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Una de las escenas de 'Ascensor para el cadalso'.
Juguete y experimento

Juguete y experimento

Ironía sobre el azaroso destino de la muerte, 'Ascensor para el cadalso', de Louis Malle, desbroza el cine negro entre lo lúdico y lo transgresor

Guillermo Balbona

Jueves, 16 de marzo 2017, 18:49

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El paseo nocturno, urbano, existencial y rotundamente interrogante de la hermosa y magnética Jeanne Moreau es una de las secuencias más fascinantes de la historia del cine europeo. Hay una sensación pegadiza y lúcida, cómplice y empática en esa fusión de jazz y cine, música e imgen, desasosiego y búsqueda...Un joven Louis Malle, con 25 años y escasa experiencia, anticipa brotes de estilo de la nouvelle vague.

'Ascensor para el cadalso', en este sentido, tiene tanto de juguete de ficción como de definido campo experimental. Una obra de 1958 marcada, incluso superada en ocasiones, por la intensidad y protagonismo de la histórica banda sonora de Miles Davis, pero que contiene factores clave en el trabajo del que sería uno de los grandes cineastas de nuestro tiempo con obras como 'El soplo al corazón' y 'Adiós muchachos'.

Thriller existencial, itinerario de unas vidas cruzadas por el azar con el amor como columna vertebral, el fatalismo y el escepticismo, a veces incluso el nihilismo. Ironía sobre el azaroso destino de la muerte, esta primera obra de ficción del cineasta francés desbroza el cine negro entre lo lúdico y lo transgresor, lo que casi tres décadas después persiguió Francois Truffaut en su filme póstumo en 'Vivamente el domingo'. Sobre un argumento estereotipado, el de una pareja de amantes que manufacturan un plan perfecto para asesinar al acaudalado marido, 'Ascensor para el cadalso' juega con los ritmos, rompe fronteras y busca rupturas. No en vano su director venía de codirigir con Bresson 'Un condenado a muerte se ha escapado', y de realizar con Jacques Cousteau 'El mundo del silencio'. Basada en la novela de Noël Calef y con el fondo del trompetista Miles Davis, su debut en solitario aborda una incursión en la intriga psicológica a través de una sabia combionación de atmósfera y eficacia formal y narrativa. la influencia de Hitchcock es obvia y transparente, casi rozando la devoción, pero a Malle le interesan aristas que están después muy presentes en su trayectoria: el perdón, la culpa, la redención, los contextos históricos, la claustrofobia existencial, la humillación, la ofensa, el desamor...

El planteamiento de situaciones paralelas al límite, Moreau deambulando, Maurice Ronet intentando escapar de su trampa y una pareja de jóvenes a lo Bonny y Clyde, constituyen un ejemplo dominante de esa estructura, mientras el cineasta juega con la figura del falso culpable y estrecha la ficción con el fatalismo ingente a la mayor parte de decisiones y paisajes de esta curiosa historia.

El homenaje del cine negro norteamericano se plasmó en la elección del blanco y negro. Pero Malle, que destacó por firmar obras fundamentales como 'Fuego fatuo' (1963), 'Lacombe Lucien' (1974), 'La pequeña' (1978) y 'Atlantic City' (1980), logró con talento fundir con sutileza y equilibrio el clasicismo de las obras de género con una mirada moderna. En esta agitada miscelánea adquirió textura propia la música de Davis, a la postre uno de los discos históricos de su carrera. En realidad este lenguaje sólo está presente unos veinte minutos del metraje pero la música es esencial y tiene categoría de personaje. El trompetista grabó entre 40 y 50 minutos pero Malle solo una parte. El punto de partida radicó en que el músico fuera improvisando mientras veía la película "para dotarla de mayor personalidad y que fluyera mejor", según declaración del cineasta. Hay algo de 'amor fou' que enciende la pantalla y Male consigue un extraño efecto climático con los diálogos precisos y el poso literario. El fondo entre metafísico y lírico de algunos pasajes. Bajo presupuesto, querencia por el ejercicio de estilo, sorpresas y tensiones, agitación de los géneros, rodaje en la calle, el uso singular de los espacios, la integración de luz y música, montaje y estética conjugados con una madurez espectacular para alguien joven que se adentraba en la ficción.

'Ascensor para el cadalso' no es ajena a la época. Camino de los años sesenta, con toques generacionales, perdición, ataduras, la guerra y la sensación permanente de que la huida hacia adelante de todos los personajes será inútil, se halla en el fondo de una personalidad visual entre la sobriedad y los apuntes morales o los síntomas sociales como el inconformismo, la evasión y la desazón. El noir, la anticipación del polar -el negro francés- se solapan con la mirada clásica para construir una historia que se convierte en la madeja seca y desnuda de tres sencillas situaciones entreveradas. Desde ese inolvidable primer plano de Jeanne Moreau, musa del director durante años, a la atmósfera de un destino juguetón, el filme discurre entre impulsos, tempos e instintos.

Cadena y libertad, huida y prisión sentimental. No hay mirada moral en Malle que, como en todo su cine, deja ante el espectador un espejo transparente para que juzgue y analice su propio cuestionamiento, o su conducta, ante lo que se le cuenta. La hipocresía, el incesto, el suicidio serían de este modo algunos de los temas planteados por el cineasta en posteriores entregas. Pero en 'Ascensor...', el peso visual es mayor. El encuentro de la música, el silencio, los pensamientos en off, junto a la soledad, la desorientación, la noche y los espacios cerrados conforman el corpus de un filme que revela cómo la identidad personal empieza a diluirse, mientras el modo de vida, el clasismo y las propiedades delimitan la vida. Un mosaico de personajes sin pasado ni futuro, lo que acentúa la intriga, y provocan con preguntas a nuestra desconcertada mirada. Mientras se cuela el jazz en la primera parte del metraje como un preludio de personajes y hechos, Malle ya ha sembrado ese viaje al fin de la noche emprendido por cada espectador a través de un profundo camino hacia ninguna parte.

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