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Amancio Prada, protagonista de un recital en la librería vallisoletana Oletvm.
La conspiración de las  librerías

La conspiración de las librerías

El trabajo en común de La Puerta de Tannhäuser, Intempestivos y Letras Corsarias -en Cáceres, Segovia y Salamanca- ha merecido el Premio Nacional de Fomento a la Lectura del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte

EDUARDO LAPORTE

Viernes, 15 de julio 2016, 16:41

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Las redes sociales han contribuido a mitigar la soledad del hombre moderno, pero también han hecho de escaparate a ciertas empresas que hasta su irrupción se resignaban a un cierto aislamiento. Su uso activo ha permitido a muchas librerías establecer un contacto directo con los lectores, conocer sus gustos y promover actos de su interés. Renovarse o morir. Por otro lado, los libreros empiezan a darse cuenta de que cierto asociacionismo, practicado de una manera un tanto informal, puede darles buenos réditos y ampliar su radio de influencia. La fórmula parece funcionar en el caso de la agrupación de librerías La conspiración de la pólvora integrada por Letras Corsarias (Salamanca), Intempestivos (Segovia) y La Puerta de Tannhäuser (Plasencia, Cáceres), que acaba de recibir el Premio Nacional al Fomento de la Lectura. Un galardón honorífico, sin dotación económica, pero que da visibilidad a su trabajo, además de la satisfacción que produce que se reconozca la dedicación diaria desde nada menos que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

Las librerías están cambiando y los libreros con vocación empiezan a proliferar, como señalaba Jorge Carrión en su ensayo Librerías (Anagrama) al equipararlos con los críticos literarios. Los buenos libreros hacen pequeñas críticas, sostiene este escritor, y están al día de las novedades y el fondo editorial que puede casar con según qué perfil de lector. Mientras, estos establecimientos también han tenido que espabilar si no querían colgar el cartel de cerrado por liquidación. Hablaba Carrión en dicho ensayo de «librerías espectáculo», «librerías como espacio gastronómico» y de «librerías pequeñas, de barrio», con esa comunidad fiel que son los lectores y pocos empleados, propietarios del negocio. Dentro de este último sector se integrarían las agrupadas bajo el nombre de La conspiración de la pólvora, que incluye librerías que, antes que negocios, nacieron como impulsoras del hábito de la lectura.

Se trata de espacios cuidados ya desde su aspecto externo, en las antípodas de esa librería-papelería que durante décadas ha sido la única opción, por desgracia, en muchas capitales de tercer orden, que diría el poeta. A dos minutos de la plaza Mayor de Salamanca, Letras Corsarias destaca por la sobriedad de sus líneas, sus butacones de piel y una atmósfera espaciosa que hace pensar más en Noruega que en Castilla y León. Ofrecen un lugar agradable donde tomar un café mientras se ojea un libro, pero también una programación activa, una cuidada selección de los títulos y, sobre todo, una constante actividad de promoción en redes sociales y a través de sus webs.

Lectores agazapados

«Nos aliamos con la idea de ponernos conjuntamente en el mapa de los encuentros con autores y editoriales, y también para compartir experiencias, anhelos y tropiezos», leemos en el blog de Letras Corsarias. Porque todas estas librerías tienen unas webs modernas, perfectamente actualizadas, con blogs muy completos y puestos al día que informan sobre novedades editoriales e incluyen sugerencias de los libreros. Porque, aunque pueda sonar a obviedad, estas librerías tienen libreros que actúan como tales. Incluso han contribuido a la creación de la figura del librero moderno, ese que no sólo se ocupa de elegir los libros que considera según su criterio, más allá de las leyes del mercado, sino que también establece vínculos entre lectores, autores, editores y distribuidores, con las redes sociales como gran aliado.

Álvaro Muñoz Guillén y Cristina Sanmamed Prieto montaron, en 2011, una librería en Plasencia, Cáceres, que es algo así como abrir una gazpachería en Finlandia. Hasta entonces, cuenta uno de los padres de la librería La Puerta de Tannhäuser, el paisaje comercial en torno al libro se reducía a las librerías-papelerías donde se despachaban los bestsellers al uso, novela histórica y manuales de autoayuda. «Nosotros trabajamos con títulos de hasta 500 editoriales, independientes la mayoría, en un tipo de librería que en Extremadura era algo inédito», explica Muñoz. Como inédito era también un tipo de lector que no es que no existiera, plantea este librero, pero que estaba acostumbrado a hacer sus compras en Madrid o Barcelona o a través de internet. La aparición de esta clase de librería volcada en la literatura de calidad ha contribuido a saciar a este lector de calidad, culto, exigente, atento a las novedades y fiel a diversos autores, pero también ha creado un nuevo lector que, de lo contrario, se habría lanzado de lleno a la mesa de novedades más generalistas.

Noticias apocalípticas

Desde 2007, las noticias apocalípticas en torno al mundo del libro han sido el pan nuestro de cada día. Primero, por la amenaza más bien fantasma del libro electrónico, del que se llegó a decir que mataría al de papel y con ello a las librerías, a las que se pronosticaba una suerte similar a las tiendas de discos. Olvidaban, muchos de estos gurús, que el libro en papel es un objeto difícilmente superable en su sencillez, y que el temido sorpasso del libro electrónico, con una cuota del mercado editorial de tan sólo el 5%, está muy lejos de lograrse.

A ese temor se sumaban noticias poco halagüeñas sobre el cierre de librerías y la pérdida de los hábitos lectores de la sociedad, atrapada sin remedio por el tirón de las redes sociales y las series de ficción. Con ese panorama negro como boca de lobo, ¿a quién se le ocurriría montar una librería y en un lugar como Plasencia, con 40.000 habitantes? Es fácil imaginar comentarios reprobatorios en el círculo cercano de Álvaro y Cristina, pero cinco años de buen hacer, coronados con el Premio Nacional al Fomento de la Lectura, han callado las bocas más escépticas. «Hemos creado un mercado que no existía, ofreciendo muchas más opciones que las que había. Por otra parte, creo que hemos contribuido a crear un lector que quizá no existía, o que antes tenía que ir Madrid», dice Álvaro Muñoz.

Quijotes en red

  • Cuando surgieron, allá por 2005, las editoriales que luego se agruparon bajo el sello Contexto, lo hicieron con un espíritu quijotesco que quedó atemperado gracias a unos balances anuales favorables que permitieron que aquellas aventuras no fueran flor de un día. Lo mismo está sucediendo con aquellas librerías cuya buena gestión demuestra que los proyectos en torno al libro pueden ser viables. En cualquier caso, para que los quijotes proliferen, se necesitan no tanto sanchopanzas, sino más quijotes, según Txetxu Barandiarán, consultor independiente dentro del sector del libro.

  • -¿Abrir hoy una librería en Plasencia (cmo La Puerta Tannhäuser) ya no es una locura quijotesca como podía ser hace veinte años?

  • Abrir una librería con un proyecto cultural de base creo que siempre tiene algo, por suerte, de quijotesco y de locura. Sí creo, por lo que conozco de algunos proyectos, que muchos de ellos tienen un planteamiento económico y una cierta seriedad en la propuesta y en la sostenibilidad. En cualquier caso, el librero vive también a cuenta de los editores quijotes capaces de publicar obras que se adapten a su propuesta y de los lectores quijotes que se atreven a indagar en nuevos espacios creativos. Sí creo, en cualquier caso, que hay una especie de mantra que se muestra en muchos de los nuevos proyectos libreros las librerías son mucho más que libros, son la casa de los lectores y ahí entran ya muchos más factores.

  • -¿Considera que se avanza hacia la creación de un nuevo perfil de lector, más culto, selectivo y atento a las novedades de las editoriales independientes que puede resultar rentable al sector?

  • No lo tengo claro. Creo, en principio que hay una mayor masa lectora relacionada en parte con el crecimiento del nivel educativo. Creo que el lector culto, habría que ver además qué entendemos con esto, ha existido siempre. Sí tengo la sensación o intuición de que en determinadas ciudades se empiezan a generar algunas comunidades de librerías y lectores que se sienten atraídos por un modelo y una propuesta y en las que se van generando ciertos grados de complicidad. Lo de la rentabilidad sería ya harina de otro costal. Creo que sigue existiendo una sobreproducción editorial que dificulta, incluso entre las denominadas editoriales independientes, la propia visibilidad de sus productos.

Reconoce este empresario cultural que la aventura, de momento, es viable en términos económicos, y que el trabajo en común con las otras librerías les da más fuerza. «Somos librerías en ciudades pequeñas, en la periferia, actuar conjuntamente nos da una mayor proyección hacia el exterior», cuenta este enamorado de los libros que dejó un cargo de gran responsabilidad en política, en Madrid, para volver a su ciudad natal y levantar este proyecto. Primero, por vínculos amistosos y después por proximidad geográfica, estas tres librerías, situadas en el triángulo Segovia-Cáceres-Salamanca, cuentan con una cargada agenda de actos en torno al libro, con las presentaciones como punto de partida, aportando su particular manera de hacer las cosas. Como las minigiras que ofrecen a los autores por esas tres ciudades; de un fin de semana de duración, permiten promocionarse en dichas librerías, aumentar la visibilidad del libro y, de paso, realizar una inmersión cultural por esos lugares de marcada riqueza histórica.

Madrid y Barcelona

Tradicionalmente, las editoriales de referencia se localizaban en Barcelona, durante años capital editorial del país, pero, también, por razones de peso, en Madrid. Las ciudades de provincias tenían un mercado editorial centrado en lo local, con pocas pretensiones de conquistar las mesas de novedades de las grandes ciudades, aunque poco a poco editoriales como la valenciana Pre-Textos y la sevillana Renacimiento demostraban que desde la periferia se podía aspirar al centro.

Es lo que han intentado las editoriales agrupadas bajo el sello Contexto, a partir de 2005, cuando se fundó la primera de ellas, Libros del Asteroide, como señala uno de sus promotores más implicados, Julián Rodríguez, de Periférica. Ubicada en Cáceres, esta editorial de cubiertas rojas es una de las habituales en este tipo de librerías, que no se limita a las citadas, sino que incluye también a Katakrak (Pamplona), La Pantera Rossa (Zaragoza), La Fugitiva y La Buena Vida (Madrid), y la reciente La Montaña Mágica, en Cartagena, muchas de ellas bajo el formato librería-cafetería. «Es fundamental para nosotros que existan propuestas como las de esas librerías y que no sólo sobrevivan en esta época de dificultades, sino que crezcan y alcancen un reconocimiento más allá de sus lugares de origen, que anime a otros libreros o libreros en ciernes de distintas procedencias», celebra Julián Rodríguez, escritor de culto en Mondadori antes que editor.

A diferencia de Salamanca, de gran tradición universitaria, Plasencia y Segovia no tienen tanto tirón literario, por lo que había algo de quijotada tanto en el proyecto de La Puerta de Tannhäuser como en el de Intempestivos. Sin embargo, el tiempo está dando la razón a estos empresarios con un punto de misioneros pedagógicos de la Segunda República, cuya labor va mucho más allá que el despacho de libros. «Estas librerías están demostrando que pueden convertirse en un centro cultural muy relevante en su entorno, tanto en su ciudad como en la comarca o en la región en la que se inscriben, ocupando incluso el espacio que en muchas ocasiones correspondiera a las administraciones públicas: hoy por hoy, y eso sucede en todo el país, muchas librerías funcionan como verdaderas concejalías de cultura en sus pueblos y ciudades. Una librería está siempre presente cuando en ocasiones hay dejación de funciones culturales por parte de algunos poderes», sostiene Rodríguez, de Periférica.

Empatías productivas

Rodríguez prefiere hablar de «empatías» antes que de sinergias para referirse al trabajo que hace un «nuevo tipo» de empresario del sector del libro, con las redes sociales como aliadas para «eliminar distancias». Por otra parte, están esas alianzas que llevan años poniendo en práctica otras librerías, de contrastada calidad y de corte más clásico, que colaboran entre sí bajo el paraguas de Librerías con huella: Oletvm (Valladolid), Gil (Santander), Cervantes (Oviedo) y Luces (Málaga). Sin necesidad de una constitución legal determinada, se coordinan entre sí para hacer cosas juntas: premios literarios, recomendaciones, promoción de concursos, presentaciones, recitales, ciclos Varias de ellas, como Gil y Cervantes, están consideradas librerías de referencia, con mucha tradición, y forman parte del paisaje cultural y comercial de sus ciudades.

Txetxu Barandiarán, consultor especializado en el mundo del libro, cree que se puede hablar ya de tendencia hacia la asociación en el sector de las librerías, tanto para guarecerse de la crisis como por una creencia en planteamientos políticos relacionados con el procomún. «Esto no quiere decir que estos planteamientos no hayan existido con anterioridad. Por ejemplo, Librerías L es un proyecto ya con unos cuantos años de andadura de estructura formal colaborativa de un importante número de librerías referentes en muchos casos en sus provincias y ámbitos de actuación», aclara este experto. A su juicio, hay varios tipos de proyectos de colaboración y cita algunos nacidos en Barcelona que comparten la filosofía de lo colaborativo y el compartir «con un profundo respeto, además, por el trabajo del otro», como son Nollegiu, La Petita y Casa Usher.

También menciona como significativos los proyectos de trabajo en común dentro de la denominada economía solidaria de las ya citadas Katakrak, de Pamplona, y la Pantera Rossa, de Zaragoza, que tendrían aliadas, al menos en espíritu, en Madrid, como Traficantes de Sueños premio Librería Cultural 2015 y Enclave de Libros, un foro muy activo de presentaciones de temáticas marcadamente de izquierdas y donde se abordan cuestiones relacionadas con el feminismo, la anarquía, la sexualidad y el anticapitalismo.

Unos movimientos que se articulan sobre la base de una legítima estrategia comercial, pero cuyo espíritu, como apunta Barandiarán, obedece más que nada a una concepción de la actividad librera como algo «que va más allá de la mera expendeduría de libros».

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