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Lee Marvin, en una escena de 'A quemarropa'.
Los hallazgos de 'A quemarropa'

Los hallazgos de 'A quemarropa'

El cineasta británico John Boorman firmó en su segundo largometraje un thriller violento y seco que disecciona sin concesiones una intriga enigmática

Guillermo Balbona

Jueves, 23 de febrero 2017, 18:31

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Es tan citada como desconocida. Tan intensa como desconcertante. Tan influyente como preservada por una especie de burbuja entre la película de culto y la visión malentendida. El cineasta británico John Boorman firmó su segundo trabajo cinematográfico, emergente e instalado en cierta aureola de vanguardia y experimentación.

'A quemarropa' impresiona en un primer visionado porque impacta su mezcla de cine noir, indagación en el lenguaje y solidez, conformando un thriller violento, seco, que disecciona sin concesiones una intriga enigmática, desplomada sobre el espectador como un fardo rupturista y vigoroso. Una pieza basada en un novela, una vez más en el profuso territorio negro de Donald Westlake, la cual asomó bajo uno de sus seudónimos, Richard Stark. Tiempo y espacio, flashback solapados, diálogos entrelazados, montaje acelerados o ralentizados, espectaculares escenarios donde lo arquitectónico y lo espacial toman el mando son algunos de los factores visuales que construyen el universo de este filme provocador en su factura y tajante en su sentido de la ficción. Lee Marvin y Angie Dickinson volvían a unirse en pantalla tras su encuentro en el estreno de Don Siegel, 'Código del hampa'.

Pero a este cine negro expuesto con claridad formal y un cierto sentido del humor, Boorman le suma elementos de modernidad de tal modo que ambos filmes han influido sobremanera en cineastas como Tarantino o Nolan. De hecho, 'Bullit' y el Harry el Sucio de Clint Eastwood no existirían sin un antecedente como el de esta obra delirante y onírica, donde lo frenético y lo irónico enmarcan un perfil duro y brusco, rebosante de hallazgos. La transgresión y la alteración del ritmo son constantes de ese don de la ubicuidad que Boorman demuestra entre planos y situaciones. Estilizado, demostrativo de una técnica y unas formas radicales, 'A quemarropa' supone un desfile de potencia narrativa donde los personajes hechos de titanio se le suma el protagonismo del sonido y el color, la música y los efectos sonoros como dos pilares fundamentales de la personalidad de la cinta. Hay que subrayar que nos situamos en 1967, y que buena parte de la atmósfera elegida por el director de 'Excalibur' responde a un tiempo de cambio.

Vietnam, los rescoldos de la Guerra Fría, la violencia explícita, el presagio del 68, la crisis de los grandes estudios, el poder de la televisión, la influencia del cine europeo, la nueva generación de cineastas... Todo apuntaba a un periodo entre convulso y de búsqueda donde se instala la obra de Boorman. En paralelo otros directores emergentes como Peter Yates, Roman Polanski o Milos Forman comenzaban a conjugar sus respectivos estilos. 'A quemarropa', entre la estilización visual y cierta abstracción, ironiza con los estereotipos, subraya las formas y juega con la mirada ajena. El arranque del filme es revelador al respecto. Silencios prolongados, rupturas temporales, presentación insólita del protagonista, caminos lineales desbrozados, agresividad. La crítica no supo ver lo que el tiempo puso en su sitio. Brian Helgeland, guionista antes que director su escritura alimentó 'L.A. Confidential' y 'Mystic River' firmó una limitadísima adaptación, 'Payback', o remake de 'A quemarropa' con Mel Gibson.

En lo argumental también 'A quemarropa' parece un espejo kafkiano, un bucle temporal, donde los actores/activos son sectores criminales, asesinos corporativos, organizaciones. La amistad de Lee Marvin y Boorman fue clave en la realización de este proyecto. El cineasta británico de 'Esperanza y gloria' que alcanzó su consagración pocos años después con la excelente 'Deliverance', había irrumpido en la industria con 'Catch Us If You Can' (1965) una visualización pionera de un trabajo musical, el perfil del grupo pop The Dave Clark Five siguiendo la estela Beatle de Richard Lester. Pero lo que cinematográficamente destaca de 'A quemarropa' es su adscripción y deuda con buena parte del clima creativo de la nouvelle vague. Boorman intercala escenas, pausas y silencios, tiempos y espacios. En 'A Quemarropa' todo es oscuro y elegante, frío e implacable. El Godard de 'A bout de souffle' está muy presente en el filme de Boorman.

La historia habita dentro de la forma de tal modo que 'The Hunter', la novela de base, y el personaje Walker, encarnado por Marvin, son meros instrumentos porque el cineasta convierte en una historia de venganza, traición y violencia en un juego laberíntico experimental, en una ensoñación paranoica, en una inexpresiva pero visualmente rica envoltura de arquetipos y códigos de género. La primera película rodada en Alcatraz, tras el cierre en los sesenta del mítico centro penitenciario, hace hincapié en la iluminación y el vestuario, en el cromatismo y en lo sensorial. Del chillido al ruido, del fundido musical a la estridencia, del diálogo con la voz de un personaje a la transición en otra. Todo es convulso y tenso, fruto de un montaje de Henry Berman y una partitura de Johnny Mandel que envuelven el retrato psicológico de un personaje movido por la venganza. Una película densa y rupturista, que puede ser un excelente ejemplo de ese cine perseguidor que busca dejar una marca honda sin perder su comunicación con el público.

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