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El compositor, ante una partitura.
Franz Waxman, el artista discreto

Franz Waxman, el artista discreto

El compositor estadounidense de origen alemán trabajó para todos los grandes estudios de Hollywood dejando su sello en una música sugerente pero sin grandes melodías

César Coca

Jueves, 3 de noviembre 2016, 17:52

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Ustedes recuerdan perfectamente la escena: Cary Grant sube una escalera que parece inacabable con un vaso de leche para su esposa, que lo espera ya acostada. Ella, Joan Fontaine, alberga dudas sobre su marido, muchas dudas. Y el espectador tiene la sospecha de que el apuesto caballero ha envenenado la leche para deshacerse de su mujer. Es poco más de un minuto subrayado por una música que no se impone en ningún momento pero acrecienta la sensación de que algo grave puede suceder, de que estamos contemplando el momento crucial de la película. El filme es 'Sospecha' de Alfred Hitchcock (1941) y la banda sonora que tanto ayuda a crear el terror psicológico que el maestro dominaba como nadie es de Franz Waxman. Uno de los más grandes.

Waxman forma parte de la impresionante nómina de compositores europeos formados en la música clásica que llegaron a Hollywood en los primeros tiempos del cine sonoro empujados por la situación prebélica de Europa. Nacido en el seno de una familia judía de Silesia, de niño sufrió un accidente en los ojos que a punto estuvo de dejarlo ciego -no fue así, pero su vista estuvo ya dañada para siempre- y estudiar música parecía un capricho que no lo llevaría a parte alguna. Por eso su padre le recomendó trabajar en un banco, para garantizarse un sueldo fijo. Lo hizo. Durante dos años, siendo aún adolescente, tuvo un empleo de cajero pero destinó el salario a tomar más clases de música.

Más adelante trabajó como pianista en una banda de jazz, conoció a algunos de los grandes intérpretes de clásica radicados en Alemania y fue contratado por la UFA, la potente productora cinematográfica de su país, para participar en la orquestación de la partitura de 'El ángel azul' de Josef von Sternberg (1930), con Marlene Dietrich de protagonista. Tenía solo 23 años y lo habían llamado para un filme destinado a entrar en la Historia. Su primera gran oportunidad de firmar la música de una película importante le llegó en 1933, cuando fue contratado para el equipo de Fritz Lang. En plenos preparativos de la producción, el joven compositor fue agredido en la calle por un grupo de nazis, que tras conquistar el Gobierno de Alemania habían empezado a actuar con total impunidad. A diferencia de otros, que se resistieron a creer que aquello pasaría -muchos pagaron sus vacilaciones con la vida-, Waxman se marchó de su país. Primero a Alemania y luego a EE UU, donde debutó en la realización cinematográfica de un musical de Jerome Kern.

A lo largo de las tres décadas que estuvo en Hollywood, Waxman firmó alrededor de 150 bandas sonoras para todos los grandes estudios, que además se lo cedían unos a otros como si fuera una mercancía. Al contrario que la mayoría de sus colegas, vinculados casi a título vitalicio con un estudio, trabajó con la Universal, la Metro y la Warner, y en algunos momentos se asoció a nombres célebres, como el de David O. Selznick. A finales de los cuarenta se desvinculó contractualmente de los estudios y empezó a trabajar por libre, aceptando encargos de productores para filmes muy concretos.

Para entonces ya había entregado un puñado de grandes partituras: 'La novia de Frankenstein' (James Whale, 1935); 'Capitanes intrépidos' (Victor Fleming, 1937), 'Los alegres vividores' (Richard Wallace, 1938), 'Rebeca' (Alfred Hitchock, 1940), 'Historias de Filadelfia' (George Cukor, 1940), la ya citada 'Sospecha', 'Dr. Jeckyll y Mr. Hyde' (Victor Fleming, 1941) y 'Objetivo Birmania' (Raoul Walsh, 1945).

A diferencia de otros grandes compositores de su tiempo, no destacan en sus partituras las melodías inolvidables, como en el caso de Max Steiner y otros muchos que han aparecido en esta sección. Waxman, que paradójicamente tuvo una carrera 'clásica' importante de forma paralela, renuncia a los grandes efectos, a la intensidad apabullante de algunos instantes de sus colegas (el tema de Tara de 'Lo que el viento se llevó' es el mejor ejemplo), para subrayar las imágenes de una manera mucho más sutil, como sucede en los dos filmes de Hitchcock en los que trabajó en los cuarenta, justo cuando el director acababa de llegar a Hollywood.

Así siguió en los años posteriores, trabajando ya como compositor independiente. Fue el momento de sus mayores triunfos, con dos Oscar consecutivos -nadie lo había conseguido hasta entonces en el ámbito de la música por 'El crepúsculo de los dioses' (Billy Wilder, 1950) y 'Un lugar en el sol' (George Stevens, 1951). En total, fue candidato en doce ocasiones.

Algunas de sus bandas sonoras parecen salirse de su propia norma. Frente al lirismo contenido de la mayor parte de sus partituras, la de 'Objetivo Birmania' contiene marchas y fragmentos de gran energía y un carácter épico, como corresponde al episodio bélico en torno al cual gira el filme, que sin embargo fue rodado en un lugar tan pacífico como el Jardín Botánico de Los Ángeles. En 1954, compuso una banda sonora aún más peculiar: la de 'La ventana indiscreta' (Alfred Hitchcock). En ella, Waxman parece recordar sus lejanos años de integrante de una banda de jazz. No hay más que recordar la escena inicial, con el despertar de la ciudad a través de la ventana de la casa del protagonista, que es el elemento que enmarca toda la acción.

Todavía firmó unas cuantas bandas sonoras excelentes, como 'Peyton Place' (aquí se tituló 'Vidas borrascosas', Mark Robson, 1957), 'Historia de una monja' (Fred Zinnemann, 1959) y 'Tarás Bulba' (J. Lee Thompson, 1962), estas dos últimas candidatas de nuevo al Oscar. Durante los años sesenta trabajó poco en el cine. La dirección del Festival de Música de Los Ángeles, que fundó en 1947 y encabezó hasta su muerte, le ocupaba cada vez más tiempo. Por allí pasaron casi todos los grandes compositores e intérpretes clásicos de su tiempo, y quizá por ello comenzó a escribir cada vez más obras no cinematográficas. El más importante de esos trabajos es 'The song of Terezin', un ciclo de canciones sobre poemas escritos por niños en el campo de concentración de Theresienstadt. Waxman murió el 24 de febrero de 1967 en Los Ángeles, víctima del cáncer. Tenía solo 60 años.

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