vida, donde descubrió el arte impresionista de primera mano; aunque previamente conociera, a través de revistas u otros artistas, cómo se pintaba allende los Pirineos», incide Gual.

«Pere Romeu, un personaje bohemio que trabajó en París, vestía un gabán hasta los pies y lucía una larga melena, fue el fundador de Els Quatre Gats, que pretendía ser una réplica de Le Chat Noir parisino. Casas y Rusiñol fueron sus mecenas, pusieron el capital para que la cervecería fuera una realidad. Este local aglutinaba todo el ambiente artístico y cultural de la ciudad. Había exposiciones, tertulias, sombras chinas… y editaron una revista, cuyo nombre coincidía con el del pequeño establecimiento del barrio gótico barcelonés». Pintores consagrados, como Rusiñol o Pere Gener, y nóveles, como Casagemas, Picasso, Sabartés y Raventós, entonces veinteañeros, se reunían en este centro cultural, imprescindible para el desarrollo artístico de Picasso.

En 1904 Picasso fijó su residencia en París, pero en 1906, 1909 y 1910, con su primera pareja, Fernande Olivier, visitó Cadaqués y Barcelona. «Más tarde, en 1913, cuando su padre estaba en el lecho de muerte, regresó a la ciudad, y en 1917 realizó una estancia de seis meses con la bailarina rusa Olga Koplova, con la que se casaría un año después. Cuando estalló la Guerra Civil y ya no pudo volver a Barcelona, pero su vínculo con la ciudad fue continuo y la prueba fue la gran donación que realizó al museo que lleva su nombre», concluye la comisaria de la muestra.

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